HALLOWEEN: El final – Montaña rusa de aciertos y errores
Halloween: El final. Parece que así será. pero si realmente lo es, o no, dependerá, como siempre, del deseo de productores, directores e intérpretes a los que les surja la oportunidad de rodar una nueva entrega. Es lo que tienen las sagas y las franquicias, que con cualquier excusa, que todos sabemos que nos va a valer, se cuenta una nueva historia. Y todos estaremos dispuestos a verla, no lo neguemos.
Pero por lo pronto la que tenemos aquí es Halloween: El final, que se estrena, por cierto, a dos semanas de la fiesta, que tendrá lugar, como todos los años, en la noche del 31 de octubre, y en ella, en la película, vamos a encontrar de nuevo a Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) luchando contra Michael Myers, quien ahora vive en un lugar apartado del pueblo, un sitio incluso secreto en el que es complicado que una muerte por su culpa vuelva a producirse.
Pero ocurren. La primera de ellas es la de un niño, al que tiene que cuidar el bueno de Corey Cunningham (Rohan Campbell), a modo de niñero. Tan buen chico que aunque los chavales matones del pueblo se metan con él y lo miren mal por lo que pasó, el resto entiende que aquello fue un accidente. Tampoco judicialmente salió muy mal parado, por lo que su vida debería continuar con normalidad. Pero no lo hace. Su lado oscuro se va revelando, va creciendo y Corey se empieza a encontrar en una encrucijada consigo mismo para no convertirse en el monstruo que parece que lleva dentro.
Halloween: El final es desconcertante. Decepciona y satisface a partes iguales. Porque la idea de este último film es buena, algo novedoso, nunca visto, y eso se agradece. Pero a la vez no es lo que debiera ser. Que Michael Myers viva apartado del pueblo está bien: tampoco hace falta que sea el vecino que siempre saluda y luego mata. Pero que la película dé de él la imagen de un pelele tampoco es acertada. Porque Michael Myers es un mito, irreal, pura ficción, y como tal no puedes reírte de él. Te mata antes de convertirse en el hazmerreír de la historia. Esa idea no es buena.
Y en medio de todo este desmadre, nace un nuevo relevo. Y esa idea sí es buenísima. David Gordon Green, director responsable de La noche de Halloween y de Halloween Kills, termina su trilogía de Michael Myers con una aportación brillante. Lo malo es el uso, como concepto, de esa aportación: arrinconar al mito para forjar otra leyenda basándose en el mito arrinconado. Es arriesgado. Puede que algunos espectadores lo aplaudan pero será comprensible que otros no lo hagan.
Y Laurie Strode está en medio de todo, mirando, observando, vigilando, analizando. No le cuadran las cosas, no le gusta lo que intuye. Y hace bien, porque tiene razón, aunque no la escuchen. Pero será ella la que, como Final girl de la saga, haga frente a lo inevitable. Y eso también está bien. Mito frente a mito. Lo ha hecho siempre y Laurie Strode lo volverá a hacer.
Halloween: El final no es una película de miedo. La primera, la original, tampoco lo era, la mítica cinta de John Carpenter, de la que la presente bebe hasta el punto de hacerle múltiples homenajes. Si tienes reciente La noche de Halloween cuando veas Halloween: El final, mejor, porque la vas a disfrutar mucho a ese nivel. Una se refleja en la otra, y resulta muy divertido asistir a ese paralelismo.
En su conjunto, Halloween: El final es una película curiosa que gracias a la nostalgia de la historia de la que proviene, a su personaje femenino mítico, que ya conocimos en la primera entrega y a la música de John Carpenter sin la cual Halloween y Michael Myers no serían los mismos, gracias a todos estos elementos que forman parte del ADN de la saga, asistimos a una entrega que nos ofrece algo nuevo y que no nos va a dejar indiferente.
Silvia García Jerez