FALLEN LEAVES: Amor y humor en Finlandia

Fallen Leaves es la historia de Ansa (Alma Pöisti) y Holappa (Jussi Vatanen), dos personas solitarias que se encuentran en la noche de Helsinki, en concreto en un bar de karaoke. Los dos, con sendos amigos que también quieren tener compañía, están sentados en mesas vecinas, aún sin conocerse. La conversación surge de manera inmediata entre los cuatro pero sólo Ansa y Holappa consiguen conectar. Deciden ir al cine y a la salida ella le da su teléfono. Pero él en seguida lo pierde. Y no sabe ni cómo se llama ella. Lo tiene complicado para encontrarla de nuevo, pero el tesón, por parte de ambos, hará buena parte del trabajo y podremos continuar sabiendo de éste particular romance al que le quedan aún muchos capítulos por desarrollar.

Y todo en una hora y veinte de metraje. Con lo acostumbrados que estamos ya a las más de dos horas de media, sentarte en una sala que va a proyectar una película tan cortita y que cuenta tantas cosas, es una gozada. Una gozada y un placer, porque es una película deliciosa.

Fallen Leaves es el último trabajo del finlandés Aki Kaurismäki, un hombre que lleva en el oficio desde comienzos de los años 80 fascinando a crítica y público tanto en festivales internacionales como en los estrenos comerciales de sus películas. Nubes pasajeras, Un hombre sin pasado, El havre y tantas otras gracias a las cuales se ha convertido en un director clásico del cine europeo.

Ansa (Alma Pöisti) dándole su teléfono a Holappa (Jussi Vatanen) 
a la salida del cine en la noche en que se conocen en Fallen Leaves
Ansa (Alma Pöisti) dándole su teléfono a Holappa (Jussi Vatanen)
a la salida del cine en la noche en que se conocen

Este nuevo título tiene, de nuevo, su sello. Cine seco y directo, lleno de música, humor y situaciones surrealistas. Es fabuloso comprobar hasta qué punto domina las escenas más sobrias sumiéndolas en diálogos imposibles en boca de sus personajes. Respuestas extrañas que tienen la lógica del contexto pero que en otras manos resultarían un despropósito. No es fácil hacer ese tipo de cine, dominar el humor absurdo, y Kaurismäki lo resuelve con una soltura y una brillantez envidiables.

Actores deliberadamente inexpresivos para que cuando tengan que, pongamos por caso, sonreír, se note más que lo hacen, dándole más contundencia al humor con el hieratismo, caso de ese vigilante en el trabajo de Ansa, que desata la carcajada con su cara impertérrita y ese primer plano que le otorga un divertido énfasis. Y como él, quienes lo rodean. Aunque vengan de partirse de risa y te lo cuenten, como ocurre a la salida del cine. Así que claro, los que nos reímos somos los espectadores.

Porque Fallen leaves es una comedia y funciona muy bien como tal. Pero también es una película romántica… al modo escandinavo de Aki Kaurismäki… y una película muy cinéfila. Y un drama, porque no se olvida de sus vecinos rusos y la guerra de ucrania, siempre presente en las noticias que escuchamos en el transistor de la protagonista. Todo ello en un ambiente muy frío, helado, en un film en el que amor es lo único capaz de dar calor. El amor y el alcohol, al que Holappa es adicto, trayéndole unos cuantos problemas y perjudicando la trayectoria de la relación con Ansa.

Fallen leaves toca muchos temas, nos habla de muchas cosas, desde ese alcoholismo que es conveniente dejar hasta de la cinefilia de unos personajes que nos caen bien desde que los conocemos. Son adorables, con sus virtudes y sus defectos. Sólo son personas solitarias en busca de alguien que las quiera y es fácil identificarse con ellos, tanto si tienes pareja como si no.

Aki Kaurismäki trata a sus personajes siempre desde el cariño. No los maltrata, sólo expone cómo son y lo que son. No los juzga, nos los muestra, y con ellos realizamos el camino por una relación turbulenta que no deja nunca de ser enternecedora. La frialdad de su forma también ayuda, porque donde hay broncas sigue sin haber una voz más alta que la otra. Aquí no hay gritos, si se tiene que echar algo en cara, se echa. En nuestra cultura, llena de pasión hacia lo que expresamos, nos resulta raro. Por eso funciona tan bien el humor, por contraste. Aunque no siempre vamos a reírnos de lo que vemos en la pantalla: en Fallen leaves pasan cosas dramáticas cuya respuesta no es la risa, sólo la encontraremos en esos otros más cotidianos en los que el hieratismo se conjugue con el surrealismo. Porque para nosotros ese hieratismo no tiene sentido y nos reímos por ello.

Como si de una película de Woody Allen se tratara, Fallen leaves es corta, cuenta muchas cosas y nos deja con una sonrisa en la boca. Habremos pasado por situaciones más dolorosas que otras, por momentos agrios, dulces y otros de transición hacia ambos, pero lo importante es que el conjunto forma una gran película, de esas a las que volver como hacemos con los clásicos, porque aunque ahora se estrene será un título que guardaremos entre nuestros favoritos, entre los que al ver su carátula nos entrarán ganas de ver de nuevo.

Silvia García Jerez

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