ESA SENSACIÓN: hablan sus directores

Esa sensación es un film sobre historias cotidianas con ese toque fascinante que mezcla la diversión con la reflexión, algo que deberíamos encontrar más a menudo en el celuloide y que tantas veces nos escamotean narraciones más intensas que obtienen peor acogida. Sus responsables son Juan Cavestany (Dispongo de barcos, Gente en sitios), Julián Génisson (director de La tumba de Bruce Lee y visto como actor en Gente en sitios) y Pablo Hernando (director de Cabás), y con los tres habló La Cronosfera en un muy cinematográfico emplazamiento: la librería Ocho y medio de Madrid, a la que rodean algunos de los cines más emblemáticos y con más prestigio de la ciudad.

Un momento inolvidable de ESA SENSACIÓN
Un momento inolvidable de ESA SENSACIÓN 

La Cronosfera.- Esa sensación es muy surrealista pero contiene mucha lógica, en la línea que ya se planteaba en Dispongo de barcos.
Juan Cavestany.- Dispongo de barcos es muy distinta, aunque sí que les une ser un cine muy desprotegido de todo. Yo es que esta película no la veo surrealista.
Julian Génisson.- Yo estaba pensando en que cuando alguien dice algo que se sale del tiesto los demás no están convencidos porque se sorprenden.
J.C.- Claro.
J.G.- En una historia surrealista todo el mundo jugaría a lo raro que es todo sin que nadie se dé cuenta de qué es lo real. Eso es súper naturalista.
J.C.- Claro, son pequeños desajustes pero muy normales.
L.C.- Hay un momento que me llama mucho la atención al respecto de lo que se está diciendo aquí. En el baile, el chico le pide a la chica que le cuente si se lo está pasando bien porque él a sí mismo no se ve. Eso es perfectamente lógico.
J.G.- Pero si hay espejos en las discotecas (Risas)
J.C.- A mí me parece que esa es la pregunta. Esa es una pregunta que formuló Julián hace tiempo, cuando estábamos en otro proyecto, en una obra de teatro que hicimos y en ese contexto, en un momento dado vino y dijo: ¿nos los estamos pasando bien? Desde aquel momento nos obsesionó esa pregunta. Nos obsesionaban mucho también todas las cosas relacionadas con la obligación del disfrute, la obligación de las sensaciones buenas, del consumo apetecible, del «te lo vas a perder». Todo esto, y esa frase, es uno de los gérmenes de la película, esa pregunta, que me parece esencial. Saber qué está sintiendo uno.
L.C.- Uno de los gérmenes, ¿cuáles son los otros?
J.C.- También está el hecho de que Pablo un día descubrió un documental sobre mujeres que se friccionan con cosas.
Pablo Hernando.- Sí, vi un documental en Youtube sobre mujeres que tienen relaciones amorosas con objetos, se lo pasé porque pensé que les iba a gustar, y Juan me dijo que había pensado en que hiciéramos los tres una peli con una historia de cada uno, y que la mía podía ser sobre este tema.
L.C.- Esa historia es muy sorprendente, ¿es la que resaltaríais como la más importante?
J.G.- No sé si más importante, pero cuando nos pusimos a montar la película tuvimos una intuición casi desde el primer día, de que al juntar las historias, que siempre quisimos hacer de forma alterna, no queríamos que fueran una detrás de otra, sino mezclarlas, hubo una intuición muy clara de que teníamos que arrancar y que concluir la película con esa historia. Y sí que tiene, más que carácter de importancia, carácter de suelo de todo.
P.H.- Yo creo que también. Como es un único personaje, y la película está muy fragmentada, da más la sensación de cimiento, de pegamento a todo, por eso, porque es el punto al que vuelves todo el rato.
J.C.- Es que es una historia que tiene un cartel muy claro. La de Julián y la otra no tienen un cartel tan claro.
J.G.- Sí, es una historia de amor, que siempre está por encima de las demás. (Risas) No, lo digo sin coña, como estrategia de marketing, había que acabar con una historia que es muy tierna, muy bella y muy triste. Solitaria pero con una cosa esperanzadora al final, muy sensorial. Está bien, porque las otras dos se cierran más en falso. Aquí hay una paz y es perfecto.
L.C.- ¿Cómo se convence a una actriz para que tenga sexo con las cosas, no siendo Cameron Díaz?
P.H.- En El consejero, sí.
J.C.- Una botella de vino y… (Risas)
P.H.- Lorena Iglesias es amiga y le hablamos acerca de de qué iba a ir la película, y en cuanto salió esta historia, que es mi parte, era muy evidente que iba a ser Lorena, porque la conocemos y sabemos que le pega el personaje. Tiene las herramientas necesarias para hacer eso perfectamente y hay una relación de confianza. Ella es un poco punky, en el sentido de que incluso a un rodaje sin medios se apunta. Si tiene que hacerlo lo hace, y le da igual. Luego se arrepentirá. (Risas)

Bárbara Santa Cruz, una de las intérpretes de este film
Bárbara Santa Cruz, una de las intérpretes de este film

L.C.- ¿Y cómo fue el rodaje con Bárbara Santa-Cruz, posiblemente el rostro más conocido del reparto?
J.C.- Fue facilísimo. Es una tía volcada, generosa, a la que yo conocía pero con la que no había trabajado nunca, y ella siempre había querido meterse en una liada de estas y cuando supo que estábamos haciendo la película y la llamé para preguntarle que si quería intervenir, se lanzó de cabeza y fue muy fácil. Tiene una escena muy fácil, que mecánicamente no tiene ningún misterio, porque está en el ginecólogo pero está vestida, y lo pasamos muy bien. Nos reímos mucho. La montamos de un día para otro. La llamé, le pregunté que cuándo podía, hablé con la clínica y lo hicimos.
L.C.- ¿Cómo ha sido la dirección de la película?
J.G.- Cada cual ha dirigido una historia pero nos hemos ayudado. Pablo fue mi cámara, yo le sujetaba reflectores, vigilaba las mochilas cuando Lorena y él estaban rodando que ella acariciaba alguna cosa. Juan nos prestó su coche. Y me ayudó con el casting.
J.C.- Sí, y ellos a mí son el sonido. Cada uno ha dirigido una parte, realmente, con su cámara y su planteamiento. Con sus decisiones de cámara y de actores, y luego nos hemos ayudado en la logística y la práctica. Nos teníamos a mano, muy cómplices, pero cada uno tomaba sus decisiones sobre su historia y sobre cómo rodarla.
L.C.- ¿Qué ha sido lo más difícil en el rodaje?
P.H.- Para mí lo más difícil ha sido el calor, porque lo rodamos el verano pasado. Y lo digo totalmente en serio, no es una anécdota, yo lo pasé muy mal. Estaba de muy mala leche todo el rato y creo que rodé peor porque me quería ir. Fue muy desagradable. Además, había muchos exteriores y estábamos al sol.
J.G.- Yo lo mismo.
J.C.- Lo del agua, ¿no?
J.G.- Bueno sí, y además yo tenía un brazo escayolado y estaba muy limitado por el calor. Y luego también la escena acuática, que ahí no me podía meter. Y tuvimos un problema para rodar eso porque fuimos una vez a La Pedriza y el agua estaba congelada y yo veía que el actor se iba a morir de algo, de estas enfermedades de actor. Tuvimos que cancelar eso. También teníamos una escena en una iglesia y no teníamos permiso, y ahí fue complicado. Pero por suerte los vigilantes de las iglesias no son como los de las discotecas, tienen un punto de «¿qué es lo peor que me puede hacer? Nada», pero aunque eso fue un poco difícil todo fue muy orgánico. La idea surgió rápidamente, nos pusimos manos a la obra, rodamos bastante rápido comparado con una producción cualquiera y a lo mejor en el montaje hubo más debate, o más tiranteces, pero nada del otro mundo.
J.C.- Sí, dificultades, las de rodar con poco, que a la vez es una ventaja, por eso las dificultades que nombramos son las de pensar qué nos ha costado. A mí me costó mucho una escena que rodé dos veces porque a la primera no me salió. A la segunda no es que no me guste sino que creo que no he conseguido lo que quería y era difícil volver a rodar algo tan liviano que no se acaba de notar. Es la escena en la que están con mucha prisa los dos andando y no llegan y una persona introduce una cosa que va a la contra de esa prisa, y que es otro tema, que es lo de los negros. Esa escena costó mucho porque era como un pequeño cortocircuito, pero muy leve. A mí, ante ese tipo de dificultades me apetece hacer otra peli para contar eso mejor.
L.C.- ¿Cuál es el mayor reto a la hora de llevar a cabo una película como Esa sensación una vez se concibe?
P.H.- Fue un milagro que encajasen bien las historias porque no era algo que hubiéramos planificado mucho, la forma que fuera a tener la película cuando estuviera toda montada. Cada uno tenía clara su parte y las historias estaban escritas con formato bastante cerrado, pero es algo que luego en el montaje podía haber salido muy mal y cuando lo ensamblamos quedó muy bien y funcionaba. No sé si tuvimos suerte o fue un milagro. Y luego hubo que trabajar para pulir los últimos veinte minutos, pero yo creo que en el montaje ha estado el reto.
J.C.- Sí.
J.G.- Sí. Bueno, lo más difícil hubiera sido que ningún actor hubiera querido embarcarse en esto o haber conseguido actores que no fueran capaces de transmitir esas cosas tan pequeñas que dice Juan. Hay muchos momentos en que se juega el significado de la peli en que alguien ponga la carita que hace falta, porque no hay grandes aventuras, son cosas muy cotidianas y muy pequeñitas que si alguien no lo transmite, la película es un desastre. Pero una vez más tuvimos suerte de tener amigos actores, conocidos, que lo dieron todo y que en ningún momento se plantearon hacia dónde vamos, cuándo pagáis, por qué el catering es tan malo… El problema principal hubiera sido un problema que no tuvimos, o sea, que no ha habido problemas. Sí, ya está bien del miserabilismo del cine, de que seamos unas víctimas. No, está todo bien.

Silvia García Jerez

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