EO: En los ojos del burro
EO es un burrito. Monísimo. Lo ves y enamoras de él. Pero hay quien solo lo ve como un animal que explotar como espectáculo en un circo, y aunque lo trate bien y lo quiera, la ley lo prohíbe y no es posible que el burro siga estando ahí.
Tras sacarlo de allí, el pobre comienza un periplo por Europa que lo lleva desde su originaria Polonia hasta Italia pasando por penurias que comprenden la indiferencia y el maltrato dependiendo del momento y de a quién se vaya encontrando. También habrá gente buena en su camino, pero al burro no le queda más remedio que seguir adelante, hasta que logre hallar una casa en la que estabilizarse.
EO se titula así porque es el nombre que le da su dueña en el circo. Y se lo da porque EO se pronuncia en polaco como un rebuzno: IO. Y con este título y un cartel de lo más sugerente, con el burrito asomando la cabeza y mirándonos con descaro -y una pizca de tristeza- sobre el fondo rojo que tan significativo será en la película, EO se presentó en el festival de Cannes, conquistó a la crítica y al jurado, ya que le dio el premio que lleva su nombre, y continuó caminando hasta ser la enviada por Polonia al Oscar 2023. Y ya está ganando premios de la crítica norteamericana.
Y no es para menos. Lejos de merecer la burla de quienes consideren que una película protagonizada por un burro y vista a través de sus ojos no es digna de proyectarse en una sala, la película consigue que desde su inicio nos aferremos a él como si de un personaje humano se tratara. Porque aunque no lo sea, como humanos que somos sí nos duele el maltrato animal. La raza humana se siente muy cercana a los animales, de hecho buena parte de la población tiene perros y gatos como mascotas principales y hay quien cuenta con granjas en las que a lo mejor burros no, pero caballos y otras especies sí viven en ellas. Es decir, animales y personas comparten habitat con absoluta normalidad.
No es normal, por otro lado, que un burro protagonice una película, pero si la historia está contada desde su punto de vista y asistimos a cómo es tratado a lo largo del metraje, el hombre puede, fácilmente, ponerse del lado del animal. Así, EO, es objeto de nuestro cariño y queremos que le vaya bien. Y no siempre le ocurre. Así que nos sentimos mal por él cuando no lo reciben como nos gustaría.
En eso radica la grandeza de la propuesta. Jerzy Skolimowski, su director, nos hace empatizar con EO, y nos encanta ser sus vigías, estar a su lado, que es lo mismo que apoyarlo. Y lo logra gracias a una dirección impecable en la que cuando hay que estar cerca del burro lo estamos, siendo incluso testigos de sus lágrimas, y cuando hay que darle espacio lo seguimos a distancia, paseando junto a él por esos paisajes tan impresionantes.
Y la fotografía que firma Michal Dymek. Esos rojos que nos remiten siempre a las luces estroboscópicas del circo donde lo conocimos, cuando él era feliz con una dueña que lo apreciaba. El rojo en el recuerdo, en los atardeceres del bosque, en el deseo de volver a lo que quedó atrás.
EO es una película preciosa, de las que se disfrutan mientras se están proyectando y de las que ganan en el recuerdo. Es un Babe, el cerdito valiente con alma de cine real, sin diálogos entre animales, únicamente con las miradas y los gestos que se hacen entre ellos. Como si estuviéramos en la granja y los viéramos interactuar. Por eso, además de preciosa también es muy dura, porque la ternura es aplastada por los acontecimientos que se suceden, que no se detienen. Que no tienen consideración con un burrito monísimo. Y por eso, también, EO ha llegado para quedarse en nuestros corazones. Y en nuestro recuerdo.
Silvia García Jerez