ESTADO IMPURO: Secretos y mentiras
Estado impuro es la ópera prima de Arturo Prins. Y que ruede muchas películas más. Porque este primer acercamiento al largo le ha quedado digno de alabar. En él, un apicultor, Daniel (Gonzalo Velasco) invita a su casa de campo a un par de parejas de amigos, dos matrimonios tradicionales, aparentemente felizmente casados, para compartir un fin de semana agradable, en el que comer al aire libre y charlar entre conocidos.
Lo que ninguno de ellos sabe, y Daniel no les cuenta, es que en breve llegarán Alexandra (Stephanie Troyano) y Jacobo (Ull Galindez), que son pareja aún siendo Alexandra pareja de Daniel. Esto desconcierta a los demás, pero lo que desconocen por completo es la propuesta y el verdadero propósito de la reunión que los ha llevado allí.
Estado impuro es un canto a la libertad sexual, al poliamor, a no quedarte con las ganas de besar a esa persona que te atrae. Un canto, una utopía, porque en la vida real te llevas la bofetada que imaginas… si no algo peor. Pero es que Estado impuro también habla de eso, de que vivimos en una sociedad que nos ha enclaustrado, que nos ha obligado a estar solo con una persona, que nos ha inculcado una monogamia que la naturaleza del hombre, del todo animal, hace que sea imposible de cumplir.
Y sufrimos. Y deseamos. Y no puede ser. Y a quien pasa una noche loca se le mira mal. Aunque si se trata de un hombre, las cosas no son tan radicales, con un hombre hay margen, pero la mujer es una puta. Puro machismo que debemos superar.
Estado impuro es una coproducción de España con Argentina, rodada a las afueras de Buenos Aires, en una casa de campo en la que todo es posible, hasta que las mujeres lleven la iniciativa y sean dueñas de sus cuerpos y de sus deseos, para desesperación de sus maridos, machistas a su pesar, porque ellos creen que no lo son porque la sociedad siempre les ha sido que actuar de esa manera es lo normal . Y quiénes somos las mujeres para cuestionarlo. O quiénes éramos, porque el mundo ha cambiado, acéptenlo, chicos.
Estado impuro, en sus dos horas y veinte de duración, es una exposición del encorsetamiento social, un repaso por el pasado de la concepción social de la pareja, que sigue estando muy presente, tanto que queda patente en la mentira de quien fanfarronea con la ilusión de liarse con una u otra mujer, varias a la vez si pudiera ser, pero que a la hora de tener la oportunidad real de hacerlo ya pone otra cara. Y otro tono. Y lo que sea necesario. Porque eso está mal. Lo desea pero se reprime. No está bien, aunque qué bien estaría…
Yo interpreto ese título como una doble lectura. El Estado impuro que no te permite ser sincero contigo mismo, que te oprime y te pondría una multa por hacer lo que no debes, y ese Estado impuro personal, íntimo, que te hace sentirte mal por querer algo que culturalmente te está vetado. Ninguno de los dos son bienvenidos si indagas en tu mente y admites que querrías besar a aquella persona casada, o con pareja, o simplemente alguien que deseas sin saber su estado civil. La represión en sus múltiples facetas.
Arturo Prins la lleva hasta el límite, y lo hace generando tensión, una presión cada vez mayor sobre personajes masculinos que no admiten que sus mujeres están más liberadas que ellos. Lo que empieza siendo una comida campestre más o menos normal, con las bromas habituales entre parejas, se va convirtiendo en algo más intenso. Y más erótico. El giro que se produce cuando Alexandra sufre un percance que los pone a todos en vilo es el detonante para que salgan a la luz los secretos y las mentiras de los matrimonios, demasiado convencionales para la situación que se les ha planteado.
Con qué naturalidad trata Arturo los temas que van surgiendo. Es precioso ser testigo, como espectador, de los cambios internos de cada personaje, todos asumiendo una realidad para la que no estaban preparados.
Y cómo introduce el erotismo. Contiene una de las escenas eróticas más bellas del cine de los últimos años, y rodada con esa misma naturalidad con la que todo se desarrolla. La película sube de tono y el drama se torna en thriller. Una reunión campestre perfecta. Es una lástima que Estado impuro solo se estrene en 7 salas de toda España, pero tiene hechuras para convertirse en una película de culto. Y debería conseguirlo.
Silvia García Jerez