EN LOS MÁRGENES: El otro viaje

En los márgenes no hay margen. No hay sitio para los menos favorecidos. Todo son problemas para ellos, no hay ayudas, si acaso, la caridad, en este lodo de precariedad.

En En los márgenes se cuentan tres historias. Uno de los personajes que habita en una de ellas, Raúl (Christian Checa), hijastro de Rafael (Luis Tosar), tiene prisa por llegar pronto a que lo recoja el autobús. Se va de viaje con sus compañeros de clase y es súper importante que sea puntual, pero su padrastro, un hombre entregado a las causas sociales, ve cómo se llevan a una chica que conoce. La Policía ha entrado en su casa y como la niña no sabía contestar dónde estaba su madre, se la han llevado en un coche del Cuerpo. Rafael les lleva una bombona pero no termina el recorrido, ve que se marchan con la niña y no se lo piensa. Comienza a buscarla. A ella y a su madre.

Por supuesto, aunque Rafael le ha prometido a Raúl que lo llevará al punto de encuentro con sus compañeros, llegan tarde. Adiós viaje. Pero para Raúl comienza otro, mucho más intenso y trascendental, acompañando a su padrastro por su periplo intentando dar con el paradero de las chicas. Y descubriendo lo que hay detrás del mundo acomodado en el que él vive con su madre (Aixa Villagrán). No todo el mundo tiene la oportunidad de irse de viaje con sus amigos. Hay quien está a punto de perder la custodia de su hija. O su propia casa.

Esa es la historia de Azucena (Penélope Cruz), una trabajadora común, en un supermercado, a la que el dinero no le llega para casi nada, incluso juntando el que gana su chico, interpretado por Juan Diego Botto, un inmigrante argentino que hace lo que puede en las obras en las que trabaja. Pero aún así no tienen suficiente para pagar la casa y les van a desahuciar.

La tercera historia de En los márgenes es la de Teodora (Adelfa Calvo), una mujer que intenta contactar con su hijo a toda costa pero éste nunca le coge el teléfono. Está muy ocupado, ella lo entiende y así se lo cuenta a quien le pregunta por el barrio. Su hijo trabaja fuera, es un hombre próspero y no puede atenderla. O eso es lo que ella cree, aunque la realidad de su hijo dista mucho de ser esa.

Christian Checa y Luis Tosar son hijastro y padrastro en esta ficción tan real. En los márgenes
Christian Checa y Luis Tosar son hijastro y padrastro en esta ficción tan real

En los márgenes nace de una petición: la que le hizo Penélope Cruz a su amigo Juan Diego Botto, al que conoce desde el rodaje de La Celestina (1996), de que escribiera algo para que ambos rodaran. La noche en la que la actriz vio el montaje teatral de Una noche sin Luna (actualmente de gira por España), que dirige el actor Sergio Peris-Mencheta y de cuyo texto, además de interpretarlo también es autor Botto, Penélope quedó tan impresionada que al acabar fue a felicitar a su amigo y a pedirle que creara algo para volver a colaborar tantos años después.

Parece ser que a Botto no le salió nada que le convenciera y después de mucho trabajo sin algo que presentarle a su amiga se sumó al proyecto Olga Rodríguez, periodista especializada en temas sociales y, por su lado, Penélope también estuvo indagando en historias de mujeres a las que hubieran desahuciado, con problemas familiares a raíz de su situación de exclusión. Y entre los tres dieron con las historias que han conformado En los márgenes. Y Penélope, además, quiso producirla.

Por lo tanto, la ópera prima de Juan Diego Botto, quien la dirige porque también Penélope lo convenció para que se estrenara tras las cámaras, es fruto de mucha investigación y no está basada en tres casos concretos sino en un mosaico de hechos reales que hielan la sangre y que hay que enseñarle al público. No todo el cine es entretenimiento palomitero, también la denuncia social es deber de un arte que a veces nos muestra la vida de quienes peor lo pasan. Y hace muy bien en exponer aquello que no siempre queremos mirar.

Lo malo de En los márgenes es lo evidente que es, lo subrayada que está, lo retorcido de cada historia, de cada minuto, de cada plano, para hacernos sentir fatal. Lo que cuenta ya es lo suficientemente dramático como para no subirle innecesariamente el tono. Si lloramos toda la película que sea por lo bien hecha que está, por cómo transmite su mensaje y por cómo lo recibimos, con un sentimiento recíproco de dolor. Aquí éste se muestra insistentemente y eso no significa que vaya a ser más efectivo. De hecho, sin que llegue a ser una mala película, porque es magnífica, podría ser una joya si alejara de ella todo aquello que fuerza, toda su maquinaria lacrimógena, que pesa como una losa, no dejando respirar al conjunto, sumergiéndolo en la tragedia y estirándola tanto que en lugar de hundirnos solo nos conmovemos. Que no está mal, pero de una película así esperamos puro desgarramiento y lo que consigue es producirnos una desazón que no es equivalente al infierno que viven sus personajes.

Los desahucios son uno de los temas fundamentales de la película En los márgenes.
Los desahucios son uno de los temas fundamentales de la película

Luis Tosar, protagonista absoluto del film, está espléndido, incluso soberbio. Ni un pero se le puede poner a su trabajo salvo el hecho de que sea un perfil de personaje que ya ha hecho antes, que domina y que borda. Lo que no esperamos es lo que hace Penélope. No se puede estar más inmensa. Su acento de mujer de clase baja, del sur de Madrid, su forma de andar, de moverse. Su Azucena es mil Azucenas. Se mete en la piel de esta trabajadora sin futuro de una manera que nos atrapa, haciendo que la acompañemos en su viaje a las profundidades de la sociedad con auténtica admiración. Es una de sus mejores interpretaciones. De ella lo peor es que no aparezca más en la película. Su papel es secundario pero nos ofrece momentos tan intensos como la bronca que tiene con su marido, que debería enseñarse en las escuelas que a las próximas generaciones de actores. Simplemente sublime.

Mención aparte merece Adelfa Calvo, actriz que aunque había aparecido en La voz dormida, La isla mínima o A cambio de nada, se reveló cuando se transformó en la portera de El autor y ganó el Goya a los 55 años. Así que ya la conocemos y en En los márgenes se merece aún más el Goya que antes. Su esperanzadora e insistente madre, intentando hablar con su hijo sin conseguirlo nos deja perplejos. Nos sacude. Y se queda en nuestra memoria. Qué puede haber más bonito para un actor.

Lo mismo ocurre con Christian Checa, al que se ha visto en la serie Vamos Juan o el año pasado en Las consecuencias, pero es ahora cuando nos fijamos en él. Su papel del hijastro de Luis Tosar, permanentemente enfadado por no haberse podido ir de viaje es fabuloso. Su arco dramático, aunque evidente, no deja de llamar la atención. Sí, podría vocalizar un poco más para que lo entendiéramos mejor, porque en ocasiones no sabemos bien qué dice, pero lo que le ocurre es un patrón con el que todos podemos conectar. Y lo hacemos.

Como con el resto de la película. En los márgenes es un acertado acercamiento a las experiencias de personas a las que vemos en Telediarios e informativos y a las que no prestamos demasiada atención. Miramos para otro lado, pero como le dice Rafael a Raúl, en cuanto lo ves ya no puedes no mirar, porque está ahí y hay que hacer algo. Juan Diego Botto lo ha hecho: ha metido una cámara en varios casos (son esos pero podrían haber sido otros) y nos involucra con sus personajes, con sus problemas. Son reales, es la calle, son los márgenes de la sociedad, es lo que le ocurre a tu vecina, aquello de lo que nadie está exento. A lo mejor no podemos hacer más, o no sabemos qué hacer, pero está claro que estar al tanto también es importante y En los márgenes nos lo pone fácil para que no lo olvidemos.

Silvia García Jerez

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