ELVIS: El rey y su manager
Elvis es la nueva película de Baz Luhrmann, director de Moulin Rouge!, quien desde su versión de El gran Gastby (2013) no había vuelto a rodar una película. Y la anterior a la que protagonizó Leonerdo DiCaprio fue Australia, con Hugh Jackman y Nicole Kidman, allá por 2008. Baz se toma su tiempo para hacer películas. Algunos dirían que es una lástima que no haga más, pero lo cierto es que su cine es tan agotador que a quienes no lo disfrutamos tanto no nos vienen mal tiempos tan largos.
Elvis entra también en esa dinámica de poca contención, de cine excesivo, que solo le salió bien con Moulin Rouge! y que aunque la presente tenga también mucho de musical, por razones obvias, en realidad no pertenece al género. Es un drama con canciones. Las canciones de Elvis Presley.
El rey del rock, como fue apodado y como se le sigue llamando, porque su legado es leyenda, desde pequeño fue un niño superdotado para la música, pero su voz, de cantante negro, su estilo, totalmente vanguardista, su imagen afeminada y la manera que tenía de moverse, hoy parte de su grandeza, entonces tachada de auténtica obscenidad, hicieron de su camino a la fama un calvario para las autoridades y para su casa de discos, la RCA.
Todo ello lo cuenta, en voz en off y en primera persona, el que fuera su manager, el Coronel Tom Parker (Tom Hanks), quien descubre a Elvis (Austin Butler) desde sus comienzos y decide perseguirlo por los locales donde toca para conseguir representarlo. Y lo haría hasta el final de la vida del mito, al que sobrevivió en condiciones lamentables.
Luhrmann, además de dirigirla escribe su guión con la colaboración de Sam Bromell, Craig Pearce y Jeremy Doner, cuatro personas para elaborar un texto tan poco acertado, confuso y excesivamente largo. Más de dos horas y media de película que se hacen innecesarias, sobre todo en la primera parte, donde lo visual le gana la partida a lo narrativo, haciendo del comienzo un arranque extraño que no nos deja meternos del todo en la historia.
Pero una vez situados en ella nos damos cuenta de que este Elvis es poco Elvis. Es más el Coronel que narra su ascenso a la fama. Una historia planteada a modo dual, como si fueran los protagonistas de los cómics que tanto le gustan a Elvis. Superhéroe y villano. Esa es en realidad la base que plantea Buz en su película. Y de ese modo, la música se queda de lado, y la estructura de la cinta se focaliza en lo que el Coronel proyecta, porque es su punto de vista, con lo que la progresión de la carrera del genio queda en un segundo plano y la seguimos con menos rigor que si se tratase de un biopic al uso.
Lo bueno de Elvis es lo fabuloso que está Austin Butler interpretándolo. Más que dándole vida en la pantalla, pareciera revivir al mito. Es asombroso hasta qué punto llega a fundirse con el cantante. Una nominación al Oscar estaría del todo justificada.
Lo malo es todo lo demás.
Como digo, narrativamente hablando es tremendamente confusa. Para empezar, en el tramo inicial hay momentos en los que no tenemos claro si el Coronel ha conseguido ya ser su manager o aún lo está intentando. Para continuar, la voz en off, excesivamente presente, nos cuenta cosas que igual no son importantes, y se supone que la voz en off se utiliza para resaltar lo que de verdad lo es. Y luego está el hecho de no saber muy bien en qué momento de la carrera de Elvis nos vamos encontrando. Para ser la historia de un cantante no son fallos menores.
Ya he mencionado que Austin Butler como Elvis está sensacional, no así su oponente, Tom Hanks, un actor superlativo oculto aquí por kilos de maquillaje mal empleado que lo hacen parecer una caricatura. No es creíble su caracterización y nos saca de la película. Solo cuando Hanks interpreta con los ojos uno vuelve a encontrarse al descomunal actor que es, pero son destellos que no le hacen justicia a su talento. Por el contrario, Olivia DeJonge, quien se mete en la piel de Priscilla Presley con una sensibilidad y una sencillez que nos desarma sí está fabulosa.
En cuanto al trabajo de Baz Luhrmann como director, es bastante decepcionante. Visualmente logra una pieza que en el inicio es brillante, con una postproducción muy llamativa que le sirve muy bien a la película para hacernos recordar su obra maestra, Moulin Rouge!, pero en seguida regresa a la narrativa convencional a la que se debe y ahí es cuando empieza a faltarle la garra de la que venía y se vuelve una película plana, sin tono alguno, en la que lo único que nos mantiene pegados a la butaca es la fuerza arrolladora de Austin Butler, que defiende a su Elvis de maravilla.
Solo hay una secuencia, la de la primera actuación en Las Vegas, con el Coronel negociando un contrato en segundo plano, que consiga lo que imaginábamos que sería la película al completo. Ese magnetismo solo lo encontramos en ella. En el resto se desvanece y cuesta localizar elementos que nos hagan vibrar. Elvis como tal lo consigue, es la película la que no lo logra. Y no debemos confundir la presencia del cantante con que la película esté dedicada a él, porque es en lo segundo donde no acierta. ‘Si Elvis funciona la película funciona’ es una afirmación que no hay que dar por hecho.
Las sombras de una narración torpe, de una estética forzada y de una dirección sin rumbo definido no son capaces de alcanzar la luz que Austin Butler sí le da a su personaje. Por eso, en lugar de tener una película luminosa tenemos otra, una oscura con un solo foco alumbrando a la estrella que nos ocupa. El claroscuro de la fama de un artista genial que merece mucho más que una película en la ni siquiera él es su figura central.
Silvia García Jerez