EL REGRESO DE ULISES: Volver a La Odisea

En estos momentos el aclamado director Christopher Nolan está rodando La Odisea, su adaptación a la gran pantalla del poema de Homero, con un reparto espectacular encabezado por Matt Damon, una película que a falta de todo un año para que llegue a los cines, porque su estreno está previsto para el 17 de julio de 2026, ya ha vendido todas las entradas que ha lanzado en IMAX, recaudando un millón y medio de dólares cuando aún se encuentra en su fase de rodaje. Una auténtica locura y más aún si tenemos en cuenta que lo nuevo del director de Oppenheimer se adentra en la literatura clásica y no en la ciencia ficción, como solía ser su costumbre. Es decir, si se tratara de otro director las expectativas de una enorme taquilla serían escasas pero Nolan es un tótem al que ya se le permite todo y además demuestra que es capaz de rentabilizarlo.

Probablemente no será el caso de El regreso de Ulises, de Uberto Pasolini, un acercamiento al universo de La Odisea desde un punto de vista de cine de autor, nada atractivo para audiencias que buscan la acción más comercial posible. Protagonizada por Ralph Fiennes y Juliette Binoche, una pareja que ya coincidió hace casi 30 años, en la oscarizada El paciente inglés, por la que Binoche además, y contra todo pronóstico, se hizo con la estatuilla a la mejor actriz secundaria. Un dúo de auténtico lujo que nos vuelve a dar una película memorable.

El regreso de Ulises cuenta la historia de quien le da título a la cinta, un auténtico guerrero al que todos los habitantes de Ítaca recuerdan como un héroe porque fue entonces cuando se marchó a la guerra de Troya pero desde entonces no ha vuelto, y todos los supervivientes lo echan de menos, entre ellos la reina Penélope, que debe casarse de nuevo y olvidar a su marido, a todas luces difunto, pues no hay noticias sobre su paradero, pero ella no quiere, no olvida, sigue amando a quien fue su amor, y promete que cuando acabe de tejer su mortaja decidirá con quién se casa. Pero lo que Penélope teje de día lo desteje de noche para alargar eternamente el compromiso.

Literatura clásica llevada a la gran pantalla en tiempos en los que quienes más acuden al cine huyen de relatos contados con alma tradicional. Es de imaginar que Nolan hará de su adaptación una obra magna que parezca escrita en la actualidad pero Uberto Pasolini, que nada tiene que ver con Pier Paolo Pasolini, aunque sí es sobrino de Luchino Visconti, ha rodado una joya en clave de cine clásico igual de apabullante que la película que se espera del director de Origen.

Ralph Fiennes interpreta al genio de la batalla de Troya del título de la película

El regreso de Ulises es tan fabulosa que debería proyectarse en un museo. Es un placer asistir al trabajo descomunal de un director que sabe manejar el suspense dentro de una trama que en realidad es puro terror psicológico para los personajes que están implicados en ella. Tempo lento para ir situándonos en una tierra arrasada en la que que ya no queda ni la esperanza, para ir exponiendo ese mapa del espanto que es el que queda cuando una guerra termina para quienes siguen vivos al final de la contienda.

Ralph Fiennes en el papel de un Ulises que no quiere serlo, de un hombre derrotado a pesar de sus logros, nos ofrece una interpretación sublime de un genio de la batalla que no se reconoce ni en la sombra que proyecta. Sus silencios, sus miradas, sus gestos de humano hundido ante sus hechos, nos muestran al mejor Fiennes de los últimos años, y eso que ha tenido interpretaciones sensacionales, como la de 28 años después o la de Cónclave, por la que este mismo año lo han nominado por tercera vez al Oscar en su brillante carrera.

Se ha preparado a fondo para rodar esta película. Por redes sociales podemos encontrar imágenes del actor haciendo pesas para adquirir la musculatura que exhibe en su cuerpo desnudo, porque tampoco le tiene miedo a mostrarse como tal a sus 62 años. Lo importante es el personaje y Fiennes se transforma en él de una manera prodigiosa, asumiendo que hablando o sin hablar se puede transmitir la culpa, y nos la hace llegar incluso con los más pequeño gestos mostrados en pantalla. Y nos hace temblar con el dolor que siente y trata de ocultar pero nos muestra a los espectadores de la forma más delicada y tremenda posible gracias a los claroscuros de una fotografía prodigiosa firmada por Marius Panduru. Siempre fue un actor excelente pero en su madurez está llegando a unas cotas que no hay ya Oscar, por mucho que todos deseen ganarlo, que confirme más su talento.

Y Juliette Binoche. Esa Penélope, amante y sufriente, que no da por perdido volver a ver a Ulises. Se fue pero regresará. Está convencida de ello aunque todo lo que le rodea indique lo contrario, incluso el tiempo transcurrido. Y qué elegancia desprende incluso en la desesperación de que un día más, una noche más, Ulises no haya vuelto. Es una gozada vez a una actriz que derrocha talento con una mirada, con un gesto. Sin estridencias. Menuda pareja, como salida del cine clásico, sigue conformando con Ralph Fiennes tantos años después de su primer trabajo juntos.

Y lo cierto es que El regreso de Ulises es mucho más que un film de actores. Por supuesto, vamos a admirarlos, pero sobre todo nos adentraremos en una historia apasionante, contada con una inteligencia extrema, aumentando poco a poco la intriga pero también el romanticismo de una historia que se perdió en el tiempo pero que en el fondo no quiere dejarse atrás. Y, cómo no, en el presente de un hombre arrasado por una contienda que, al igual que todas, deja una huella imborrable.

De excombatientes y sus traumas hay muchas películas, muchas historias, pero algunas de las que hemos visto tal vez estén más envueltas en una heroicidad que no corresponde con el sentimiento real de los que regresan. Ese poso imposible de erradicar de la memoria está presente en este Ulises de una manera brutal, espeluznante. Es el de un hombre que no se reconoce en aquel que se fue y se tiene pavor porque nunca pensó llegar a ser la persona en la que ha llegado a convertirse. Y una cosa es pensar qué llegarías a hacer en determinadas situaciones y otra haberlo comprobado. Los traumas de Vietnam o de cualquier otra guerra los hemos visto muchas veces pero siempre son distintos porque cada persona los vive a su manera. Y es siempre horrible, no importa qué versión encontremos. También respecto a la de la guerra de Troya, por muy ficticia que fuera.

Por lo tanto, estamos ante una obra colosal del cine. Emocionante, emocional y estupendamente trasladada de la letra escrita a la imagen filmada, dándole una dimensión auténtica a lo descrito por Homero permitiéndonos ver con precisión y enorme belleza lo que con su lectura recreamos en nuestra mente. Momentos espectaculares como los que suceden en el salón del Rey los vamos a ver con admirable veracidad. Una maravilla y un auténtico regalo, sólo al alcance de los paladares más exquisitos que estén dispuestos a apreciar el cine con mayúsculas.

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