El Mayor De Los Desastres
Sí, a tenor de su nuevo comportamiento medioambiental, a la tierra no le hacemos falta para nada: La Tormenta Perfecta finalmente llegó. Sin contaminación en ciudades ni montañas, las desiertas carreteras y los nevados senderos no albergan ya las pisadas de Will, Quim, Mel o Coronado, algo impensable hasta la fecha, siendo esa fauna de la zoología maltratada la que toma el relevo, además con innegable mejor ralea que los destructivos lobos o tiburones de Wall Street, o cualquier otro bichejo enchaquetado sin memoria del verdadero avance evolutivo. Si Darwin levantara la cabeza se liaba a collejas haciendo que las palomitas de los insensibilizados enmoquetaran el suelo de cines y calles.
Algunas playas del planeta azul, superado Lo Imposible, están asistiendo al renacer de especies de tortuga que se creían extintas, y que no fueron criadas, al contrario de lo que muchos piensan, en diferentes épocas, entre vertidos radiactivos y comida rápida, por una rata hecha a sí misma y experta en artes marciales.
Y mientras tanto en nuestra década, poca gracia, el verdadero Chernobyl, que no la reconocida serie, se vuelve a encender radiactivamente por las llamas que lo acechan, y que hacen pensar que los que se creyeron Christopher Lambert cerrando maletas rumbo al conocido como Turismo Negro, al final eran simples mortales con poco sentido de la lógica natural. La madre naturaleza es eso, madre, y como tal sabe dar el zapatillazo donde más duele. ¿A que sí, Godzilla?
Es un hecho, las pruebas son abrumadoras, reconozcámoslo, todo puede empeorar, salir mal o dejarnos en el tétrico rellano de La Puerta Del Cielo, viendo como el box office hace un buen corte de mangas a Cleopatra. Pero no estamos hablando aquí de desastroso veneno de taquilla, sino de ese cine catastrofista en el que se maltrata a la Pachamama desde una esquina de la ciencia ficción, la misma que ahora pide responsabilizarnos de la realidad que vivimos, dejando el celuloide atrás. La madre naturaleza, a la que en su momento consultó una Pocahontas calcada a la obsesiva antiviral Naomi Campbell (¿presagio o casualidad?), está recuperando su lugar, sin necesidad de provocar, al menos por ahora, incidentes ( o igual sí ) como los que le acontecieron al que fuera sucesor de Charlton Heston, Mark Wahlberg, en un Planeta De Los Simios, qué a primeros del presente siglo versionó para la pantalla grande, y con poquísimo acierto, todo sea dicho, el siempre portador de un apocalíptico peinado: Tim Burton.
Siglo XXI, un siglo en el que Roland Emmerich llevó a los cines del globo terráqueo su visión, trufada de marketing intimidante y efectos especiales extremos, de una bien cacareada fecha del calendario maya: 2012. Que teniendo en cuenta los hechos recientes hace inevitable el siguiente preguntón: ¿y si los protagonistas de Apocalypto se hicieron un lío de proporciones bíblicas y resuelta que los conspiranoicos Encuentros en la tercera fase del proyecto blue y las empíricas erupciones volcánicas del Krakatoa acaban haciéndonos pensar que El fin de los días está más cerca de lo que pensamos, y que los responsables de La Cabaña En El Bosque no van a poder hacer nada para evitarlo? Entonces: Houston, La Laguna (Sevilla), tenemos un puñetero problema, y parece que contamos con poco más de 3 días para solucionarlo.
Respirando hondo y cruzando los dedos para que todo lo terrorífico que nos está sucediendo (porque nos está sucediendo y hemos de aprender de ello de cara, ésta vez, a un estupendo día de mañana) acabe lo más pronto posible, aprovechemos entonces pues para hablar desde el prisma lúdico del confinamiento sobre ciertas claves del cine catastrofista. Ahora con un punto de vista más terriblemente realista que el, antaño fantasioso, Estallido de Hoffman y Russo (¡Ahora sí os lo creéis, incrédulos!).
Vamos a ello: Elijah Wood está a punto de descubrir un fatídico cúmulo de estrellas que supondrá un mortal Deep Impact, Bruce Willis y Ben Affleck de ser convocados para posponer ese Armaggedon que nos fundirá a negro (¡Bien por Aerosmith!) o Pierce Brosnan, Helen Hunt, Tommy Lee Jones y Dwayne Johnson, de vérselas contra incontrolable lava en ciudad o pueblo, más de un Twister que arranca de la pantalla de un cine a la intemperie a El Resplandor de Kubrick, además de incontables temblores y escombros provocados por una femenina falla tectónica, que no valenciana, con nombre de santo señor. Todo ello, para dejarnos, por si hubiese alguna ególatra duda, preclaro, brillante como el rayo alienígena que hizo explotar la Casa Blanca, que el ser humano es una diminuta egocéntrica hormiguita justo sobre el asfalto que oculta a la bestia, y en el que acabará derrapando una moto camino hacia el juicio final, en un cada vez más cercano de 2029. Ahí queda eso.
Pues eso, con el miedo en el cuerpo, y antes de que el destino acabe por alcanzarnos hablemos del esqueleto clásico que sustenta al buen cine catastrofista (por si no lo estábamos haciendo ya), ese que siempre juega con cuentas atrás hacia el abismo y personajes pensados para que empaticemos u odiemos, siendo estructura sustentadora ésta de multitud de cubiertas distintas de las que seguro encontramos un buen montón en la biblioteca audiovisual de Nostradamus, de cuyas predicciones, y biografía, por cierto, no pocas películas se han hecho también (o tan mal –por favor, los expertos en ortografía hagan el favor de entender el juego de palabras). La profusa, poliédrica y desasosegante programación de tarde de fin de semana de La Sexta es ya perversa harina de otro costal.
Continuemos, que por tiempo estos días no será. Otro rasgo definitorio del género, que se mantiene incluso en los erróneamente muy efectistas remakes actuales, que ya es decir, al parecer es la necesaria estela de estrellas de fulgor en el reparto, muchas de las veces en decadencia, retiradas o de bajón, que buscan reverdecer laureles, o ampliar los aún existentes, aunque para ello tengan que embarcarse en trasatlánticos dispuestos al giro de 180 grados, con querencia al hielo o perdidos en la oscura noche de los tiempos.
Unos tiempos estos predispuestos, por supuesto, a vivir en ciudades como el San Francisco de 1906, Los Ángeles de 1974 y el 0slo de 2018. Además, igual celebrando fiestas en bares en el ático o surcando el manto azul, o la estratosfera en aviones, o naves, repletas de experimentos que salen mal, falta de chalecos salvavidas, contratiempos de todo tipo, o maleantes sin escrúpulos: Ava Gadner, Richard Deryfuss, Shelley Winters, Burt Lancaster, Olivia de Havilland, Alain Delon, Jack Lemmon, Jake Gyllenhaal y Gloria Swanson, entre multitud de otros, saben bien de lo que hablamos; más bien aquí, de lo que escribimos.
En este punto centrémonos en los escrúpulos, esos de los que carecen los protagonistas del subgénero, dentro del género que nos ocupa, que me acabo de inventar apoyado en los días que vivimos y que denominaré como: gente individual y egoísta provoca apocalípticas situaciones de angustia. Y no, no estamos hablando de mandatarios descerebrados, o sucedáneos, encumbrados por hordas de ‘sin cerebros’. No es éste el momento, es el de películas cuyo peor fenómeno natural revirado protagonista tiene manos para boicotear montañas rusas, aterrorizar a estadios enteros, dinamitar autobuses y ciudades a todo speed, o luchar por un suculento botín en medio de la cólera del viento o el regreso de alados seres mitológicos.
Dicho queda. A los tripulantes de objetos volantes cada vez más identificados, según las últimas informaciones, los dejaremos para mejor ocasión, ya que se tienen que estar partiendo la caja o frotando las manos con cara avariciosa… ¡Dios Santo! (Parafraseando a Molly Brown ante las hélices) ¡Qué largo, ampuloso, y efectista me ha quedado el artículo! lógico estamos hablando de cine catastrofista.
En fin, vayamos concluyendo, pandilla de microbios venidos arriba, dentro de la que me incluyo. Cuando salir a la calle no implique aplicar como método de supervivencia lo recopilado en la saga literaria completa de Suzanne Collins, siendo en ese punto, el punto más álgido de la catástrofe, equiparable a saber que en tu casa del lago las animatrónicas arañas, y pirañas, preparan película, en ese momento, justo en ese, todo habrá pasado, pudiendo volver a ver en la sala oscura cómo la tierra, y los terribles terrícolas, son multi-amenazados, destruidos, vapuleados, desmembrados, derrengados.
Pero no olvidemos que también será momento éste de recordar que la realidad, como la verdad de los expedientes X, está ahí fuera, y que nunca podrá ser guarda en celuloide o plataforma digital. Y no tener esto siempre en cuenta sí que sería el mayor de los desastres. Hagamos lo posible, y más, para que el desastre acabe, como en el cine, cuando la bombilla se encienda.
Luis Cruz