EL BUEN PATRÓN
Los buenos maestros, Aranoa y Bardem
El buen equilibrio entre Fernando León de Aranoa y Javier Bardem comenzó hace viente años en Los lunes al sol.
Tras la madurez del paso del tiempo y de la de carrera de ambos, el cineasta y el actor, ese par de amigos y ya casi familia, se reencontraron en Loving Pablo y ahora con El buen patrón; la acertadísima elección para los próximos premios Óscar, tan exportable por cercana y real, como particular por ser tal esperpento nuestro y tan parodia nacional.
Una excelente comedia con las idas y venidas, personales y laborales, de un empresario que mueve los dineros y las vidas de sus empleados, y dice tratarles como si fueran hijos. Tan encantado de conocerse, como de que le reconozcan cual jefe de una fábrica, Balanzas Blanco, heredada de sangre y sin descendencia a la vista. Todo un patrón, campechano y cuasi carismático, condescendiente y paternalista, que durante una semana y ante la visita de una comisión especial, parece jugar al corre que te pillo detrás de unos y otras como en el patio de un colegio.
Bardem da vida y farsa a este tipo, creando al Señor Blanco entre la mueca, el tic y la sonrisa vacía, resultando tan verdadero y próximo como patético y de coña.
Bardem está de sobresaliente, trabajando cuerpo y voz en cada secuencia para transformarse en Blanco -veremos si en Hollywood, no salta su nombre de mejor película extranjera a mejor interpretación internacional-, y Aranoa, por su parte, es maestro. Pues si Los lunes al sol fueron de los parados –ese drama sobre el desempleo con Concha de Oro, incluida-, El buen patrón es la gran comedia del empleador, ese otro lado de la moneda que ya brilla hacia cualquier galardón.
El buen patrón es una cuenta atrás, desde la risa a la carcajada, hasta el reconocimiento final.
Una semana de nervios y mierda en Balanzas Blanco, ante la llegada de una comisión para valorar la excelencia del sector.
Siete días para conseguir tal trofeo, manteniendo el “esfuerzo, equilibrio y fidelidad”, ese lema familiar expuesto en la fábrica, mientras Blanco a su modo y con sus maneras gestiona un despido con protesta incluida, a una becaria con pasado familiar (estupenda, Almudena Amor), a un amigo en pleno ataque de cuernos entre los envíos y pedidos a realizar (siempre bueno, Manolo Solo), una mujer que parece que no enterarse ni acordarse de nada, y a un guarda jurado (Fernando Albizu) más pendiente de rimar frases hechas para las pancartas del acampado frente a la entrada de la empresa, que de velarla.
Un “buen” patrón que actúa cual ciudadano ejemplar y generoso jefe, regalando entradas para el ballet a sus empleados, o avisando de la presencia unos niños sin escolarizar a las puertas de la fábrica.
Entretanto, ahí están los restantes premios ganados, en una pared bien colocados y con el hueco preparado para el siguiente. Y de soslayo, esas relaciones de los ricos con la política y los ayuntamientos, con el humor siempre de guía -genial el momento sobre las subvenciones “que todas se las llevan los actores”-,
Balanceándose entre el esperpento de Valle-Inclán y La escopeta Nacional de Berlanga, El buen patrón abraza la broma y la ácida ironía en su justa medida, a través de los enredos de ese microcosmos donde nos cruzaremos con el empleado de toda la vida (Celso Bugallo), ya mayor, en el mismo puesto trabajo, y el relevo del operario joven, inmigrante, que es el único que no permite al jefe llamarle hijo -por aquello del color de la piel, dice-.
Sin embargo, pasan las jornadas y la balanza, símbolo del negocio, está más desnivelada. Y están las otras versiones de un mismo hecho. Que no es lo mismo ir de caza con un colega, que cargarle la escopeta -parafraseando uno de los mejores momentos de la cinta-.
¿Estamos en el colegio?”, pregunta Blanco en una de sus conversaciones diarias con el segurata. “Así parece”, contesta el uniformado que rima en asonante y practica el verso libre.
Tal cual, o parecido, pero así resulta.
Pues aunque tratemos de “cosas de críos” quién te cae bien, quién mal, quién te gusta y si pasarás de curso, se dan los mismos celos, envidias, miedos, rabietas y caprichos que cuando de adultos, pero en el lugar de trabajo, añadiendo a la ecuación si te echan a la calle, o si crías cuervos y te sacarán los ojos…
Fernando León de Aranoa, quien se estrenó con Familia, filme imprescindible de nuestro cine, nos regala ahora El buen patrón, que sin problema alguno y en menos de una semana será determinante para el cine español.
Disfrútenla.
El buen patrón es una de esas películas atemporales y para todos los públicos, que siempre se pueden ver y volver a ver, celebrándola.
Mariló C. Calvo