EL BOSQUE DE LOS SUICIDIOS: terror en grado mínimo

El cine de miedo siempre ha funcionado muy bien como género. Propone emociones fuertes ofrecidas en el marco de la ficción para que sean vistas, y experimentadas, desde la confortabilidad de una butaca. Si puede ser en un cine abarrotado, lleno también de los gritos de un público que siente el mismo pavor que tú ante las escenas de mayor tensión, mucho mejor.

Por lo general el terror suele considerarse sinónimo de diversión, menos cuando verdaderamente asusta, que entonces solo puede contar con los más adictos a las emociones fuertes. Y es que a pesar de lo popular que es, no se trata de un género de aceptación inmediata. Si corre el rumor de que un título determinado asusta como debe, buena parte de su público potencial se evapora. Y es comprensible.

El Bosque de los Suicidios

Pero no es el caso de El bosque de los suicidios. Uno de los primeros trabajos cinematográficos como protagonista de la actriz inglesa Natalie Dormer resulta ser un film de terror con un perfil tan bajo dentro del género que aunque la figura de la conocida actriz de la serie Juego de Tronos sirva como reclamo, el conjunto de la obra puede conseguir el efecto contrario al deseado, es decir, que intentando asustar no logre más que aburrir.

En la película, Natalie Dormer interpreta a dos hermanas gemelas, Sara y Jess. La primera irá en busca de la segunda, que lleva unos días desaparecida en un bosque japonés al que quien acude no lo hace con otra intención que no salir vivo de él.
Tal premisa, aparentemente interesante, se vuelve tediosa cuando el guion plantea lugares comunes que no sabe resolver con ingenio. Visiones, apariciones, voces que en realidad no son tales, piezas imprescindibles en cualquier puzzle inquietante que se precie, incluyendo el viaje al sótano de la cabaña que siempre se encuentra en todos los bosques de película.

Pero nada tiene la fuerza que dEl Bosque de los Suicidiosebería. Las obviedades también pueden ser acertadas y reinventar el universo del género utilizándolas con el toque maestro del director que consigue que los elementos manidos parezcan concebidos para su aparición en escena. Fue el caso de James Wan cuando se hizo cargo de Expediente Warren (The Conjuring): pasillos, escaleras, habitaciones, puertas… lo mismo de siempre se volvía más inédito que nunca.

No es el caso de Jason Zada. https://es.wikipedia.org/wiki/Aokigahara, que él dirige, se pierde, como si fuera uno de sus excursionistas, en la maraña de tópicos que ni siquiera funcionan al nivel de una cinta convencional de las que pasan por la cartelera con la escasa expectativa que despiertan. Esta es más bien una película anodina que ni siquiera da lo que promete, si es que de ella se espera algún tipo de desasosiego derivado del género al que pertenece.

Silvia García Jerez

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