La Edad de Tiza: Crecer entre sombras
La Edad de Tiza (Ed. Alfaguara, 2022) es un título formidable. Se trata de la primera novela de Álvaro Ceballos, un madrileño que es profesor de Literatura Hispánica en la Universidad de Lieja, en Bélgica, y que se asoma aquí a ese momento de la Historia de cada uno, ese tiempo que, como él mismo afirma en sus páginas, no aparece en los libros de texto pero que es fundamental para la formación de los estudiantes, la Edad de Tiza, el período que pasamos en el colegio aprendiendo, y, en según qué casos, y ahora todavía más, incluso sobreviviendo.
En La Edad de Tiza el protagonista es Álvaro, un treintañero que tiene que volver a casa de su madre cuando no le van bien las cosas, algo que no tenía planeado porque se suponía que las promesas de prosperidad que les hicieron en el colegio, en su adolescencia, se iban a cumplir. Pero ahí está, de nuevo en el hogar donde creció y repasando esa época, la de principios de los 90, en la que su pandilla de amigos formaba la Agencia Mascarada porque sobre todo Álvaro quería ser detective y todo lo que les ocurría era digno de ser investigado.
De esos recuerdos data uno concreto que lo trae a su presente: una cinta de VHS con un contenido muy particular que se extravía en circunstancias extrañas y que los tiene, a toda la clase, más revolucionados que de costumbre. El Álvaro de entonces y el Álvaro de hoy buscan esa cinta como centro del relato, cuyas imágenes marcaron la adolescencia de la clase y el devenir de los acontecimientos que luego se sucederán. Y siguiendo las pistas que el caso les va poniendo por delante vamos a ir conociendo no solo a sus amigos y a sus enemigos, los matones que todos sabemos que hay en todos los colegios, sino también la manera en la que se educaba en uno concertado. Y no, no es tan idílico como muchos quieren hacernos creer. La Edad de Tiza nos recuerda que crecer tiene sombras. Que ni la infancia ni la adolescencia son tan maravillosas como los adultos nos aseguran y como el ideario colectivo sostiene.
La Edad de Tiza no solo cuenta con un título espectacular. Sería precioso, y muy justo, incluir ese concepto al lado de la Edad de Piedra o la Edad Media, porque también los niños han de lidiar con un sistema endiablado para poder madurar. No se trata solo de que no te guste ir a clase de gimnasia o que no te dejen comprar un helado, hay más cosas, y muchas de ellas ni siquiera queremos contarlas. O no podemos, aunque debamos. Ser un niño es muy complicado.
Lo curioso es que La Edad de Tiza comienza muy bien, de una manera apasionante, incluso. Su narrativa es perfecta, su escritura, brillante. Por momentos es hilarante y la carcajada es inevitable. El capítulo en el que están viendo la cinta sobre la que gira el relato es portentoso. Pero no toda la novela tiene el mismo nivel. Lo que parecía un relato prometedor, se va desinflando y el interés por descubrir qué ha pasado con la cinta deja de ser imperioso para convertirse en una curiosidad.
Es una lástima que el conjunto vaya yendo a menos, que su calidad narrativa también se vea enturbiada por capítulos donde no todo es interesante y en los que parece que el relato se estanque. Pero el mensaje, ese sí, permanece intacto: no solo crecer es una aventura que cada niño contará a su manera, dependiendo de lo que haya sufrido y de a cuántas penurias los haya sometido el grupo menos recomendable de la clase, también que una vez que esa etapa termina y hay que enfrentarse a la vida adulta, puede que nada sea como creímos que sería.
Silvia García Jerez