DOS BUENOS TIPOS: el humor como arma letal
Dos buenos tipos es una de las películas más llamativas de la temporada, y no porque el título sea atrayente, por mucho que suponga una traducción literal del original, sino porque estando protagonizada por dos de las estrellas más admiradas de Hollywood, y tras los aplausos recibidos en el marco del pasado festival de Cannes, el más exigente del mundo cinematográficamente hablando, se ha convertido en una de las cintas más esperadas del verano.
No es para menos. Leyendo los créditos iniciales, elemento que cada vez es más difícil de encontrar al comienzo de las películas, descubrimos que Joel Silver la produce. Arma letal, Depredador, Jungla de cristal, Matrix, V de Vendetta, Kiss Kiss Bang Bang… Podemos ponernos cómodos y disfrutar porque Silver es un maestro en su profesión, algo que corrobora sin despeinarse con un inicio en Dos buenos tipos tan espectacular como inesperado. El cine con el que muchos crecimos sigue vigente.
Ahora nos disponemos a conocer a los dos perdedores con los que nos vamos a estar riendo todo el tiempo. Russell Crowe y Ryan Gosling, en el papel más divertido de su carrera, son unos detectives inútiles, torpes y tan de vuelta de todo que sus desastres, como suele ocurrir en las películas disparatadas, acaban orientándolos en la buena dirección. Su función en esta historia es encontrar a Amelia, una adolescente que se ha metido en el mundo del porno y a cuyo alrededor los involucrados en la película que rodaba han ido muriendo en extrañas circunstancias. Pero que nadie se asuste por el ambiente en que Dos buenos tipos se mueve, porque no puede estar tratado de manera más ligera. El porno es el envoltorio y una vez abierto descubrimos un tema completamente distinto.
Es posible que estemos ante un clásico. La dirección de Shane Black, responsable de Iron Man 3 y de la ya citada Kiss Kiss Bang Bang, permite que nos lo pasemos tan bien como nos habían prometido las expectativas levantadas por los nombres involucrados y por las reacciones observadas. La escena del ascensor o la de Ryan Gosling en el váter, dando una lección a todo ese cine que trata de hacer reír abusando del mal gusto, son momentos que se recordarán en el imaginario colectivo. Además de perpetuar en nuestra memoria a un Gosling superlativo que conviene escuchar en su versión original para captar bien los matices de sus desvaríos.
No sabemos si, como ocurrió con Arma Letal o con Jungla de cristal, habrá secuela o saga, pero lo que sí está claro es que estamos ante un fenómeno de lo que se conoce como el género de la buddie movie, películas de colegas, traducido a nuestro idioma. Porque será conocida, apreciada y admirada. Ya lo está siendo.
Silvia García Jerez