CINCO LOBITOS: La maternidad no es algo tan bonito
Cinco lobitos versa sobre la maternidad,
es el tema evidente,
pero sobre todo nos habla de la madurez,
que es igual de trascendente.
Una joven madre trabajadora,
que como el padre ha de viajar,
se ve en una situación agotadora
que es incapaz de superar.
La joven decide irse al norte,
a que la ayuden sus padres,
y su chico servirá de soporte,
apareciendo de tarde en tarde.
Porque trabaja en el teatro y está de gira,
pero no se olvida de Amaia, ni de la niña,
aunque vuelva y se vaya… mira:
él estará a su lado como una piña.
Pero cuando la vida les cambia
la hija pasará a ser también madre,
cuidando de la suya día a día,
madurando a lo grande.
Cinco lobitos,
tema del acerbo popular,
sirve de título a la película
porque a los bebés se les suele cantar.
Alauda Ruiz de Azúa firma su primer largo
como guionista y directora
y con él consigue algo…
una maravilla absolutamente cautivadora.
No es fácil hablar así de la maternidad,
con esa mezcla de dureza y ternura,
pero sobre todo con naturalidad.
Aunque sus personajes bordeen la locura.
Porque la conciliación es imposible:
si quieres tener hijos has de saber
que unir familia y trabajo es terrible,
y que para las mujeres ocuparse de todo
sigue siendo el principal deber.
Da igual lo moderna que seas,
los idiomas en los que te sepas defender,
cuando formas una familia
se te echa todo a perder.
Cinco lobitos retrata muy bien eso,
esa contradicción del progreso:
ser una mujer muy preparada
fuera del ámbito laboral
no te garantiza nada.
Laia Costa y Susi Sánchez son las protagonistas,
hija y madre respectivamente,
dos actrices fabulosas, exquisitas,
admirables frente a frente.
Verlas juntas es una lección de interpretación,
de esas que tanto nos gustan
porque su nivel es una exageración
y el resultado de su trabajo se disfruta.
Ramón Barea y Mikel Bustamante
también están superlativos,
pareja cuyas ausencias reducen a amante,
padre que la tradición ha vuelto esquivo.
Cinco lobitos es una preciosidad
llena de detalles, de silencios que gritan,
de miradas que solicitan
que el espectador les dé su complicidad.
Diálogos maravillosos, momentos intensos,
simbólicos, y ese plano del hospital
en el que cuatro personajes fabulosos
nos dan un momento de cine inmortal.
Qué película tan poderosa,
tan llena de verdad,
no es de extrañar que ganara en Málaga,
con tanta rotundidad.
Se lo merece todo,
pero más que nada,
dentro de la historia del cine,
pasar a la posteridad.
Silvia García Jerez