CIEN AÑOS DE PERDÓN: ejecutando el robo perfecto

De la unión de Daniel Calparsoro, director consagrado ya desde el estreno de su primera película, Salto al vacío, y de uno de los actores con más prestigio de tantos cuantos suma el cine patrio, Luis Tosar, no podía salir nada malo. El resultado se titula Cien años de perdón, por el refrán que comienza con «Quien roba a un ladrón…» y precisamente de esto habla la cinta, a distintos niveles que tal vez el espectador no se espere.

CIEN AÑOS DE PERDÓNEs decir, al robo que pretenden los asaltantes del banco de Valencia quesirve de escenario principal a la película, se le suman divergencias que añaden a lo planteado giros de un interés mayúsculo, tanto es así que las cartas de la segunda parte adquieren un protagonismo que aunque no hubiéramos pensado que tendrían, nos valen perfectamente para darle más nota a la película.

Se trata de un policíaco de suspense con todos los componentes del género colocados en su justa medida, y en el tiempo récord de hora y media que ya no se estila en ninguna producción norteamericana. Pero como saben los espectadores, alargar el metraje para rellenar la tarde de quien acude a las salas no es buena excusa. Lo ideal es que el film dure lo que necesite, independientemente de lo que la costumbre estipule que debe alargarse. Y Cien años de perdón cumple con lo primero en vez de con lo segundo.

Es inevitable, dada la presencia de Luis Tosar en una película de acción tras el éxito de El desconocido, comparar la nueva con aquella, y lo cierto es que la que nos ocupa no sale perdiendo, aguanta perfectamente cualquier lupa que se utilice para mirarle las costuras, pero ésta no supera a la ópera prima de Dani de la Torre, aunque se quede muy cerca. También, cómo no, recordamos Plan oculto, la obra maestra de Spike Lee. Los robos, en bancos o fuera de ellos, dan un juego extraordinario en la ficción narrativa.

CIEN AÑOS DE PERDÓNA Luis Tosar se le une Raúl Arévalo, otro de los grandes actores del cine hispanoparlante, en un tono muy parecido al que le vimos en La isla mínima, y Marian Álvarez cuenta con una pequeña colaboración al nivel al que nos tiene acostumbrados, igual que José Coronado, que solo tiene que aparecer para que su presencia llene la pantalla.
Cien años de perdón es, ante todo, una película agradecida. Puede convencer más o menos su resolución, que desde luego será polémica, pero lo que es innegable es que su ritmo es frenético, que no para un segundo y que tanto la acción como los diálogos conseguirán tener al público enganchado.

Silvia García Jerez

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