CAZA DE BRUJAS: Nuevo trabajo fallido de Julia Roberts

Julia Roberts vuelve al cine con Caza de brujas. No es que haya estado apartada de las pantallas mucho tiempo, no es que vuelva con mayúsculas. Su último trabajo para la grande fue en 2022 con la insufrible comedia Viaje al paraíso, un intento de romcom a modo de cine clásico que pasado su estupendo inicio se descomponía en su nudo y aún más en su desenlace. En ella compartió cartel con su amigo George Clooney pensando ambos que lograrían un éxito de taquilla como los que conseguían en los años 90. Pero sus nombres ya no le dicen demasiado a los más jóvenes, y sus edades tampoco invitan a los adolescentes a pasar por las salas. Era carne de plataforma, tipo Netflix, para la que, por cierto, rodó después la curiosa, pero fallida, Dejar el mundo atrás. En 2023.

Así que no es que hayamos dejado de verla durante décadas, pero su regreso, para quienes hemos seguido su carrera desde que era una desconocida en Magnolias de acero y fue la única de todo su reparto de estrellas -Shirley McLaine, Dolly Parton, Sally Field o Daryl Hannah- que consiguió la nominación al Oscar como mejor actriz secundaria, antes de convertirse con Pretty Woman en una leyenda de Hollywood a los 23 años, sabemos lo que significa que Julia Roberts estrene película. Para nosotros sigue siendo un acontecimiento. Aunque nos dé títulos que no estén a la altura de la carrera que ha tenido.

Ayo Edebiri y Julia Roberts en un momento del film

En Caza de brujas da vida a una profesora universitaria que tiene que hacer frente a una acusación de abuso sexual en la institución. Una alumna (Ayo Edebiri) le confiesa que otro profesor (Andrew Garfield) ha abusado de ella. Y ahora qué. En cuanto se hace público, el profesor acaba siendo expulsado pero una serie de acontecimientos se suceden porque todo acto tiene sus consecuencias, y éstas llevan a la propia profesora a enfrentarse con un pasado oscuro que creía olvidado.

En efecto, este argumento es carne de telefilme. El tema del abuso sexual no, pero la historia está vertebrada de tal manera que se sumerge de lleno en el estilo de una de esas cintas que vemos en las grandes cadenas de televisión después del informativo de la hora de comer. Y eso que la película está dirigida por Luca Guadagnino. El mismo que firmó Call me by your name y la estupenda, por mucho que algunos se empeñen en lo contrario, versión de Suspiria que rodó con Dakota Johnson. Pero también el mismo de Rivales, con Zendaya de protagonista, o de Hasta los huesos, en la que trabajó con Timothée Chalamet, ambos títulos que es mejor olvidar.

Director con una filmografía llena de altibajos, mantiene un prestigio asombroso gracias a la película en la que descubrió a Chalamet al mundo, prestigio debido al cual parece comprobado que no hay actor que se le resista. Julia Roberts, por su parte, arropada por él y por el tema que trata la película, que roza el Me Too del que Hollywood fue objeto en un pasado que se empieza ya a antojar algo lejano, se lanzó a rodar con Guadagnino este trabajo para situarse en el punto de mira de una nueva carrera al Oscar coincidiendo, de paso, con los 25 años del que ganó con Erin Brokovich.

La idea de los productores era presentarla en la sección oficial del festival de Venecia y que Julia ganara la Copa Volpi que la situara, de forma inmediata, como favorita a su segunda estatuilla. Pero algo empezó a indicar que la película no iba a ser lo que prometía cuando el festival la incluyó en su programación pero fuera de concurso. Tal circunstancia bajó mucho las expectativas del resultado, que se concretaron cuando se vio en el certamen.

Críticas mixtas que señalaban a Julia Roberts como lo mejor de la misma no auguraban un metraje realmente prometedor. Y lo cierto es que alabar a Julia se puede, pero en base a que suele hacerse, no por unos méritos concretos acerca de este personaje que dejen al espectador sin aliento. Sí, tiene una parte final muy brillante, que es lo que le da el peso al recuerdo, pero aún así su interpretación está plagada de sus habituales tics y no aporta nada a lo que ya le hemos visto antes en su filmografía.

Caza de brujas es un thriller sobre un caso que puede ser inventado o no. Hay que descubrirlo. Hay que ir viendo qué hay detrás de la afirmación de la alumna. Lo malo es que tal y como Guadagnino lo expone todo perdemos el interés mucho antes de saber lo que ya imaginábamos. Porque todo es demasiado evidente en este relato tan mal contado, por otro lado, tan aburrido por momentos… y tan feo de ver, con esos primeros planos horribles.

La película no es precisamente un acierto. Su intención de retratar, como tantas otras actualmente, el estado de esquizofrenia de la sociedad norteamericana es completamente fallido. Sólo nos traslada un relato aburrido de personajes mezquinos y desquiciados que buscan purgar su orgullo a través del daño ajeno. Hay gente así en todos los ámbitos y en este caso lo vemos representado en el universitario. Es la diferencia con otros títulos. Y finalizo, precisamente, con la puntualización del mismo.

Y es que Caza de brujas es el título en castellano del original After the hunt, que sería en realidad Después de la caza, que es la verdadera esencia de lo que ocurre en la película. Lo que pasa una vez que se ha cazado a la pieza que la alumna buscaba. Una vez que ha denunciado a su agresor. Lo malo de ponerle Caza de brujas es que remite a la que tuvo lugar en Estados Unidos en los años 50 del pasado siglo:

El senador McCarthy, por Wisconsin, realizó una intervención denunciando una conspiración comunista en el seno del Departamento de Estado. Su denuncia tuvo un inesperado éxito en lo que la oposición denominó ‘Caza de brujas’. Se extendió de tal manera por el país que afectó incluso a Hollywood, donde hubo soplones que lograron que muchos comunistas perdieran sus trabajos en la industria. Porque el blanco favorito de los ataques del senador fue la gente del mundo de la cultura. De ahí surgió la ‘Lista negra de Hollywood’ en la que estuvieron Dalton Trumbo o Charles Chaplin. Y aunque no se demostrase la culpabilidad de los señalados en cualquier caso perdían sus trabajos y no volvían a ser contratados.

Por lo tanto, el título en español se antoja poco afortunado por mucho que el profesor pierda también su puesto en el argumento de la película. No es comparable, aunque se quiera hacer la analogía, a aquel episodio espantoso vivido entonces. Lo que se supone que ocurre en la ficción en una institución con lo que pasó de verdad en una de las épocas más oscuras de Estados Unidos. Partiendo de un caso concreto, de manera ficcionada aunque basándose en otros reales, un montón de películas podrían llamarse así también, y sería igual de desproporcionado. Después de la caza, su título real, era el apropiado para la película, y si no encajaba en las expectativas comerciales de la cinta seguro que había otros muchos disponibles.

En cualquier caso, y por muy fallida que sea, lo que sí se agradece por parte del estreno de Caza de brujas es el hecho de que llegue a las salas cine adulto, que tanto escasea y tanta falta hace. Cine que no esté únicamente dirigido al público adolescente y que sepa contentar, o lo intente, a otro ávido de historias más serias, que dejan a un lado el puro entretenimiento para centrarse en un relato más enrevesado y con aristas propias de las contradicciones humanas. Que convenza o no ya es otra película distinta.

Silvia García Jerez

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