LA CALLE DEL TERROR: Trilogía ejemplar
La calle del terror enfoca su recta final. La trilogía ha ido llegando a Netflix a lo largo de tres semanas, desde que 1994 irrumpiera el 3 de julio con la primera parte de una historia que luego seguiría en 1978, -que se pudo ver a partir del día 9-, para acabar con una nueva regresión, el origen de todo, en 1666. Sí, precisamente en ese año.
Leigh Janiak, la joven directora de la trilogía que la ha consumido pero que nos ha descubierto a un talento al que seguir en el futuro, nos narra a lo largo de esta historia parte de la Historia ficticia de los Estados Unidos, yendo hacia atrás para intentar solucionar el terrible presente, la maldición a la que está sometida Shadyside.
Un grupo de jóvenes descubren que los asesinatos que llevan produciéndose en el pueblo durante 300 años están relacionados con el mundo de la brujería y tratan de reunir todos los detalles de lo sucedido para impedir que ellos sean los siguientes y que las muertes continúen más allá de las suyas.
Un libro satánico, una mano cortada, imágenes del pasado a quienes tienen contacto con ambas cosas, un puzzle de elementos que nos lleva a tres tiempos distintos y nos devuelve al día de hoy para hilar una historia que se está convirtiendo en uno de los mejores títulos del catálogo de Netflix.
Hablo de título, en singular, porque las tres están aglutinadas en uno solo, La calle del terror, y se distinguen por los años en los que ocurren sus hechos. Para entender toda la complejidad del cuadro no basta un flashback, hay que dedicarle casi una película a cada historia, y eso es lo que hace Leigh Janiak con ella, meternos de lleno en los hechos para que tengamos una visión clara, nunca mejor dicho, de lo sucedido tanto tiempo atrás. No se trata de historias sueltas, independientes, cada una contada en un año distinto, sino de narraciones entrelazadas de las que hay que saber todos los detalles si queremos desentrañar el misterio que se esconde tras ellos.
Ahora llega La calle del terror – Parte 3: 1666, la que cierra la trilogía, dando un pequeño bajón con respecto a la segunda, que es la mejor de las tres, pero el bajón lo da en cuanto al género, porque concentra más drama que terror, no porque tenga menos calidad, porque lo cierto es que es una trilogía excelente como tal.
Cuidada en todo, en forma y fondo, podemos considerarla un ejemplo de cómo contar una historia de manera apasionante en la que todas las piezas encajen poco a poco y con una facilidad de la que puede presumir ante otras películas con más prestigio.
Como espectador es una gozada ir asistiendo primero al enigma de ante qué situación estamos y posteriormente a la resolución de lo que ocurrió en realidad, cuyos retazos previos nos hacían imaginar sucesos que cuando vemos resueltos al centrarse en ellos el relato nos damos cuenta de que no pasaron como creíamos. Y eso también juega a favor de la trilogía.
Leigh Janiak, directora de las tres partes que adaptan las exitosas novelas de R. L. Stine al cine, aunque no las veamos en la gran pantalla sino en plataforma, asegura que la más dura de rodar fue la segunda porque se trató de la última que entró en producción y ya estaban muy cansados, así que su motivación fue gastar mucha, mucha sangre.
A decir verdad no es una trilogía excesivamente gore. Sí, hay un asesinato en la primera entrega, el de la cortadora de pan, que es especialmente gráfico y brutal, motivo por el cual Janiak tuvo que defender mantenerlo en el montaje final, pero para los amantes del terror en su vertiente gore no es una trilogía que abuse de la sangre. Es la normal para una historia de terror como esta. Os aseguramos que en la serie CSI se ven cadáveres con un maquillaje más salvaje que los muertos de estas películas.
Con lo que sí cuenta es con un guión fabuloso, algo a lo que no siempre el slasher –subgénero de asesinos en serie generalmente con jóvenes como objetivo- atiende como debe, pero aquí está muy cuidado en las tres entregas, para ir dosificando la información, ofreciéndola cuando es preciso hacerlo, y sin aburrir nunca mientras ese dato concreto no llega, que también la parte humana es importante y las relaciones, la amistad y el amor los cultiva para integrarlos en el conjunto.
Dentro de la perfección de la segunda, me gustaría destacar a Ryan Simpkins, la Alice del relato, un personaje inicialmente desagradable que tiene sus luces y sus sombras y su desarrollo nos muestra a una chica que no es lo que parecía cuando la conocimos y de la que no queremos prescindir. Es como una Goonie. Es nuestra Stef de Shadyside.
Ryan fue, con menos de 10 años, la hija de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Revolutionary Road, y posteriormente intervino en Un hombre soltero, por la que Colin Firth fue nominado al Oscar, y por la que debió ganarlo, o en la cuestionada pero nada cuestionable Twixt, de Francis Ford Coppola. Y a pesar de todo, muchos la hemos descubierto, porque una cosa es dónde la has visto y otra dónde te fijas en ella, en esta formidable trilogía.
Ahora La calle del terror se acaba. En 1666 y en el presente. Primero se nos cuenta qué pasó entonces, y luego regresamos al principio, que es el momento actual del espectador, para enfrentarnos a la realidad y para poner fin a una maldición que no debe seguir adelante.
De una forma muy ingeniosa la cinta nos reúne en el centro comercial donde todo comienza, y ahí tendrá lugar una secuencia de cierre antológica, con un montón de acciones coordinadas que hay que llevar a cabo con precisión y sutileza si se quiere conseguir el fin que perseguían los protagonistas. Y lo que la película consigue, más que terror, es pura diversión. Y a eso también hemos venido, a pasarlo bien.
La calle del terror es un acierto de Netflix, una gozada para el amante del género y para quien no lo sea demasiado, porque lo va a pasar igual de bien. Una trilogía confeccionada a base de ingenio, inteligencia y gusto por lo nostálgico a la que se añade una personalidad propia que le sienta de maravilla. Ojalá que, en estos tiempos en que los fenómenos de taquilla se olvidan rápido y siempre estamos en busca del siguiente éxito, el de La calle del terror no sea efímero.
Silvia García Jerez