MOONAGE DAYDREAM, The ultimate BOWIE

El título es una de las tantas canciones de David Bowie, bien elegida por el director Brett Morgen para imbuirnos en un documental alucinante que muestra al artista de manera definitiva. 

Moonage Daydream es de flipar. Claro que Bowie lo era. Desde el cosmos que conquistó junto a Major Tom por todo ese universo único que cambió el nuestro, si darnos cuenta, hasta su último alter ego. 

La cinta que viaja sobre un montaje sobresaliente durante más de dos horas y cincuenta años, aterriza por momentos en entrevistas, conciertos, videoclips, viajes y reflexiones en off, recorriendo el descomunal imaginario del hombre de las estrellas que Morgen compone sin aparente orden ni selección y en continuo movimiento, como Bowie. 

Creando un magnífico puzzle con flashes, pinturas, material de archivo y por supuesto, una compendio de temas con una sonido espectacular, Moonage Daydream va revelando todos sus personajes, así como su evolución musical y la de su pensamiento, en una suerte de retrato del artista marciano, andrógino y visionario. Del actor, cantante, autor y bailarín -¡y cómo se movía!-. Del coleccionista, del observador y del experimentador, pero sobre todo de un hombre afortunado, con una vida extraordinaria –en sus propias palabras-.Un hombre que ha sido feliz. 

El documental fascinará a los expertos en Bowie y al fan nuevo, pues una vez visto es inconcebible no terminar entregado al éxtasis, ovacionando a Moonage Daydream y adorando al tipo del rayo pintado en el ojo, quien con su mirada de distinto color emanaba una aureola de ser de otro planeta y sombra de alienígena, mientras nos cantaba que podemos ser héroes y nos invitaba a calzarnos unos zapatos rojos para bailar las penas. 

Bowie fue único, siendo muchos y siendo siempre auténtico. Sexy y elegante. 

De Ziggy Stardust Thin White Duke, ya fuera de glam o de dandy, Bowie fue un adelantado a su época, personalizándola con esos tintes de pelo y un look tan estiloso para salir escena como de ir por la calle -que hoy en día es casi común-, siendo capaz de ponerse unas sandalias con alzas y brillis que bien podrían ser de hombre, mujer o drag, porque sencillamente le gustaban, sin más. 

Traspasando la cultura -y aún lo hace-, fue referente y precursor en su propia contemporaneidad, pasando de ser mod al underground hasta alcanzar el beneplácito de la crítica y liderar las listas de éxito, llegando incluso a anunciar un refresco junto a Tina Turner al ritmo de Fame y a entonar melodías al Modern Love.  

Inagotable y cambiante, Bowie seguía su rumbo con Changes, como este documental que igual nos descubre escenas de su trilogía en Berlín, que el famoso tour de la araña, como nunca antes visto, entre las grabaciones de algunas representaciones teatrales de El hombre elefante que hizo en Broadway. Un delirio. Una gozada. 

Pues Bowie también fue actor, siendo su relación con el cine algo también especial (que daría para otro artículo), que va más allá del músico interpretando un papel para la pantalla y de su participación en bandas sonoras. 

Bowie ha sido vampiro en El ansia y rey de duendes en Dentro del laberinto, apareciendo además como él mismo, en un directo, en Christiane F., cuando el cameo ni existía. Influyendo notablemente en variados cineastas que han utilizado su música, aún hasta la saciedad, sin conseguir que pierda ese misterio y fantasía que le acompañaba, revalorizándose incluso la canción y el filme hasta volver icónica la secuencia donde se utiliza; ya sea en la reciente serie Stranger Things, como en Absolute Beginners (Principiantes), Mala Sangre Frances Ha, entre tantas y tantas películas. Y eso solo lo puede Bowie. Además, su hijo es el director Duncan Jones, quien le dedicó Moon (En la Luna), su primera película con una nave espacial y un solitario astronauta.

Alternando su rumbo según se le antojara, Bowie dirigía su destino, o se dejaba llevar a través de la música y probando otras artes, como la pintura. De hecho, en el doc aparecen recreaciones y animaciones, algo caleidoscópicas, de algunos de sus dibujos. 

Entre tanto, suenan sus hits y por supuesto, la menos conocida del titulo. Y también se cuela su voz hablando de micromundos y aislamiento, cuando él fardaba de llamar la atención, proponía ser diferente y abrazar las rarezas.

Entre idas y venidas de algunas de sus giras y viajes -a África, Asia y América, donde se sintió extranjero-, el doc va mostrando a Bowie ingenioso y divertido en las entrevistas, al showman de los conciertos y al tipo reflexivo en la intimidad de sus diarios -que ven ahora la luz-, redescubriéndole en los años ’60, ’70, ’80, ’90 y en sus últimas declaraciones, con los cambios de opinión y rectificaciones necesarias -como dicen que le ocurre a los sabios-, convirtiendo Moonage Daydream en una propuesta creativa y de cierta espiritualidad. De ahí que Morgen contara con apoyo de Imán -pareja de Bowie, que le llevó “a ver la vida de color de rosa”– para que dispusiera con total libertad de los millones de grabaciones de material público y privado que guarda la familia. 

Arrancando espectacularmente con unas letras chispeantes apareciendo entre destellos que forman su identidad y apellido, comienza la sucesión de imágenes que nos esperan en Moonage Daydream hasta un final -de esos que deseas que no suceda-, retornando al firmamento y tomando conciencia de que todos somos polvo, polvo de estrellas o lunar, incluso siendo rock star, o Starman, y Bowie sea eterno.

Por supuesto que Moonage Daydream no puede abarcar todo de Bowie, que es mucho, pero sin perderse ni un segundo, resulta un documental inspirador y gratificante con la escucha de temazos y de esas preguntas sobre el caos, la sensibilidad, la locura y el talento, la relevancia de lo que hacemos, la existencia de Dios y el complejo del mismo ante esos millones de personas entregadas al son de sus canciones, que son ya himnos. Así como la confesión de la gran influencia de su hermanastro, quien le despertó a la curiosidad y le presentó a Kerouac, escritor determinante en la vida del artista, cuestionándose siempre esa chispa que hace ver un roble bello o feo. 

Compartiendo las dudas de artista y también del hombre, en continua búsqueda de la esencia vital y del proceso creativo, analiza incluso el desarrollo de sus composiciones desde el corta y pega de las rimas épicas que practicaba al comienzo de su carrera, hasta la casi ausencia de palabras y la necesidad de jugar con sonidos junto a Brian Eno. 

Lo que me lleva a mencionar el sonido del documental, tan brutal, tan cuidado, que exige aprovechar el de las buenas salas de cine para apreciar como corresponde el paisaje sonoro plasmado por Tony Visconti -colaborador, amigo y productor de Bowie-, advirtiendo además que debería verse en versión original y en pantalla grande, disfrutando de Moonage Daydream con unos subtítulos prodigiosos que cuentan las canciones a la par que los discursos -y no es tarea sencilla por la velocidad de algunas secuencias-. 

No obstante, si decidieran hacerlo de otras maneras, al menos, pónganse sus cacos para la odisea que vivirán. Un alucine. 

Presentado en Cannes y recientemente en la sección Perlas de SSIFF, Moonage Daydream se estrena este fin de semana. Láncense ya a verlo, es el doc definitivo del Bowie definitivo.  

Mariló C. Calvo 

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