BELLEZA OCULTA: lo que pudo ser y no fue
Belleza oculta cuenta la historia de Howard (Will Smith), un hombre al que el éxito le sonríe pero al que su vida personal no le ofrece la misma suerte. Tras la pérdida de su hija se hunde en una depresión de la que sus compañeros de trabajo, Whit (Edward Norton), Claire (Kate Winslet) y Simon (Michael Peña) intentarán, por todos los medios, animarlo y recuperarlo.
De Belleza oculta, lo primero en lo que nos fijamos es en su poderoso reparto. Encabezado por Will Smith, a él le siguen Kate Winslet, Edward Norton, Helen Mirren, Keira Knightley, Naomi Harris o Michael Peña, nombre tal vez menos conocido pero cuyo rostro resulta verdaderamente familiar y entrañable.
Con todos estos actores cualquiera podría deducir que aquella película que se pusieran de acuerdo en rodar juntos tenía, obligatoriamente, que ser buena. Algo así como una consecuencia lógica de disponer de un elenco tan sobresaliente.
Otra cosa es lo que luego nos encontramos en la pantalla: un film del que lo mejor que se puede decir es que es poco afortunado, una historia que, sin desvelar aquí nada adicional a lo ya esbozado, podría dar mucho más de sí, y debería haberlo hecho, y un desenlace que probablemente indignará a quienes hayan vivido algo semejante.
Belleza oculta parte de una idea muy interesante, y no me refiero a la pérdida en concreto sino a la que desarrollan los compañeros del personaje central para que éste haga frente a ella. El problema es que no resulta creíble y cae en momentos que desgraciadamente resultan sonrojantes.
Ni siquiera la gran Helen Mirren es capaz, y lo intenta, de defender un personaje que no tiene la entidad para alcanzar el aprobado. Ella hace hincapie, a lo largo del metraje, en lo buena que es, pero ni el guion ni la dirección le permiten demostrarlo. La seguiremos admirando pero no por esta película.
Aunque ella no es la única que se hunde en este mar de errores. Es complicado destacar a algún actor de él, y en más de un caso llegamos a preguntarnos qué vieron en este proyecto para decidir rodarlo. Ni siquiera el mensaje que da, por muy positivo que trate de ser, llega a traspasar la pantalla. Lejos de emocionar, desconcierta, y la posible enseñanza que podamos sacar de él se diluye entre la incoherencia y la manipulación emocional. Todos los intérpretes merecían más, una película mejor. Y nosotros, los espectadores, también.
Silvia García Jerez