AUSCHWITZ: No hace mucho. No muy lejos
No hace mucho. No muy lejos. Ese es el lema de una exposición imprescindible, que puede verse en Madrid hasta el día 3 de febrero de 2019. Situada en el Paseo de la Castellana, a la altura del 214, en el Centro de Exposiciones Arte Canal, es una oportunidad única para conocer detalles, ver objetos y escuchar testimonios que de otra manera serían imposibles de descubrir.
Porque creemos que lo hemos visto todo acerca del holocausto, que sabemos todo lo que ocurrió en el campo de concentración más famoso de cuantos han existido, pero la oscura realidad es que cada vez que nos adentramos en el espantoso universo de cuanto fue orquestado por Hitler, su ejército, y aquellos que los apoyaron, descubrimos algo más aterrador aún. Y a pesar de todo, nos seguimos quedando sin habla.
Desde el día 1 de diciembre del pasado año 2017, la exposición ha sido prorrogada dos veces y ha recibido a más de 450.000 visitantes, que han podido ver las más de 600 piezas originales que se exponen gracias a la coproducción de Musealia y el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau.
Además de los objetos, el visitante podrá caminar por parte de un barracón, ver una puerta, a tamaño real, de las que daban acceso a las cámaras de gas, y completar lo visto con los testimonios de los supervivientes en ilustrativos y estremecedores vídeos que cuentan, con gran acierto, con un temporizador en la esquina superior izquierda para que al pararse ante ellos el espectador sepa lo que le queda y cuánto se ha perdido para que lo tenga en cuenta para cuando éste comience de nuevo.
La exposición está dividida en dos partes. Una primera en la que se cuenta el auge de Hitler, su llegada al poder, sus ansias de exterminio y cómo logró llevarlo a cabo, y una segunda en la que conocemos con detalle, desde la llegada de los judíos en los trenes hasta su liberación y las secuelas psicológicas que les dejaron a los que pudieron contarlo.
Estas dos partes están a su vez divididas en cuatro bloques: El encuentro, Antes de Auschwitz, Auschwitz y Después de Auschwitz, y en cada una de ellas encontramos objetos, fotos, mapas, dibujos… hasta un juego de mesa consistente en atrapar al judío, que, en contra de lo que pudiera pensarse, fue iniciativa de una casa de juguetes, Günther & Co., en ningún caso se lanzaron al mercado por orden del Partido.
La exposición cuenta con 68 puntos de audio, que podemos escuchar gracias a la audioguía que, de optar por esa tarifa, podemos adquirir nada más aquirir la entrada. Al bajar, una rueda de uno de los trenes, junto con su fragmento de raíl, y un zapato de una de tantas mujeres que viajaron en ellos, nos reciben como inicio de la visita.
A continuación entramos en la sala donde parte de un de las alambradas, fragmento real del campo, nos termina de introducir en este mundo horrible en el que nos vamos a adentrar durante las casi tres horas que dura la visita, en la que vamos a ver de todo, desde los trajes a rayas de los presos, a los cuencos y las cucharas en y con las que comían la escasa sopa que les daban.
Es estremecedor asistir a la historia de un anillo de hojalata que vemos en un momento dado. Lo hacemos gracias a una lupa que está convenientemente instalada a la distancia necesaria para poder leer su inscripción. Pero sobre todo, lo fascinante acerca de este objeto es su historia. El ser humano, saca uno como conclusión tras escucharla, es verdaderamente asombroso.
Cuando llegamos a la parte en la que el campo de concentración se extiende en todo su esplendor, con fotos de niños junto a los adultos que los acompañaban que, como tantos otros, no pasaron la selección que se producía con los judíos nada más llegar, y vemos la maqueta del campo, nos horrorizamos con su extensión real y con lo que descubrimos acerca de ella y la parte que de verdad estaba en uso… y por qué solo estaba en uso esa mínima parte del mismo.
También nos entran escalofríos al ver, en ese tramo de la exposición, las maletas de gente que creía que las iba a volver a ver. Así como lo que en ellas llevaba. Creyeron que de verdad alguien iba a ayudarles allí, pero nada de lo que parecía ser positivo para ellos resultaba serlo en el fondo. Solo había horror en todo lo que abarcaba la vista.
Mención especial requieren tres objetos concretos del tramo final de la exposición de Auschwitz. Por un lado, un libro en forma de corazón cuya historia merece tanto ser contada como recordada. Por otro, un grupo de cucharas a medio fundir de cuando los nazis estaban quemando y deshaciéndose de todas las pruebas y no con todos los objetos pudieron completar el proceso. Verlas en ese fundido interrumpido es como estar ante un trozo casi vivo del pasado más reciente de la Historia de la humanidad.
Y por último, una foto. Una foto que congela el alma. Ni siquiera se ve bien, y esa es parte de la circunstancia que la hace más escalofriante. Se trata de unas mujeres, a las que puede verse en la parte inferior del encuadre, que, desnudas, se dirigían a las cámaras de gas. La foto, realizada en secreto y desde la cintura del fotógrafo, muestra más los árboles del bosque en el que estaban que a las mujeres objeto de la captura, pero eran los tiempos en que la derrota estaba cerca y no se disponía de tanta facilidad para inmortalizar ninguna atrocidad más.
Todo lo contado, más lo que no he señalado pero que también es primordial ver, espera al visitante hasta el citado 3 de febrero, fecha, ésta sí, absolutamente improrrogable. Hasta entonces existe la oportunidad de asistir a una exposición única que recorre los capítulos más oscuros y siniestros de una historia tan malvada y macabra que es difícil de creer. Pero como cierta que fue, es conveniente volver a ella. Para no olvidar que todo eso pasó. Para que no vuelva a ocurrir nunca. Porque en realidad lo que ocultaron sus muros ocurrió No hace mucho. Y no muy lejos.
Silvia García Jerez