ANA SCHULZ: La gente no quiere pasar página tan rápido
Mudar la piel, documental dirigido por Ana Schulz y Cristóbal Fernández, es una de las películas más emocionantes de la cartelera. En él Ana, hija de Juan, trata junto a él de averiguar lo que hay tras la relación de su padre con Roberto, un espía del CNI que se infiltró en la vida del primero, mediador que intentó alcanzar la paz entre ETA y el Gobierno español, haciéndose, de resultas, grandes amigos. La oscuridad que se cierne sobre Roberto es uno de los misterios que Mudar la piel trata de desvelar, y en el camino, aprendemos tanto de la familia y de la amistad como de nuestra propia Historia reciente. La Cronosfera ha entrevistado a los directores y al protagonista de la película, que nos exponen algunos aspectos tan interesantes como la propia obra que están exhibiendo en las salas.
La Cronosfera: Ana, en el documental dices que todo comenzó con la foto del cartel, pero querría saber un poco más acerca de ese contexto. ¿Cuándo te planteas hacerlo, cuando miras la foto tranquilamente al día siguiente y piensas en todo? ¿En el momento mismo de hacerla? ¿Qué hace click para que te decidas?
Ana Schulz: La sesión de fotos desde el principio la planteé como un trabajo de retrato con el que intentar reflejar su insólita amistad. Y los dos retratados los sabían. El ‘click’ que mencionas sucedió antes de la sesión de fotos, cuando mi padre ya llevaba cierto tiempo visitando a Roberto en la cárcel. En realidad fue tomar conciencia de lo relevante que era esta relación, por la la cantidad de temas y matices que permitía abordar y lo representativa que era de la filosofía de vida de Juan y de su manera de entender las relaciones. Básicamente me di cuenta del potencial tan grande que encerraba su historia y que tenía la suerte de tener un acceso privilegiado a sus dos protagonistas. Uno porque era mi padre y el otro porque se sentía en deuda con él por lo generoso que había sido con él y por la amistad que les une.
La Cronosfera: Es curioso que decidas hacer el documental gracias a una foto en la que Roberto parece un fantasma. Porque supongo que no sería la única foto que tomarías aquel día.
Ana Schulz: No, aquel día disparé dos carretes de medio formato con la complicidad de ambos. El resultado fue muy bueno porque se les ve conversando intensamente, como lo hacen siempre, con posturas corporales en algunos casos casi de confabular juntos. Sin embargo, el doble retrato frontal con Roberto desenfocado a espaldas de Juan es el que identifico como el germen de la película. Sin embargo, necesitaba de la palabra para contar su historia que es muy compleja y además se desarrolla a lo largo de varias décadas. Fue entonces cuando impliqué a Cristóbal. Con él nos propusimos descubrir a través de la cámara quién era esa mancha de la foto, perfilar su figura y sacarla a la zona de luz y foco.
La Cronosfera: En un momento dado se afirma que el documental se está llevando a cabo sin guion, cosa que en el género es factible y que es parte, muchas veces, de su confección. Por ejemplo, no creo que Michael Moore sepa muchas veces con qué se va a encontrar pero igualmente se lanza. ¿Qué retos supone para unos cineastas hacer algo así?
Cristóbal Fernández: Filmar sin un guión es una metodología como cualquier otra. Pero que no haya guión no quiere decir que no se escriba o que no se trate de estructurar narrativamente el material. En nuestro caso filmábamos y montábamos a la vez, y un proceso nutría al otro. Es decir, montar era para nosotros la escritura de la película y también aquello que nos permitía ver nuevos aspectos sobre lo que filmábamos. No se si Michael Moore trabaja o no con guión pero lo que si intuyo es que trabaja con unas tesis políticas y sociales y todo lo que no encaja en su molde lo deja fuera. A nosotros nos interesa un cine que, al contrario, se abre a lo real de otra manera. En nuestro caso lo político se desprende de esa forma de trabajo y no desde lo que pretendemos que la realidad demuestre.
La Cronosfera: Me encanta el plano en el péndulo del reloj, ¿fue difícil conseguirlo?
Ana Schulz: Nuestra forma de trabajo durante el rodaje no fue nada ortodoxa, y tuvo como resultado planos como el que mencionas. Al principio estábamos sólo nosotros en familia y más adelante se unieron al equipo personas muy cercanas que se convirtieron rápidamente en familia también: la sonidista Alazne Ameztoy y nuestra ayudante de dirección, Françoise Polo. El equipo era reducidísimo y esto nos dio una libertad muy grande para buscar, con mucho esmero y paciencia, los planos adecuados, hasta dar con ellos. Y esto en el resultado final se nota. El plano del péndulo es muy buen ejemplo de ello. El reloj haciendo tic tac nos sirve de metáfora de que el tiempo en Euskadi vuelve a avanzar. Durante años estuvo detenido con la lucha insurgente. Durante muchos años resultó anacrónica.
La Cronosfera: ¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de hacer este documental?
Ana Schulz: Lo más difícil ha sido resistir todos estos años de trabajo hasta el final y sortear con ingenio los problemas que han ido surgiendo, que fueron muchos y muy diversos. Uno de nuestros recursos fue girar el eje de la cámara y empezar a filmarnos a nosotros mismos e incluir el proceso de realización de la película en la propia película. Este es uno de los hilos conductores de la misma, con el que la gente que se dedica de alguna a manera al cine conectará más.
La Cronosfera: ¿Hasta qué punto tu padre, Ana, se prestó a que el proyecto fuese posible?
Ana Schulz: Mi padre desde el primer momento fue cómplice y se prestó a todo. Del mismo modo mi madre, que también es un personaje importante en la película. En algunos momentos Juan a lo mejor no entendía del todo nuestra forma de trabajo y teníamos que explicársela, por ejemplo el hecho de no trabajar con un guión preestablecido. Pero en todo caso, siempre ‘se dejó hacer’.
La Cronosfera: Descubrir las cosas que se cuentan de Roberto, ¿os dio miedo? ¿Pensasteis en parar en algún momento?
Cristóbal Fernández: Desde luego. Había un lado oscuro del personaje sobre el que ni siquiera nos atrevíamos a asomarnos. Era un abismo. Tratar de hacer una película que habla sobre cosas que ni siquiera sospechas pero que intuyes que son muy turbias y escapan a tu control genera una sensación de miedo. Sobre todo nos vimos en la tesitura de que quizás no nos dejarían hacer la película aun cuando no quisiéramos esclarecer esas oscuridades del personaje. Parecía como si Roberto arrastrase algo que podía arrollarnos y hacernos quedar sin película.
La Cronosfera: La película habla de temas delicados, ¿creéis que ya es un buen momento para tocarlos o sigue levantando ampollas? Es evidente que hay documentales y películas que lo tocan, pero ¿como cineastas a la hora de abordarlos, os encontráis con malas caras, con un ‘espera un poco’ por parte de alguien al que le comentéis el proyecto, ya sea para que ayude o como futuro espectador?
Ana Schulz: Sí, es un buen momento para hablar sobre ello. La sensación que nos quedó después de ver la acogida que tuvo la película en el Festival de San Sebastián es que la gente no quiere pasar página tan rápido. Hay muchas cosas todavía por comprender y digerir. Están creciendo las generaciones más jóvenes que no lo vivieron tan directamente y la sensación es que hay que explicarles lo que sucedió. También parece que los ánimos ahora no están tan crispados como hace no tanto tiempo. Hay una necesidad de entrar en las zonas grises y profundizar en la reflexión sobre lo sucedido.
La Cronosfera: La carta del 11 de marzo de 2008 es estremecedora. Los datos que ofrece ahí Roberto son alucinantes, ¿se contempló la idea de no incluir alguno de los fragmentos que vemos en el documental?
Ana Schulz: La carta es un material muy valioso con el que contábamos desde el principio y que tardamos bastante tiempo en decidir cómo incluir en la película. En ella se revelan informaciones muy importantes de la historia reciente de nuestro país, pero sobre todo impresiona que las cosas que se revelan están contadas por alguien que las vio en primera fila y con sus propios ojos.
La Conosfera: Juan, al respecto de la carta y en general de todo lo que se revela en la película, ¿te sentiste cómodo haciéndola?
Juan Gutiérrez: Me costó entenderla y lo hice paso a paso a lo largo de los años en que la realizamos. Ahora estoy muy cómodo, contento y agradecido a Ana, Cristóbal y todo el equipo por este regalo de orfebrería que me permite dar un testimonio de lo que me ha tocado vivir al intervenir durante 10 años como mediador en el conflicto vasco.
La Cronosfera: ¿Qué habéis aprendido de todo el proceso? Tanto a nivel político como a nivel de amistad, que es de lo que habla la película, en realidad.
Juan Gutiérrez: La mitad de lo que he aprendido ha sido al actuar como mediador, la otra mitad al reflexionar y conversar en el documental sobre ello.
La Cronosfera: Ana, Juan, ¿cómo ha sido el trabajo conjunto de padre e hija? ¿Cómo os habéis llevado y qué relación habéis tenido en el proceso?
Juan Gutiérrez: Ha enriquecido nuestra relación, poniéndola a prueba. Ha generado una catarsis.
Ana Schulz: La relación es de mucha confianza y de decirnos todo. Nos criticamos y cuestionamos porque somos muy importantes el uno para el otro. Es cierto que nos ha enriquecido a todos.
La Cronosfera: Juan, ¿el rodaje de la película te ha hecho cambiar tu opinión sobre Roberto?
Juan Gutiérrez: Me ha confirmado las razones de nuestra amistad, y que no es obsesiva.
La Cronosfera: ¿Hay algo acerca de Roberto que te doliera entonces y ya no lo haga por el paso del tiempo?
Juan Gutiérrez: Es difícil recordar los dolores debidos a males que han sanado. Como mediador gozas y sufres, pero poca cosa me ha dolido en relación con Roberto.
La Cronosfera: ¿Os gustaría que esta película la vieran los partidos políticos?
Cristóbal Fernández: Nos da igual. Lo interesante es que la vea el mayor número de gente posible independientemente de su papel en la sociedad. Lo político no es algo que deba atribuirse solo a la clase política. Más bien al conjunto de los ciudadanos.
Juan Gutiérrez: Está para que la vea la gente, y entre esa gente están también quienes la representan.
La Cronosfera: Mudar la piel y El Reino son dos películas políticas en cartel. ¿Vamos en la buena dirección o falta mucho por recorrer, muchas producciones por hacer que tal vez nunca se hagan?
Cristóbal Fernández: Pues es una pregunta realmente difícil de responder y muy interesante. No he visto El Reino, pero mi sensación es que seguramente hay muchas películas que no llegan a realizarse porque es difícil materializarlas sobre todo si tratan temas políticos desde ámbitos no demasiado oficiales. Cine político ha habido en España aunque por razones obvias estuvo casi siempre condenado a lo marginal y precario. No se si puede haber un cine subversivo y político desde un sitio que no sea el de la marginalidad aunque sea de pensamiento. Ahí tenemos ejemplos como el de Joaquim Jordà y su película De Nens, que todavía no ha sido asumida por defender o plantear una serie de cuestiones que atentan contra cierto orden burgués. De todas maneras nuestra intención no fue nunca hacer una película sobre el conflicto vasco o de denuncia. Creo que la fuerza de lo que en ella se dice, por más trascendencia que pueda tener, es porque el relato está arrancado de una intimidad familiar. Recuerdo que hablábamos mucho, cuando filmábamos, también de El desencanto y de la potencia de lo familiar para retratar una época. Esa relación entre la familia y la historia política es para mí lo más político que tiene nuestra película.
Silvia García Jerez