Amar: la alegría y el dolor del primer amor
Amar: la alegría y el dolor del primer amor
Amar es la historia de un romance adolescente
que tiene como protagonistas a dos jóvenes en edad creciente.
Carlos y Laura, dos chicos entregados
en cuerpo y alma en un relato desesperado,
una carrera por quererse más el uno al otro
que puede acabar con el amor congelado.
Amar es la primera inclusión de Esteban Crespo en el largometraje
tras siete cortos en su haber, uno de ellos muy galardonado:
un Goya y una nominación al Oscar, todo un privilegiado.
Aquel no era yo es el título del trabajo merecedor de tantos laureles
un duro relato situado en África con Gustavo Salmerón
entre los principales papeles.
También rodó Amar y Siempre quise trabajar en una fábrica,
cortos que luego ha utilizado para contar esta historia larga.
Amar comienza con una escena que pocos pueden esperarse,
un momento de entrega muy extremo,
momento incluso desconcertante.
Porque no estamos acostumbrados a pensar
que el amor entre adolescentes pueda llegar a desarrollarse
al nivel al que muchos adultos no llegan ni a acercarse.
Pero no nos engañemos, el cartel ya es bastante explícito,
dice que seremos voyeurs, queda muy clarito.
La cámara, íntima, roza a los personajes,
desnuda su alma y su cuerpo
y hasta las respiraciones son los sonoros engranajes
para darle a la película su adecuado tempo.
La cinta cuenta con un reparto de actores admirable,
Natalia Tena, Nacho Fresneda, Sonia Almarcha o Gustavo Salmerón,
y otros nombres emergentes, los de Pol Monen o María Pedraza
que son un portento, dignos de toda alabanza.
Y mucha atención, por favor, al grupo de amigas de Laura,
a ese descubrimiento que es Greta Fernández,
hija del gran Eduard, con tanto futuro como su padre.
Las conversaciones de las chicas, naturales, extremas, vivas,
pueden casusar rechazo, sobre todo en la fiesta del pijama,
pero que su crudo lenguaje no haga pensar
que las jóvenes contemporáneas no dicen esas cosas al hablar:
según Esteban Crespo, al indagar entre ellas,
se encontró con que donde él creyó que se había pasado
la realidad le decía que apenas había llegado.
Viendo Amar recordamos otras películas románticas duras,
Kids, de Larry Clarke, o 10.000 km, de Carlos Marqués-Marcet
títulos que, seamos sinceros, son difíciles de ver.
Esta no lo es tanto, es solo consciente
de que la realidad en el amor no siempre es clemente.
El amor es complejo, es dificil de entender
pero ya en la adolescencia supone una locura
porque hoy la pareja se quiere
pero mañana surge la duda.
Amar retrata precisamente eso
con la seriedad de una película adulta
y así, Esteban Crespo demuestra que si ya tiene un Goya
con este trabajo debería seguir la misma ruta.
Silvia García Jerez