AMANECE: El ocaso del pasado

Amanece, ópera prima de Juan Francisco Viruega, es una película tan pequeña como delicada, tan sutil como dolorosa. Desde ese inicio en el que Alba (Aura Garrido) y Martín (Antonio Araque), su entonces pareja, encuentran en un viaje un cortijo lleno de objetos a la venta, un montón de cosas viejas que les recuerda que su relación está en la misma situación, vamos intuyendo que la película está rodada en un tono melancólico que va a ser el que recorra el metraje. Así de sutil es Amanece.

Contada por medio de capítulos, cada uno con el nombre de un personaje, nos ofrece el mosaico de una familia en la que las dos hermanas, Alba y Candela (Iria del Río) van a reencontrarse debido al regreso de la primera al pueblo donde ambas vivían con su madre, Aurora (Isabel Ampudia), una mujer autoritaria que ahora está en su últimos días debido a una enfermedad que la está consumiendo.

Las tres, juntas de nuevo, harán frente al tiempo que les queda, sabiendo, porque su madre se lo recuerda en medio de su agonía, que da igual lo que le pase a ella o a la humanidad, que siempre acaba amaneciendo.

Pero también hay que tener en cuenta dónde. Alba, nombre muy apropiado para la historia de la película, no sabe qué hacer con su vida. Irse a la ciudad para vivir una vida que no ha tenido hace que a lo mejor, para ella, los próximos amaneceres tengan que ser de nuevo en casa. No amanece igual para todos.

La actriz Aura Garrido, en primer término,interpreta a la hermana que vuelve al pueblo, en Amanece
La actriz Aura Garrido, en primer término,
interpreta a la hermana que vuelve al pueblo

Amanece es un trabajo de una minuciosidad extrema. Secuencias largas, reposadas, con personajes reflexionando sobre sus vidas, tempo lento, como los días que pasan despacio en los pueblos, mirando los paisajes, notando cada segundo, nada que ver con el ritmo de la ciudad. Amanece es una película tranquila, sosegada, en la que vamos conociendo poco a poco a los personajes, sus sueños, sus frustraciones, pero también una cinta a la que le falta fuerza, le falta garra, le falta ser más hipnótica. El tempo lento no tiene por qué significar tedio pero el interés por lo que ocurre en la pantalla también necesita un impulso del que la película carece.

Dos actrices maravillosas la protagonizan. Están espléndidas las hermanas. Aura Garrido siempre sobresale, sea en un proyecto grande o en uno pequeño, tiene una presencia descomunal. Su talento es inmenso y necesita muy poco para dejarlo patente. También con una mirada Iria del Río consigue grandes cosas, es una pena que no la veamos más a menudo. Pero se requiere algo más que dos buenas actrices para hacer una película atractiva, para que no pesen los minutos de metraje en los que están presentes y en los que no.

Y entre los elementos que pesan está ese paisaje, que poco aporta a la narración porque la cinta está tan enfocada a sus personajes que la intención de que el desierto de Tabernas las ayuden a encarar sus problemas se queda en pura estética. Los paisajes nunca son un personaje más, son simplemente paisajes. Los personajes son personajes, no debemos mezclar ambas cosas. Los diálogos son los que van encarrilando el drama, los que nos indican por dónde caminan quienes los pronuncian, los que nos cuentan en qué punto de su vida se encuentran. El paisaje nos delimita dónde, dónde vivieron y dónde lo harán cuando amanezca.

El potencial de Amanece era enorme. Belleza, delicadeza, pasado, futuro… un conjunto que podía haber sido cine reflexivo con mayúsculas pero que escribe su metraje con torpeza, con escasa pasión y el resultado no acaba de fascinar. La película increíble que buscábamos no se materializa y se pierde en el letargo de los días en el pueblo, en la espera porque amanezca de nuevo.

Silvia García Jerez

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