A DIFFERENT MAN: El hombre que perdió su sonrisa
Pocas veces el título, a una película, se le ha puesto con más acierto. A different man –Un hombre diferente-, habla de cómo somos por fuera y por dentro, de cómo nos vemos y cómo nos ven, de cómo somos con respecto a cómo nos ven y a cómo nos vemos. Y de cómo somos cuando cambiamos por fuera, proyectando un yo que los demás no conocían, dándonos una nueva oportunidad para ser quien queríamos ser. Si se es capaz de serlo.
A different man cuenta la historia de Edward (Sebastian Stan), un hombre solitario que vive con la cara desfigurada por la neurofibromatosis y que decide someterse a un tratamiento experimental para intentar sanar su físico. Mientras se somete a él se refugia en su apartamento, en estado lamentable, con goteras y un aspecto poco acogedor, pero cuya nueva vecina, Ingrid (Renate Reinsve) lo acoge con las ganas de tener un vecino apasionante del que rápidamente se hace muy amiga. Ingrid, además, resulta ser una dramaturga en ciernes. Es escritora, pero más como deseo que como hecho. Hasta que conoce a Edward y ve en su amistad un relato que contar.
Pero al terminar de escribir la obra, Edward ya no es Edward. Es un hombre diferente porque el tratamiento ha funcionado. Ahora es un hombre atractivo que se empieza sentir integrado en la sociedad. Y como sigue viviendo en el mismo apartamento, Ingrid le da el papel de quien antes fuera ese tipo al que se refiere el texto. Pero tiene que ir con máscara al casting, una máscara que en su día se hizo de su cara anterior. Pruebas médicas.
Lo desconcertante para él es que en pleno ensayo de la obra aparece Oswald (Adam Pearson, visto en Under the skin), un hombre igual de desfigurado que Edward que se adentra en el teatro intrigado por una historia que parece ser la suya. Él también es actor y quería interesarse por una obra que le es más cercana ahora que a nadie. Paulatinamente Oswald se va acercando a la producción y al personaje, ya ficticio, de alguien que no existe pero que parece revivir en su presencia. Y aunque Edward ya no esté físicamente allí nada vuelve a ser como pensó que sería cuando se convirtió en un hombre diferente.
Con guión y dirección de Aaron Schimberg, A different man explora con acierto los agujeros afectivos del ser humano. Pensamos que por ser más guapos nos van a querer más pero esa idea está fundamentada, como muchas otras, en el prejuicio. Si eres una persona luminosa y divertida, sin complejos y convencida de ti mismo, de lo mucho que vales y de lo que le aportas a los demás, no hay deformación que valga. Es ‘la belleza está en el interior’ hecha película.
Pero este mensaje, tan atractivo y tan necesario, viviendo como vivimos en el tiempo de las redes sociales y de los influencers, del estar más guapa que las demás para conseguir más Me Gusta y más seguidores y de que éstos, ellas sobre todo, quieran operarse para acercar su físico al de las famosas, nos lo trae A different man con un envoltorio tan lúgubre como lo es su protagonista. Todo, en su estética y en su atmósfera, nos recuerda al cine underground inglés de los años 90, a aquellas películas del estilo de Trainspotting, que nos trasladaban a los suburbios, a los lugares más tétricos de los barrios londinenses, llenos de droga y sexo enfermizo. Aquí estamos en Nueva York, pero no dejamos de adentrarnos en el Off Broadway, la parte independiente y menos glamourosa de la industria teatral.
Aquí, Edward también anda escondido. Parece mentira. Pero escondido de sí mismo, sin poderse creer que alguien igual que él pero en su vida previa al tratamiento para liberarse de su horrible cara, esté llegando a donde él no lo logró por cobardía. El físico no lo es todo, aunque nos hayan inculcado esa idea, aunque la sociedad la tenga más asumida que el bótox. Edward en un hombre con la sonrisa congelada, incluso sin ella, porque la ha perdido, porque es un tipo que no disfruta de haber alcanzado su sueño, atrapado en su propia inseguridad, en el quién fue, en el tormento que vivió.
Por eso la película mantiene el mismo tono de angustia, casi de thriller, durante todo su metraje. El pasado continúa siendo presente para un Edward sin rumbo en la vida. Aaron Schimberg muestra muy bien el miedo a la novedad por muy buena que ésta sea, la carencia de capacidad de adaptación a lo nuevo por mucho que hayas deseado este cambio. La vida puede pasarte por encima aunque creas que ese cambio era lo que necesitabas. El mensaje de A different man es apabullante.
Por eso es una película tan completa. Y tan compleja. Sus distintas capas nos muestran a los seres humanos más diversos. Los que son aceptados, los que no, a los que no les importa cómo seas, a los que están acomplejados en cualquier caso… es un catálogo del mundo en un bloque de apartamentos. Con goteras. Porque Edward vive tan mal por dentro como por fuera. Trata de acomodarse pero sabe que eso que él lleva no es vida.
Qué bien está Sebastian Stan interpretándolo. Qué gran actor ha sido siempre y qué año más suculento ha tenido de cara a los premios. Comenzó ganando con esta película el premio al mejor actor en el festival de Sundance, hace ya un año… acaba de ganar el Globo de Oro al mejor actor de comedia o musical (sí, se supone que A different man es una sátira, no un drama estremecedor) y ahora está nominado al Oscar. Pero al Oscar no opta por meterse en el papel de Edward, sino por hacerlo en la piel de un jovencito Donald Trump en The apprentice. Dos films que podían haberle neutralizado el voto, por haberlo dividido, y haber dejado al actor fuera de las candidaturas, pero lo ha logrado por su otro trabajo del año. En realidad, Stan siempre está brillante. Lleva años siendo un actor colosal pero ahora le ha llegado el momento de subir del escalón del prestigio al escaparate de los premios. Algo que no siempre va de la mano, pero que en su caso se complementa porque el primero lo tiene y los segundos se los merece.
A different man también es una llamada a la comprensión social. En el film, Oswald recibe una aceptación inusitada para estupefacción del protagonista, para que éste aprenda que el físico no lo es todo. Pero A different man no deja de ser ficción. Fuera de ella hay mucho trabajo por hacer. De inclusión, de comprensión, de saber que no pasa nada por tener al lado a una persona con neurofibromatosis, que es una enfermedad rara, un trastorno genético del sistema nervioso que crea tumores benignos en él, pero que sólo afecta a quien la padece, no es contagiosa.
Estéticamente no es bonita pero es una enfermedad sin cura y sin otras consecuencias. Y no pasa nada, podemos salir a pasear con quien la padezca porque de resto es una persona normal, inteligente, divertida y con sentimientos. Pero si seguimos acosando en clase a quienes se ponen gafas, llamándolos ‘cuatro ojos’ estamos lejos de normalizar algo que ni siquiera depende de quien lo sufre. Al menos ahora una película con prestigio pone de relieve el problema que supone vivir marcado por ella y acerca al espectador el terrible día a día por el que desde pequeños tienen que pasar en cada cosa que hacen. Por eso, al menos Edward, cada vez hace menos cosas. Y no disfruta ninguna.
A different man nos enseña que también el ser humano puede ser comprensivo con lo distinto. El miedo que trae consigo la ignorancia nos hace rechazar lo que no encaja en nuestros estándares, pero podemos aprender a asumir que la naturaleza no cuenta con un único patrón para todos, que somos muchos, millones, y que por lo tanto también existe una variedad considerable de propuestas, incluyendo para las personas. Y si todos estamos en el planeta nos somos quiénes, ninguno, para despreciarnos entre nosotros.
Silvia García Jerez