BACK TO BLACK: Fundido a gris
Se estrena lo que nos anuncian como el biopic de Amy Winehouse, la cantante que ingresara en el famoso ‘Club de los 27’, (referido al ramillete de ídolos musicales que perdieron la vida prematuramente a los 27 años, sobre todo a finales de los años 60 y luego reactivado por Kurt Cobain) y que brillara en los años 2000 como la gran esperanza del jazz y del soul, cosechando numerosos premios. Además de sus cualidades vocales y compositoras, Amy Winehouse se hizo un hueco en la fama (en el peor sentido de la palabra) por sus excesos alcohólicos y drogodependencias que no tenia empacho en mostrar en público, y que alimentaron una persecución de la prensa amarilla lamentable.
Con este retrato del personaje, hay material de sobra para hacer una película atractiva. De hecho, ya en 2015, cuatro años después de su muerte, se presentó un brillante documental con imágenes reales titulado Amy (La chica detrás del nombre) y dirigido por Asif Kapadia que le valió un Oscar. Con este antecedente, uno espera en un nuevo biopic una recreación donde se nos aporte o bien más luz sobre la persona o que la historia se haga entretenida. Pues bien: Aclaremos que la película (de nacionalidad británica, como la protagonista) deja de lado la infancia y los años finales antes del fallecimiento -a causa de una sobredosis alcohólica tras un periodo de aparente rehabilitación-, y se centra en el periodo central de su juventud y grabación del primer disco y luego el posterior y final álbum más famoso Back To Black, que es el que da título de la película.
Fuera de este planteamiento, que es una elección de la directora Sam Taylor-Johnson tan válida como haber abarcado la vida de modo total, el film se adentra en la artista sobre todo enfocándose en dos núcleos: Por un lado, su relación tóxica y complicada con su pareja Blake Fielder-Civil, un chaval chulillo y descarado dejado llevar por las drogas, del que se enamora perdidamente, y cuya experiencia con él inspira las letras de su disco emblemático. Por otro, el referente de Cynthia, la abuela paterna encarnada por Lesley Manville, que tiene a Amy como ojito derecho y a quien aconseja e influye de modo determinante en los gustos musicales basados en el jazz, e incluso en su forma de vivir alocada que ella disculpa y comprende. Quedan al margen otros hilos que hubieran dado para más profundidad, como la figura de su padre Mitch Winehouse, o bien las figuras de sus amigas íntimas y su primer mánager. Otro tema pasado por encima es el proceso compositor y liberador de sus canciones, así como el ahondar en la personalidad desequilibrada e insegura de la cantante, que tuvo su origen en un hogar roto con la separación de sus padres, y que verdaderamente es lo que marca a Amy para su deriva.
La salvación a esta deriva pasa por el descubrimiento de la música como guía vital, donde ella tiene las ideas clarísimas y le cuesta numerosos altercados con su primer manager o los gerifaltes de la industria discográfica, que se dan cuenta del filón que tienen en sus manos. Los 122 minutos de la película no se hacen aburridos con el eje central del relato y visión de la propia Amy, cuyos textos de diarios personales sirvieron para el guion. Pero el problema es que se presenta a la cantante de modo endulzado, feliz e inocente, y es un retrato poco real para quienes conozcan en profundidad a su figura, y por ello seguramente les decepcionará. Para los que no la conozcan más que de modo superficial, sin embargo la película les puede gustar, como ha pasado con biopics como el de Freddie Mercury.
Hemos hablado del tratamiento de la película, pero no de la parte actoral: Sin duda es lo mejor del filme. Antes de nada, una consideración en todos los biopics: ¿Es más conveniente un actor de gran parecido físico a costa de otros defectos, o no es tan importante si no es clavado al original mientras se meta bien en el papel o lo supla con gestos? En este caso, va por esta segunda opción. Para empezar, la actriz británica Marisa Abela se mete en el personaje, sin ser parecidísima, e incluso, da la sorpresa interpretando en la película con su propia voz, imitando estupendamente a Amy, hasta el punto de que haya quien tenga dudas de si es la original. Sin embargo, su gesticulación cantando o la caracterización (aparece en gran parte de la película con pelo liso, cuando el pelo alborotado rebelde de Amy fue una de sus señas físicas características) no llega a lo esperado. Y es una pena porque se nota que Abela tiene madera de buena actriz, pero aquí se ha quedado a medias con la interpretación del personaje, seguramente por estar marcada por el guión o la directora.
Hay que mencionar también el papel de su novio y luego marido Blake Fielder-Civil, a cargo de Jack O’Connell, que adolece de lo mismo que Abela. Se le notan buenas dotes, pero aparece retratado de modo light, como ocurre con Amy. Además, es digno de mención el papel del padre de Amy, Mitch, a cargo de Eddie Marsan. Aquí si hay más parecido con el original, pero su secundaria presencia en la película (aunque en la vida real se le haya achacado incluso la responsabilidad de la presión a la estrella en su última época, guiado por su codicia y egolatría) no da para mucho tampoco, lamentablemente, porque Eddie también es un buen actor.
Dicho todo esto, en la película hay cualidades a resaltar como el brillante aspecto visual y musical de su banda sonora, cuidado esto último por el productor musical Giles Martin (hijo de George Martin, el famoso productor y arreglista de los Beatles). También se nota que la película se ha elaborado con cariño con la ayuda de testimonios y colaboración de muchos de los que conocieron a la real Amy: Desde músicos de su banda, a su madre Janis (muy ausente en la película) o el propio Blake Fielder-Civil, que se entrevistó varias veces con Jack O’Connell.
Pero como decimos, el resultado quizá se haya quedado en simplemente entretenido, y para todo lo escabroso del personaje se ha quedado más cerca del telefilme de sobremesa que de un biopic que podría haber dado más de sí sin necesidad de caer en el morbo de los temas de la drogadicción, abuso y maltratos personales, algo de lo que la directora quería huir. Sin duda, si alguien quiere tener un retrato más global y veraz de Amy, es más conveniente acudir al mencionado documental de Asif Kapadia, que se puede ver en plataformas de tv.
Por último, mencionar que también hubiéramos esperado algo más de la directora Sam Taylor-Johnson, experta fotógrafa y responsable de la primera entrega de 50 sombras de Grey y sobre todo de Nowhere Boy, un retrato entrañable de la etapa infantil y adolescente de John Lennon de que sacó con buena nota en 2009. Fue en Nowhere Boy donde ya trabajó igualmente con el guionista de Back To Black, Matt Greenhalgh, con currículo también brillante en el biopic Control , sobre Ian Curtis, el igualmente malogrado cantante del grupo de punk siniestro Joy Division.
En resumen: la película tiene un acabado y un plantel de actores y equipo nada desdeñable. Pero con un personaje así nos tememos que el resultado deje con sabor interruptus a los más cafeteros de la cantante, e incluso a parte del gran público.
Javier San Vicente
Lo cierto es que vi la película del 2015 y me desveló muchas cosas que ignoraba de Amy y que me provocaron mucha ternura . No tenía intención de ver la nueva en el cine por si el resultado me decepcionada , así que , gracias Javier , esperaré a verla en Antena 3 cualquier fin de semana . Jajaja