THE QUIET GIRL: Descubriendo el mundo en silencio
The quiet girl es la primera película irlandesa que consigue estar nominada al Oscar a la mejor película internacional, que es la nomenclatura actual de la antigua Mejor película extranjera de antaño. Se trata de una cinta de las denominadas pequeñitas: de bajo coste, de historia íntima y de grandes resultados.
Cuenta las vicisitudes de una joven muy introvertida que en la Irlanda rural de comienzos de los años 80, en una familia numerosa con otro niño en camino, es enviada a pasar el verano con sus tíos, un matrimonio mayor que guarda un secreto que la pequeña Cáit (Catherine Clinch) va a terminar descubriendo, algo al respecto de lo cual la cinta va dando pistas durante su metraje y ante lo que la exposición definitiva nos quedamos abrumados.
No es fácil la vida de la chica. Mejor callar y observar antes que decir algo inconveniente. Y preguntar por aquello que no se entiende es parte de la inconveniencia. Pero si se está al tanto de lo poco que se dice y de cuanto se hace, va a terminar madurando en un verano crucial para ella. Cáit es una heroína. En un pueblo, en una familia, en la reclusión de una casa donde las carreras por el sendero de la entrada van a ser fundamentales.
The quiet girl es una película preciosista en el sentido más detallista de la palabra. Apenas hay diálogos en la cinta, todo se desarrolla bajo la atenta mirada de quien esté pendiente de sus preciosos detalles. Aún así puede provocar cierto rechazo: cuanto sirve para ensalzar el film funciona también como excusa para no alabarlo. Porque su marcado carácter intimista puede ser un motivo para entrar en la historia y quedarte prendado de ella o puede dejarte fuera por su evidente universo, ya conocido por otros títulos con más capacidad para absorber al espectador.
Es decir, puede verse como una película maravillosa o como una historia en la que el tedio te arrastre, un tipo de cine ya visto, ya conocido, que no aporta nada a la narrativa rural del norte de Europa a la que tan acostumbrados estamos gracias a cineastas más certeros como Alan Parker, Ken Loach o Peter Mullan en su faceta de director.
Inclinar la balanza hacia la desidia no es bueno. The quiet girl tiene estupendos mimbres para que eso no ocurra: una ambientación fabulosa, un tempo que bien manejado es apropiado y una protagonista, Catherine Clinch, que es un auténtico descubrimiento. Una presencia hipnótica que llena la pantalla y a la que esperamos seguir viendo en obras posteriores, porque se merece ser una estrella. Pero lo cierto es que la mezcla de todos esos elementos no logra hacer de The quiet girl una película brillante. Es espléndida en su concepción y en sus pretensiones pero descarrila cuando el conjunto no consigue enamorar por completo.
Eso sí, cuenta con un desenlace capaz de hacerte olvidar los altibajos del film. El cierre es un auténtico prodigio que pone los pelos de punta. Ojalá el resto de la película hubiera estado a la misma altura emocional para poder decir que se merece el Oscar al que está nominada. Aún así es una muy digna candidata de la que esperemos que Catherine Clinch salga beneficiada: The quiet girl proyecta su rostro y su talento hacia el firmamento de lo excelso.
Silvia García Jerez