Un día perfecto
Mambrú se fue a la guerra
Por Mariló
Abrir el grifo y tener agua saludable es fácil, sencillo y forma parte del día a día en la mayoría de nosotros.
Limpiar un foso para poder acceder al agua parece propio del pasado o de lugares sin desarrollar, pero complica la rutina diaria en muchos lugares del planeta.
Retirar un cadáver del pozo para potabilizar el agua, no es algo común ni de todos los días; conseguir la cuerda para sacarlo, puede constituir una jornada cualquiera de un expatriado en labores humanitarias.
Con esta premisa (o McGuffin, que igual da la soga), Fernando León de Aranoa presenta una road movie antibelicista con un agradable humor negro que nos lleva hasta los Balcanes entre ruedas, pelotas, ovejas, perros y… mujeres.
Mambrú -B. del Toro-, líder cooperante en proceso de retirada (muy de practicar el amor y no la guerra) es el encargado de extraer el hinchado muerto del hoyo.
Junto a él, su equipo internacional de voluntarios y voluntarias: T. Robbins -alias B-, intuitivo que no loco; el desencantado, con varios frentes ya vividos. La recién llegada, la francesa Thierry; la novata idealista. La rusa Kurylenko, la experimenta (y amiguita del jefe) que acaba de ser nombrada supervisora. Y el intérprete, el bosnio Stukan -ex veterano y ahora actor-, poderoso en su rol.
Los telediarios de aquí hablaban de esa guerra con imágenes de bombas y datos de vencedores y vencidos, mientras que un buen amigo que estuvo en aquella zona en la época del conflicto, contaba que su curro incluía esquivar balas y rebaños día sí y día también; o arreglar un corral para pasar a una carretera infernal y poder transportar heridos…
Algunos años, países y guerras después, de cooperante de campo pasó a dirigente en planta alta, pero sigue diciendo que siempre hay una cabra o un simple papel que impide hacer lo que se debe… Y aún está cambiando el mundo.
Esto es lo que cuenta Aranoa en “Un día perfecto”. Una mezcla de géneros bien rodada, sin profundizar en ninguno ni falta que hace, que para eso están los docus de la 2.
Aranoa cambia de estilo con una cámara más precisa y un montaje más certero, más al gusto de todo el mundo, abordando un tema social pero sin denuncia (y no hay cámara al hombro porque hay bellos paisajes y muy buena foto)
Con personajes bien dibujados al servicio de circunstancias surrealistas en un juego de muñecas rusas para mostrarnos los conflictos internos y los absurdos externos, en un día cualquiera en un pueblo “en guerra sin guerra” al este de Europa.
Un día perfecto es un reflejo de misión humanitaria. Justo y necesario.
Apuntando hacia unos Cohen para todos los públicos.
El cineasta toca todas y cada una de las ideas vinculadas a la guerra (… qué dolor, que dolor, qué pena…) e intencionadamente prescinde de lo morboso; pasa de soslayo por la muerte y la rabia, como también por la ternura y la compasión.
Las consecuencias del horror de la guerra, la ineficaz burocracia; lo absurdo de las banderas y fronteras. Los cascos azules. Las minas. Las familias de unos y de otros, y las de los que ayudan también. La distancia. Los móviles. Los juegos de niños y los miedos de los adultos.
Ahí están -y no destripo trama- tabúes y tópicos sin involucrarse a pleno, porque como los cooperantes “no te paras a pensar; hay que moverse”. Y aun cuando estás en labores humanitarias, no puedas dejar de ser humano.
Que nadie olvida el primer cadáver ni el primer polvo, parafraseando la peli.
Salvas tu vida y la de alguno más siguiendo a un ganado, pero igualmente se rompe tu portátil y maldices tó; tu madre enferma; te enamoras o rompes la pareja; te da por pintar las paredes de salmón o beige, o por escribir teatro. O no paras de fumar, beber o foll… y de escuchar música a todo volumen.
Un día perfecto es un constante plan b en tierras de Babel.
No puedo dejar de admirar los papeles femeninos en esta película; protagonistas activas resolviendo problemas personales y globales, que no víctimas.
Ni olvidar mencionar a los interpretes locales. Los de acá, Sergi López en una breve aparición de cooperante con los pies en la tierra (gusta oírle en francés o inglés pero es una delicia en castellano regalándonos el puertorriqueño de Del Toro) y los de allá, el niño Eldar Residovic y el citado traductor (personaje necesario en cualquier contienda superando idiomas y culturas porque la presencia de extranjeros recuerda la guerra)
Para terminar, comentar que con la cuidada banda sonora, la música sorprende y desconcierta. Honesta es la intención; esos guitarreos a trallazos sin llegar a desarrollar el tema, aportan ritmo y subrayan la acción (aunque por esos lares son más de hard core), pero cuando viene lo sensible, se acentúa innecesariamente con melodías que pierden la puntería en lo íntimo.
Acierta en la cercanía del humor que aligera cualquier situación (real o ficticia), relaja cuerpo y mente y es imprescindible a pie de guerra.
Con la crisis migratoria por el corazón de los Balcanes y el dilema caridad vs negocio -que no es lo mismo refugiado que emigrante económico-, la nueva de Aranoa (basada en la novela Dejarse llover de Paula Farias, médico sin frontera en otros tiempos) es un homenaje perfecto a los trabajadores humanitarios. Voluntari@s. Cooperantes. ONGistas. Ese tipo de personas que se arriesgan por el bién común. ¡Bravo!
Estreno 28 de Agosto
Curiosité Cinematé (contiene spoiler)
Me sobra ese final con regusto a teleflilm que salva, de nuevo, el humor y la lluvia.
Y el Sweet Dreams de Eurythmics en versión M. Manson que suena en un momento crucial, abusando de la emotividad de los primeros acordes a medio tempo para llegar al estribillo cañero y aguardar el mensaje… are made of this…
Y como ficción y realidad, cada día están más cerca…
Ahí queda: www.welcometomycountry.es