Una escapada a Valencia: El Hotel de la Playa
Aunque es probable que ya conozcan este chiste, se lo contaré:
Van dos vascos por el monte de Euskadi un domingo por la mañana tempranito, con una cesta al brazo buscando setas y, de pronto, uno de ellos ve brillar en el suelo un Rolex de oro y le grita al otro emocionado: “¡Anda Patxi mira, un Rolex! Patxi le mira, con esa mirada especial que tienen los vascos, que parece que se van a quedar petrificados, mantiene un minuto de silencio y le dice con ojos de desprecio y un acento bien cerrado: Aupa Iñaki… ¿Pero a que vamos, a Rolex o a setas?
Pues así me sentí yo esta Semana Santa: Que iba buscando setas y me encontré, no uno, sino dos Rolex. Uno el Restaurante del Hotel de la Playa. El otro, el Restaurante Tito. Hoy hablaré del primero. La semana que viene tocará el segundo.
Y es que sí, parece mentira y no sé si a ustedes les pasa, pero a mí a veces me sorprende que, en España, en ocasiones, en los lugares donde menos te lo esperarías, de pronto te encuentras excelentes Restaurantes (con mayúscula, no es una errata). Restaurantes que no acabas de ver cómo encajan en el sitio…pero oye, que ahí están y tienen su público. Ya decía yo, en la inauguración de esta sección, que en España somos unos glotones. Porque sino, ésto, no tiene explicación posible.
Situénse ustedes en Pobla del Fornals, un pueblecito de playa a 15 kilometros de Valencia con menos de 10.000 habitantes y una playa preciosa, de arena fina y limpia, pero con las construcciones típicas valencianas de los años 80 y 90 que tanto daño han hecho al litoral español, feria incluida a pie de playa y edificio abandonado a mitad de construcción y sin licencia de habitabilidad. ¿Esperarían aquí grandes deleites gastronómicos? Quizá la cercanía a Valencia y al Puig y, sobre todo, su Puerto Deportivo Poblamarina, suba un poco sus expectativas pero yo no hubiera esperado gran cosa. ¡Pues me equivoqué! ¡Grata sorpresa! Justo a pie de playa y pegadito a la feria, se encuentra el Hotel de la Playa, un edificio totalmente renovado, con una arquitectura bastante funcional por fuera y moderna y muy confortable por dentro, que ofrece unos platos, a mi juicio, excelentes.
La decoración del local, actual y minimalista, con predominio, casi total, del color blanco exhala buen gusto. Está todo tan limpio y bien colocado, tan cuidado, que parece casi que lo estés estrenando. Es una maravilla. Y la comida, a muy buen precio y de una calidad y elegancia en la elaboración, admirable.
Entre las cosas que pedimos (tengo que reconocer que repetimos varios días), lo que más me gustó fue la tarta tatín con jamón serrano. Un “must” en este restaurante. Y, también me pareció espectacular su fidegua de fideo fino con ali oli, hecha en paellera (o paella que es como técnicamente se llama el recipiente, aunque todos nos empeñamos en llamarla paellera) pero como tiene que ser: poco espesa y bien extendida. ¡De muerte! Otro plato que no se deben perder. También estaban muy buenas y bien presentadas las croquetas de jamón serrano (que, por cierto, vienen de buen tamaño y en ración generosa) y las berenjenas rebozadas con miel. Y, ahora que me acuerdo, muy rica y original la ensaladilla rusa (con extra de judía verde, que le da un toque especial). Eso sí, como me paso un poco en el Txa Tei, me fallaron los postres, a excepción de un brownie con caramelo, bueno con moderación. Me pareció que tenían poca oferta de dulce y flojitos el flan de almendra y la cuajada al ron que probamos. Aunque por lo ricos que están los primeros y segundos, este fallito se les puede perdonar, nos hubiera gustado mucho más que nos sorprendieran también con los dulces. Nos habían creado tantas expectativas con la calidad de la comida, que nos quedamos un poco decepcionados en este apartado.
Por otra parte, y en lo que se refiere al servicio, hay que decir que fueron amabilísimos. Todos ellos son encantadores (o más bien encantadoras porque el local es claramente de corte femenino). Todo son facilidades y buenas caras; lo cual, a mi juicio, merece un 10 porque cuando vas a un restaurante, además de a comer, vas a relajarte y a pasar un buen rato. Y, para ello, un buen servicio es imprescindible.
Casi el único “pero” que le pongo a este local es que si bien ofrece servicio de terraza (en una maravillosa terraza en primera línea de playa, frente al mar), también ofrece servicio en el comedor interior (por cierto, muy bonito y con un pequeño patio interior acristalado con un naranjo, muy original). Y, ¿por qué esto debería suponer un problema? Pues básicamente porque no dan de comer en ambos sitios simultáneamente sino que, por no tener infraestructura suficiente, sólo dan en uno de ellos, unas veces fuera, en la terraza y otras, en el interior. Generalmente, dependiendo del tiempo. Pero en marzo, esto es malo, muuuy malo. ¿Por qué? Pues porque te puede pasar, como nos pasó a nosotros el último día: Que toque que dan en la terraza y acabes comiendo fuera, se levante frío y te peles!!! Vale, que te sacan mantas, para que no mueras de hipotermia como los del Titanic (perdonad, que fui a la exposición del Centro Colón y lo tengo muy fresco). Pero no es plan. Y si vas con niños, como era nuestro caso, menos! Y, como pena añadida, pedimos un arroz caldoso de cigalitas, que inicialmente nos pareció sabroso, pero que no os lo puedo confirmar porque a los 2 minutos parecía “helado de cigalita”…y a eso, ya no le encontré tanto el gusto. Una auténtica pena.
El otro “pero” que le pongo al restaurante es la lentitud. Si tiene pocos comensales, va bien. Pero a medio día, y bastante lleno, un poco desastre. Este sí considero que es un tema muy mejorable, por el que no la lías, sinceramente, por la gran la amabilidad y gracia con que te tratan y porque al estar de vacaciones, de pillan más relajado…pero que no gusta.
Y toca ahora hablar de algo tan vulgar como el precio. Del que normalmente me incomoda hablar pero del que, en este caso, me incomoda un poquito menos que otras veces porque les diré que se come estupendamente por aproximadamente 20 EUR por barba. De hecho, a medio día tienen un menú de 18 EUR con un primero, un segundo, bebida y postre, que está IMPRESIONANTE. El segundo suele ser un arroz o fidegua con opción a cambiarlo casi por cualquier otro arroz de la carta por 3 EUR más. Vamos, una lujazo casi para todos los bolsillos!!!
En resumen:
Aunque a mi juicio le falta algo de infraestructura (para entendernos un par de camarer@s más) y mejorar algo los postres, la excelente decoración, la excelente comida y la excelente relación calidad-precio, unidas a la corrección y cariño con que te tratan, justifican más que de sobra una visita a este sitio si se pasa cerquita. Vayan, vayan y verán como me dan la razón y entienden lo del Rolex.
La Guindilla