REDENCIÓN (Los casos del departamento Q)
Primero fue Misericordia, después Profanación y ahora llega Redención, el tercero de los casos del departamento Q que adaptan a la gran pantalla las novelas de Jussi Adler-Olsen, autor danés que describe las andanzas de Carl Morck, detective que trabaja para la policía de Copenhague dedicada a resolver los casos especiales.
Seis son las novelas que Adler-Olsen ha escrito para la saga, la sexta de las cuales aún no ha sido traducida a nuestro idioma. Las otras se encuentran editadas aquí, pero con títulos diferentes a los de las películas. Así, Misericordia se llama La mujer que arañaba las paredes en su versión en papel, Profanación se encuentra en las librerías como Los chicos que cayeron en la trampa y El mensaje que llegó en una botella es la que cambia para pasar a denominarse Redención.
Ese mensaje al que se refiere el título de la novela, mucho más acertado que el que posee en la gran pantalla, aunque sea innegable la referencia al departamento que los investiga, da una mejor idea de qué nos vamos a encontrar en la película, porque es a partir de éste que la policía danesa conocerá la existencia de dos niños, los responsables del envío, que han sido secuestrados y piden ayuda en la misiva.
Sus padres no han denunciado su desaparición. Ni los de ellos ni los de otros niños de los que también se perdió la pista pero acerca de los cuales Rose, la eficaz ayudante del departamente Q, ha sido capaz de localizar datos nada esperanzadores. Inmediatamente Morck y su compañero Assad se disponen a averiguar qué hay detrás de lo poco que tienen y van a descubrir lo que se oculta en lo más profundo del alma humana.
Redención es desconcertante. Se trata de una película policíaca, que no thriller, como últimamente se quiere denominar a todo tipo de cintas que contienen un mínimo de tensión, en la que el nivel del género es suculento. Sentarse en la butaca y ser testigos del viaje emocional de los encargados del caso, de las presiones a las que están sometidos y de su modo de trabajo para esclarecer los detalles que necesitan para liberar a los niños, si es que siguen con vida, es admirable. Pero el guion es demasiado intrincado, emborrona de tal manera las cartas con las que juega, que hasta bien avanzado el metraje uno no acaba de componer el cuadro al completo.
Tal circunstancia, bien notoria, es incapaz de destruir el entretenimiento que se desprende de su visionado. Porque la película, a pesar de todo, funciona. Y uno desea que se sigan adaptando las novelas que aún faltan por llevar al cine porque ya está encariñado con sus protagonistas y porque a pesar de que la producción sea nórdica tiene, al igual que su precendente, la saga Millenium, todas las características del tipo de cine norteamericano al que estamos acostumbrados.
Al contrario que las formas con corte de autor de otro danés, Lars von Trier, y de los seguidores del genio que continuaron la senda del movimiento Dogma, del que su propio creador, el director de Rompiendo las olas, renegó en la práctica, Redención es una cinta que, lejos de intentar innovar nada en el celuloide, se decanta solo por el camino del entretenimiento. Claro está, también cuenta con un mensaje, en este caso religioso, pero coloca sobre él la lupa precisa para no sacar a la película del contexto del caso en el que se centra, de manera que los aspectos policíacos de la misma queden tan intactos como se espera de ella.
Silvia García Jerez