CANTO CÓSMICO
Niño de Elche: marciano, hijo y artista
Se estrena Canto cósmico, un documental multidisciplinar con Niño de Elche como protagonista.
Con la presencia de la familia, las colaboraciones de diversos creadores y las reflexiones personales sobre el arte, el amor y el miedo del atípico artista, se compone este collage, en donde el flamenco, lo experimental y Val del Omar también tienen cabida.
Dirigida a dúo por Marc Sempere-Moya y Leire Apellaniz fue presentada en el pasado Festival de Sevilla y anoche, en Madrid, contando con todo el equipo de la película y algunas celebridades.
Desde hoy, ya puede verse en cines seleccionados.
Paco, Francisco, Fran. Francis, hijo de Paqui y Aladino. Niño de Elche.
Si el nombre define, él es conocido como antaño; por donde viene, de sangre o lugar, aunque luego vaya de aquí para allá, echando raíces en lo que se encuentra por el camino.
En parte de su periplo vital y durante unos cinco años, a Niño de Elche le salió una doble sombra. Leire Apellaniz y Marc Sempere-Moya han seguido sus performances, sus reuniones en familia, sus encuentros entre amigos y con colegas, mientras otros y otras artistas han ido regalándoles alguna que otra actuación -creada ad hoc para el doc-, exponiendo todas las opiniones y comentarios de unos y otras, incluyendo voces de críticos, literatos y pintores, intelectuales, eruditos, y gurús charlando de música, energía y Dios.
En este Canto cósmico Niño de Elche se da conocer, generoso. Presentándose y representándose más allá de los referentes, desafiando y reinterpretando aquello de dime con quién vas y te diré quién eres…
Igual vemos a C. Tangana defendiendo estilo y discurso, que a Israel Galván y Angélica Liddell dando muestras de su talento, que a una madre echando de menos a su niño, esté donde esté, o una sobrina pequeña que todavía ni se entera de quién es su tío.
Paco, Francisco, Francis. Niño de Elche. Aquel que desde el principio nos confiesa, de noche y en una bella oscuridad, que ha sido educado en el miedo. Quien osado y valiente, revela además que hasta los treinta años no durmió acompañado y cuando ocurrió, sus ronquidos apartaban a cualquiera. Así que al final y por siempre, su mejor amante es el arte; su verdadero amor. Aquel que sigue buscando, sea cual sea su manifestación o forma de realizarlo; ya sea cantando, tocando la guitarra, o gritando al compás de unos golpes en sus carnes, escuchando su voz entre pecho y espalda.
En Canto cósmico hay baile, cante, algo de política y misticismo, y mucho arte. Lírica y poética.
Y por supuesto, está el flamenco. El origen de todo. La génesis.
A través de un diálogo coral y cual si fuera un caleidoscopio, Niño de Elche se atreve a contar quién es. Siguiendo sus destinos. Partiendo de Alicante, llegando a Sevilla y ahora, instalándose en Madrid.
Desde su tierra natal, entre palmeras y cerca del mar, o en la ciudad, desnudando parte de su alma y cuerpo. Compartiendo momentos íntimos en la casa familiar, de ensayo con sonidos guturales y gritos ahogados que aún desconciertan a una madre, quien siempre supo de su hijo artista, así como leyéndonos de la colección de ejemplares que quedan tras la mudanza al centro de la capital, relatando pensamientos propios y aprendidos -que Niño de Elche también ha escrito algún libro-.
Así con la complicidad de esos fragmentos de videos de la infancia, junto a su padre con quien empezó a cantar, o ya de chaval presentándose a concursos y certámenes.
Pasando de la algarabía de primos, primas, hermanos y demás familia posando para otro álbum, a quedarse mudos ante su canto. Sin más aderezo. Quedando igualmente el silencio en la alcoba de sus padres, viéndolos cuál cuadros antiguos, sin tener que decir más.
Con un tono más público, asistimos a una charla sobre tradición al pie de un albero (de esas para tomar notas), donde a la par oiremos hablar de vanguardia y “moderneces”, viendo además un buen show de Dj’s y audiovisuales que lanza mensajes con cierta reflexión.
Entre tanto, en la casa familiar, distintas aves permanecen enjauladas en la cocina, o en un palomar, para ser más tarde, comidas. Volviendo a la tierra. Sin embargo, Niño de Elche quiere dejarlas volar -aún con sus recuerdos y ecos de caza, mientas va alimentándose de esa imagen de codorniz desplumada, que tanto atrae como espanta-.
Y entre tantas secuencias, Val del Omar (quien siempre merece un visionado por adelantado a cualquier época, por gran cineasta y pensador) termina colándose, plano a plano, inspirando sutilmente este cosmos de confesiones, realidades y coreografías.
Canto cósmico es todo un viaje, con un comienzo fascinante, cuando al principio todo es luz. Luego vendrán las sombras, formas y texturas -como alienígenas, de otro planeta- que terminarán como por magia y técnica dentro de Niño de Elche, llegando así al arte, de por vida.
Mariló C. Calvo
Aquí puedes leer ENTREVISTA A NIÑO DE ELCHE Y MARC SEMPERE-MOYA POR SU CANTO CÓSMICO