HITCHCOCK/TRUFFAUT
Una amistad más grande que el cine
Corrían los ’60 y un par de buenos directores de cine se saludaban en persona y por primera vez, en una sala acondicionada para la ocasión con cámaras, magnetófonos y algún que otro puro. Ambos ya conocidos, coincidían ante una avispada traductora a solicitud de uno de ellos, para charlar sobre cine y demás pasiones.
De aquella envidiable entrevista surgió un excelente libro El cine según Hitchcock que ahora nos llega en formato documental dirigido por el critico Ken Jones, regalándonos una joya cinematográfica.
Aquel encuentro, de esos que determinan toda la vida, originó una amistad que duró hasta la muerte. Una amistad más grande que su propio cine, condicionando la forma de entender el de uno y otro, y el que vino después. Como bien analiza el brillante doc con el clásico planteamiento de cabezas parlantes –y qué cabezas: Wes Anderson, David Fincher, Linklater, Bogdanovich y el maestro Scorsese- atrapándonos por lo que cuentan, acompañándose de algunas memorables escenas -inclusive la célebre ducha de Psicosis con su inagotable magnetismo- que se disfrutan como debe ser y casi como entonces, en una sala de cine. Sólo por eso resulta imprescindible, pero además es deliciosamente entretenida.
Transcribir en imágenes lo publicado por Truffaut en el ’66 sobre la filmografía de Hitchcock, tras la conversación de más de una semana acaecida cuatro años antes, podría resultar una simple labor de recopilación de aquellas 500 preguntas así como de selección del material gráfico conservado, pero Jones dirige notablemente todo el metraje, utilizando lo adecuado y manteniendo el ritmo, sin perder el interés en las historias ya contadas ni en las películas estudiadas por doquier. Cierto es que experiencia tiene después de sus anteriores filmes; otros tres estupendos docus también relativos al universo fílmico y con Scorsesse cerca, produciendo, narrando, co-escribiendo… Además en Hitchcock/Truffaut, rescata los audios originales del encuentro -imposibles en el libro- que aportan autenticidad y juega con los positivos en movimiento cual guiño al cinematógrafo, introduciéndonos como testigos y recreando la fascinante charla; enriqueciendo aquel momento y a quienes como espectadores voyeurs –que ya lo inventó Hitch-, lo vivimos antes o después.
Inmensos directores por entonces, los dos aún con la diferencia de edad y estilo fílmico, respetaron y admiraron recíprocamente sus tendencias, siendo determinantes para la mayoría de los filmes y publicidad que vemos en la actualidad. Marcaron y reflejaron su época como también se adelantaron a su tiempo.
Ambos, conocedores de su lugar en el mundo y en el cine, fueron conscientes de su apoyo y amistad, llegando hasta compartir compositor musical y consultarse escenas y personajes sin alterar sus personalidades, como bien dice Hitchcock Gauguin no puede ser Matisse, pero deben existir los dos. Y ellos tenían que encontrarse y no quedarse mucho tiempo el uno sin el otro.
El británico perfeccionista que siempre pensaba en el espectador, arrastraba cierta lacra de director de entretenimiento frente al cine cargado de autoconocimiento y referencias autobiográficas que caracterizaba al francés. Pero a Hitch -que también era autor- no le obsesionaba el titulo y prefería hacer cameos y televisión burlándose de su oronda sombra. Gran hacedor asimismo de nuevos recursos para rodar escenas casi imposibles con toda la planificación en su cabeza, buscaba la realidad onírica y el cine puro, casi mudo, destacando siempre lo visual para poder ser entendido por un indio y también por un japonés -y lo logró-. Ese católico fetichista que exorcizaba sus perversiones, obsesiones y temores más personales a través de un cine que paradójicamente llegaba todo el mundo, se confesó ante el flaco francés en aquella interviú que es Biblia de cualquier amante del séptimo arte. Y cual macguffin consiguió –más como fan que realizador-, revelar al mismísimo mago del suspense, toda la moralidad encerrada en sus películas disfrazadas de thrillers.
¿He dicho ya que este documental es fascinante?
Cierto es que emocionará más a l@s cinéfilos pero debería ser obligatorio en escuelas y no sólo audiovisuales. Porque hay trabajo, pasión, vocación, esfuerzo, fama y una gran amistad. Toda una lección de vida y cine.
Disfrutarán, insisto, de las anécdotas narradas con las voces originales y de las reflexiones de los otros grandes directores, pero sobre manera, se divertirán con las bromas del británico mientras posa burlón con Truffaut y advierte, mejor con un puro que así parecerá que somos directores importantes.
Y lo fueron. Son y serán. Siempre.