Restaurante Alamillo
Todo el que haya venido a cenar a mi casa ha podido ver que mi vajilla es de Tlaquepaque (Guadalajara). Así q “se me ve el plumero”….
Estuve de mochilera recorriendo este país hace muchos años y, un poco más tarde, trabajando unos cuantos meses en el DF. Quizá por eso, guardo un gran cariño por este país. Y por eso mismo, reconozco en mí una tendencia – casi natural – a que me guste lo mexicano. He pasado muy buenos ratos en mejicanos como “Las Mañanitas”, el «Sí, señor», «La panza llena» o el “Pele Mele” (aquí, incluso, ligando con esos teléfonos con los que podías hablar de una mesa a otra y que daban tanto juego). También he disfrutado en el “Birra” de la Plaza de las Comendadoras y en “Entre Suspiro y Suspiro”.
Y tengo pendiente de conocer, por falta de planificación (ya que es imposible reservar si no es con demasiado tiempo), el famoso «Punto Mx», aunque espero tener la oportunidad de ir en breve. Corrijo, tengo pendiente de conocerlo “salvo la zona del bar”, donde tome una Margarita que recuerdo como la mejor de mi vida (casi un viaje directo al cielo si no hubiera sido por el purgatorio que fue pagarla: 18 euracos, si no recuerdo mal….). Ninguna tan buena como esta (y la Margarita congelada del Termomix de mi cuñada)
Así que con estos antecedentes, cuando uno de mis «mexican friends» me recomendó el Restaurante Alamillo para una nueva cena que quería organizar con unos amigos, me pareció muy buena opción. Ya había estado en la Terraza del mismo nombre (que he olvidado mencionar en mis antecedentes) y la recordaba, aunque admito que en una nebulosa, como un buen sitio para comer y pasarlo bien. Quizá algo «low profile» en exceso. Por eso, la promesa de misma comida en sitio algo más chic, me apeteció. Y con la garantía de la recomendación de un mexicano, más!
Sin embargo, y me cuesta reconocerlo porque aunque esta sección sea de críticas no querría haberla empezado criticando, me resulto “bien, pero no espectacular”.
El ambiente es agradable. La entrada y la barra muy bonitas. Probablemente lo mejor del local. El comedor, bien decorado, con algunas plantas y figurillas típicas que le dan su punto……pero, mmmmmm, lo siento, no me lo puedo callar: hasta que ves “el gorro y la bandera mexicana” colgando de una pared.
Señores esta decoración está muy bien para una habitación de adolescente mexicano expatriado (cursando estudios en los “States” o en Europa) y resulta aceptable para una cantina mejicana “del montón” pero me pareció inaceptable para un mexicano con ciertas pretensiones. Como «crítica constructiva» que decimos en esta cultura tan hipócrita y usando un término que todos los padres con niños en edad escolar entenderán, este detalle decorativo merece, sin duda, un “ se puede mejorar». ¿Os imagináis un bar español en el extranjero poniendo como decoración una bandera de España y una montera? Pues eso!
La comida correcta. Rica. Sin grandes alardes pero sabrosa, con un toque “de más” de picante y salado en algunos platos que explica, probablemente, su éxito entre los propios mexicanos y la paulatina animación de los comensales españoles, conforme trascurre la cena (por la bebida que hay que tomar para compensarlo, digo).
Muy recomendables sus molcajetes, el taco gringa y la crepa de cajeta. Y, sin duda alguna, lo mejor (¿Será por esto que me gustan los mexicanos?): rrrrra-ta-ta-tan…redobles;-) “ sus margaritas”. Dice uno de mis amigos que el ya “casi no bebe agua”….Como norma general: habito peligroso. Pero pasadas las jambas de “El Alamillo”, un acierto total!! Eso y la amabilidad de los camareros, fueron sin duda la clave de una noche muy divertida. Al final de la cena, todo nos hacía más gracia, todos nos caíamos mejor, todos nos queríamos más y a ninguno nos costó pagar los 35 euros por barba que sin vino, ni copas no fue ni caro, ni barato.
En definitiva, un sitio agradable para pasar una noche divertida y, como decía antes, sin grandes alardes culinarios pero de precio medio. El sitio, bien para ir con amigos con presupuesto moderado y apto para ir con niños, sobre todo, si se piden los Nachos se Jamón y queso y, preferiblemente, en verano cuando ponen una agradable terracita en una zona peatonal (o eso me han contado) donde los niños pueden jugar sin peligro (y desde donde no se van la bandera y el gorro charro).
En conclusión: “¿Volveré?….si seguramente. ¿Estoy deseando volver?…. Hombre, eso tampoco.
La Guindilla