LAS BRUJAS: El esplendor de Robert Zemeckis
Las brujas, de Roald Dahl primero, que fue el autor que escribió el libro en el que se basa, y de Robert Zemeckis ahora que se estrena la nueva versión cinematográfica, porque ya hubo otra en 1990 (La maldición de las brujas, de Nicolas Roeg, con Angelica Huston como Gran Bruja) comienza con toda una declaración de intenciones.
El primer plano de Las brujas, de Robert Zemeckis, es el de un niño dormido en un coche mientras al fondo vemos la nieve por la ventanilla, pero cayendo hacia arriba. Un plano sencillo pero asombroso, seamos sinceros.
La cámara dará la vuelta y nos pondrá en la perspectiva correcta, la de un coche al revés, volcado en la carretera tras el accidente que ha sufrido y en el que el niño, al despertar porque lo están rescatando, se da cuenta de que sus padres, delante y sin cinturón de seguridad, no han sobrevivido.
El pequeño pasará ahora a vivir con su abuela materna (Octavia Spencer), con la que le costará acostumbrarse a un día a día sin sus padres, como es lógico.
Pero cuando la abuela logra, gracias a la compra de un ratón al que el niño llama Daisy (Blanca, en los subtítulos, no se entiende muy bien por qué) y gracias también a su arte como cocinera, que nuestro protagonista se anime y vuelva a disfrutar de la vida, un día va a la tienda con ella y, buscando algo concreto por la tienda se encuentra a una mujer de físico extraño, y habla más rara aún, arrastrando palabras y sílabas hasta resultar incluso desagradable, que le ofrece un caramelo que a punto está el pequeño de aceptar. La abuela lo requiere y rápidamente huye de un infierno que el niño no puede ni imaginar.
Aunque sí, se lo imaginará en el momento en que le confiese a su abuela lo que ha pasado. Porque la abuela sí sabe de qué está hablando el niño y le cuenta la historia que ella misma vivió de pequeña con una de ellas, una de las brujas, que si te ofrece un dulce y lo aceptas, te convertirás en el animal que la fórmula de la pócima determine.
Así las cosas, la abuela sabe que una vez que la bruja ha contactado con su nieto no están a salvo, por lo que decide que se escondan en un hotel en el que no podrá encontrarlos.
Lo que ni la abuela ni el nieto saben es que esa misma noche tendrá lugar en ese hotel, el más caro e imponente de Alabama, la Convención anual de Brujas, al que por supuesto asistirá la Gran Bruja (Anne Hathaway) con todas las que se han unido al magno evento.
Robert Zemeckis es un director prodigioso. Lo demostró en los años 80 cuando su talento se consolidó a la vez que emergía, porque cuando entre tus primeras películas se encuentran Tras el corazón verde, Regreso al futuro y uno de los capítulos de Cuentos asombrosos, auspiciadas estas dos últimas por su mentor, Steven Spielberg, solo podías deducir que Robert iba a ser uno de los grandes en la industria del cine.
Su carrera solo fue hacia arriba: completó la trilogía de Regreso al futuro, se metió en la animación mezclada con imagen real en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, adelantándose claramente a su tiempo, y nos presentó a Forrest Gump, ganando el Oscar al mejor director gracias a él.
Con El vuelo, una decepción por la cual solo Denzel Washington logró buenas críticas, y una nominación al Oscar, su carrera patinó hasta que gracias a El desafío (The Walk) y su rodaje en 3D de la heroicidad que Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt) logró en 1974 pasando de una Torre gemela a la otra en modo acróbata nos trajo de vuelta al Zemeckis que adoramos.
Pero a esas alturas, nunca mejor dicho, ya estaba claro que era un director que se estaba alejando de las exigencias de las grandes majors norteamericanas y había decidido seguir su propio rumbo, sin obedecer a los estrictos esquemas que impone el cine comercial en general y su vertiente más familiar en particular.
Su última película, Bienvenidos a Marwen, con un Steve Carrell también animado a modo de muñeco como protagonista, era un ejemplo perfecto de cine políticamente incorrecto que gusta a los pocos que admiramos que los directores a los que tradicionalmente se ha encumbrado ahora hagan lo que quieren, no lo que se espera de ellos. Por lo tanto, Bienvenidos a Marwen fue un estreno pequeño que defendimos quienes la vimos pero con tan pocas copias de distribución en nuestro país, con un estreno casi tapado, no pudo luchar y conseguir ser recordada dentro de su filmografía como la joya que realmente es.
Ahora estrena Las brujas, una cinta que a pesar de estar enmarcada en los cánones del cine que se hacía en los 80 y los 90, el que él mismo hizo durante años, se aleja considerablemente de lo que se espera de una película para niños. Roald Dahl es así también, un autor que no se arruga ante nada y que cuenta la historia sin la presión de tener que hacer lo correcto con ella.
Por lo tanto, estamos ante un nuevo prodigio en la carrera de Zemeckis que, por cierto, a falta de esos grandes títulos que realmente se esperan en las carteleras pero que las majors han decidido aplazar hasta el próximo año por la pandemia, el público está descubriendo porque de ser potencialmente un estreno pequeño y escondido, como Bienvenidos a Marwen, ha pasado, ante la ausencia de películas esperadas, a ser el gran estreno del fin de semana de Halloween. Y se lo merece.
Las brujas es una delicia, una de esas películas que veíamos cuando éramos pequeños, quienes crecimos con el cine de los 80. Un relato lleno de ritmo en el que nada de lo que ves es lo que esperas que ocurra.
Robert Zemeckis, al igual que ya hiciera Roald Dahl en papel, nos lleva por derroteros inesperados para una película de Hollywood. Y es algo que se agradece. No hay nada más aburrido que saber a lo que vas cuando vas al cine. Aunque haya mucho público que precisamente lo que quiere encontrar es el esquema tradicional de una película comercial. Quien espere eso, que se vaya a ver otra, porque Las brujas te vapulea, te lleva por caminos que nunca pensaste que la industria del cine más famosa del mundo transitara, y hay quienes de verdad lo agradecemos.
Pero tal cosa tiene un coste, y es encontrarnos con una película que, aunque sea inmensamente entretenida, tiene una moraleja que dará que pensar, tanto a los niños como a los mayores que los acompañen. El mensaje de la cinta es demoledor para quienes esperen otro más evidente, y eso está tan bien que hay que darle las gracias a Zemeckis, además de a Guillermo del Toro, el mexicano ilustre que también interviene en el guión adaptado.
Con Guillermo en el proyecto también se entiende muy bien cómo han llegado Las brujas a ser tan oscuras, a convertirse en esas criaturas tan bien diseñadas por el maquillaje y los efectos visuales, y por qué, gracias a la sutileza con la que está diseñada la Gran Bruja, monstruosa pero no desagradable, llegamos a conectar mejor con ese personaje tan odioso que detesta a los niños y quiere convertirlos en animales para no verlos por el mundo.
Esa bruja es Anne Hathaway, una Anne Hathaway desatada que le confiere a su interpretación un toque de locura que favorece al resultado de la película. La precisión de su maldad, con un ligero aspecto de cómic en la transformación de su personaje, son dos aciertos que si no se dan, hacen descarrilar al largomentraje. Y Anne ha sabido calibrar muy bien su personaje no tomándoselo en serio y mostrando su cara más divertida, dentro de lo terrible que es, dejando claro que una bruja malvada puede moverse en ese registro a la vez que resulta todo lo divertida que el tono de la película requiere.
Las brujas es, en definitiva, uno de los grandes entretenimientos de la temporada, además de una versión admirable de la novela de Roald Dahl con la que se compararán las que vengan después. Y más vale que si quieren sacar buena nota las dirija todas Robert Zemeckis. Pero es de imaginar, irónicamente hablando, que no será así: un genio como él querrá seguir evolucionando en su carrera para continuar ofreciéndonos estas grandes películas. Y para que todos podamos seguir agradeciéndoselas.
Silvia García Jerez