ALITA: ÁNGEL DE COMBATE
Alita: Ángel de combate vuelve a poner de manifiesto algo que no suele defenderse demasiado. Muy poco o nada, de hecho. Tal vez porque se tiene muy asumido o simplemente porque no se ha pensado en ello lo bastante, pero el caso es que Robert Rodríguez es uno de los grandes directores de acción contemporáneo y nosotros no le estamos haciendo el caso que se merece.
Tal vez haya demasiado cine de acción, demasiado ruido en las salas como para que alguien destaque, pero Robert Rodríguez lleva años siendo el primero de la clase, desde que se diera a conocer en los 90 con El mariachi y su secuela, Desperado.
Abierto hasta el amanecer, Spy Kids y una genialidad que más que adaptar el cómic convertía Sin City, tebeo, en el storyboard de la película, lo catapultaron a un lugar de privilegio, aunque sus secuelas no hayan dejado demasiada. Secuela, quiero decir.
Otra película por la que aplaudir su nombre era el Planet Terror del proyecto Grindhouse, que iba de la mano de uno de los títulos más fallidos de la filmografía de Quentin Tarantino: Death Proof. La chica de la película (Rose McGowan, que fue también su chica por aquel entonces) tenía una metralleta por pierna y venció con contundencia a las varias que conducían coches en una carrera demasiado alocada y agotadora.
Ahora estrena otro film que podría colocar a Rodríguez en el escaparate de los más admirados. De nuevo. Porque su adaptación de Gunnm, manga de Yukito Kishiro, es la apoteosis hecha cine. El guión lo firma el propio Rodríguez junto a Laeta Kalogridis y a James Cameron. Y ahí tenemos otro nombre que nos asegura el puro espectáculo que buscamos y que vamos a encontrar.
Alita nos sitúa en el siglo XXVI, un poco lejos de aquí, y con un ambiente bastante más triste, por cierto, un futuro muy negro es el que plantea Kishiro en la historia, con una guerra que ha dejado a la población a merced de una nave espacial a la que nadie puede subir sin cumplir los estrictos requisitos que se piden para ello… un mundo desolador en el que Alita revive gracias al Doctor Dyson Ido (Christoph Waltz).
Entre la chatarra que ha dejado la guerra, esta Cyborg semi-humana se encuentra moribunda, únicamente con su busto apenas activo, y el doctor la recoge para darle un cuerpo con el que manejarse. Con él, Alita, que no recuerda nada de su pasado, irá despertando a una realidad en la que flashazos de aquella guerra le vienen a la mente.
Su nuevo yo es toda una proeza, brazos y piernas con los que caminar pero también con los que combatir con quien haga falta. Y la hace con un asesino que anda suelto por el barrio para coger piezas del cuerpo de otras chicas y venderlas.
Todo cuanto rodea a Alita es un peligro, hasta que descubre la verdad en torno a ese asesino. Entonces se encontrará más segura, gracias a la información, pero sabiendo que su realidad es aún peor que la que imaginaba, y que necesita un cuerpo más sofisticado para hacer frente a la amenaza que la acecha.
Todo esto contado con la destreza y el ritmo con el que Robert Rodríguez hace su cine, un relato que no se detiene y que tampoco abruma, que se sigue con la atención que prestamos a las películas que siempre han sido referentes.
Alita: Ángel de combate cuenta también, tal y como se espera de ella, con unos efectos visuales a la altura del siglo en el que vivimos. El ordenador no deja de notarse, cierto es, pero es que para ser un cyborg semi-humano también hay que tener un aspecto un tanto artificial que la textura de la película reproduce a la perfección.
Luego están todos los robots del film, un despliegue sensacional de poderío de la industria norteamericana, capaz de crear mundos artificiales con más naturalidad que filmar en este en el que estamos. Los robots parecen nuestros vecinos, es todo tan real que no puede sino admirarse. En efectos visuales Estados Unidos es insuperable.
También es maravilloso advertir que por primera vez en mucho tiempo, y por mucho tiempo quiero decir unas cuantas películas, el actor Christoph Waltz no resulta irritante. Todo lo contrario. Su personaje del doctor, aparentemente contradictorio pero cargado de lógica y por lo tanto de bondad, es una maravilla entre su profusión de malvados, cínicos y directamente insoportables que tiene en su filmografía.
Otro personaje que nos encontramos en Alita: Ángel de combate, es el de Vector, interpretado por el ganador del Oscar y nominado este año Mahershala Ali, un hombre imponente que no despierta simpatía.
Resulta un tanto desconcertante, porque es un estereotipo de lo que representa y haber visto al actor en un papel tan bien elaborado en Green Book y encontrárselo aquí haciendo algo tan distinto, que encaja en la cinta pero descoloca cuando sabemos que un segundo Oscar está al alcance de su mano mientras que en Alita interpreta un personaje por el que no lo ganaría nunca. Y curioso, porque no deja de ser elegante tampoco aquí, pero es solo el envoltorio de algo que como actor no te deja en buen lugar.
Quien sale victoriosa de todo el metraje es Alita, a la que da vida y presta sus rasgos para que los efectos visuales hagan el resto, Rosa Salazar, vista en El corredor del laberinto o en Insurgente, de la serie Divergente. Su trabajo es tan espectacular como lo fue el de Andy Serkis con su Gollum de El Señor de los Anillos o su César de El origen del planeta de los simios, y secuelas que completan la trilogía.
Un cyborg con aspecto humano, con sentimientos, capaz de enamorarse del joven Hugo (Keean Johnson) y admirar a quien la ha acogido como si de su propia hija se tratase, es una joven guerrera que viene a unir su nombre a otras que han demostrado que el cine de acción con mujeres como protagonistas es tan eficaz como si un personaje masculino estuviera al frente de ellas.
Wonder woman, Lucy, hasta Siete hermanas fueron un ejemplo a seguir en aquel film de ciencia ficción con Noomi Rapace interpretándolas a todas. Y dando patadas como si no hubiera un mañana. Alita las da con el arte que se espera de cualquier héroe de acción, y su efecto es tan letal como el de un Terminator que no le teme a nada.
Alita: Ángel de combate es un entretenimiento familiar con una factura impecable y un ritmo trepidante, que se proyectará en 3D pero que en los tradicionales 2D se disfruta igual de bien o incluso mejor. No es necesario ponerse más gafas que las que uno lleve puestas para disfrutar de un espectáculo que ofrece exactamente lo que el público demanda, acción, una historia en la que ésta encaje y un rato de diversión que no defraude. Alita: Ángel de combate, entonces, es tu película.
Silvia García Jerez