HEREDITARY: El terror como obra de arte
Llegar y cambiarlo todo. Eso es lo que ha hecho Ari Aster, un joven de 31 años nacido en Nueva York: ser capaz de revolucionar un género con tantos lugares comunes como el del terror solo con su primera película, Hereditary.
Con aura de cinta fantástica que ningún aficionado debe perderse. Así fue como se acogió en su presentación en el festival de Sundance, en enero de este mismo año. Hereditary supuso una conmoción en el panorama cinematográfico. Las críticas y opiniones que suscitaba hacían crecer las expectativas en todo el que leía que ‘no habías visto nada igual’.
No es cierto. Claro que has visto películas como esta, la historia que cuenta no es nueva, pero sí era verdad una cosa: no la habíamos visto contada así.
Sin desvelar nada, digamos que la cinta nos sitúa en el entorno de una familia que ha de asistir a un funeral, el de la matriarca, cuyo árbol genealógico se nos presenta a modo de leyenda, y de cita, antes de introducirnos en el dramático acto. Y se trata de una familia con un oscuro secreto que iremos desentrañando a medida que se desarrollen los acontecimientos.
Algo tan manido y sumamente tratado en todo tipo de géneros llama mucho más la atención en el del terror, básicamente porque estamos preparados para que el pasado vuelva en forma de los sustos convencionales que los elementos del género desperdigan siempre por los metrajes.
Pero en Hereditary las cosas no son tan sencillas. Hacía tiempo que no veía un film tan desasosegante, tan compacto, donde todas las piezas encajaran de la manera más perfecta posible, tan bien rodado y con el que además lograra pasar miedo. En una palabra, hacía mucho tiempo que no veía una película de terror tan bien hecha.
Posiblemente la última fuera Verónica, de Paco Plaza, y de ella hace ya casi un año. Ni siquiera Un lugar tranquilo consigue este nivel de excelencia. Y es que parece fácil, pero así como no lo es hacer reír con una comedia, no es tan sencillo asustar con una película de miedo. Y, curiosamente, son dos géneros extremadamente maltratados por las academias, olvidados, e incluso despreciados, a la hora de ser premiados.
Pero lo que Ari Aster consigue en Hereditary es casi un milagro. En resultado, se aproxima a los que suele lograr un genio consagrado como James Wan. De algo así estamos hablando. Porque para ser la primera película de Aster, es asombrosa la destreza y la seguridad con la que maneja cada toma.
La planificación de Hereditary es un prodigio. Cada encuadre es importante, cada movimiento de cámara es por algo, y todos los elementos con los que llena la pantalla tienen una razón de ser y de estar, a foco o fuera de él. Su precisión es total y también lo es la maestría con la que dirige la película. Porque queda clara una cosa que no suele notarse a menudo en la gran pantalla: el mimo con el que ha cuidado cada minuto. Hereditary es una declaración de amor al género de terror.
Solo amándolo así se puede conseguir una tensión continua con un tempo más bien tranquilo. No es lenta, simplemente se toma su tiempo para situarte en la familia, para contarte quién es quién y qué les está pasando, todo ello con una atmósfera intensa, una banda sonora inquietante que te persigue psicológicamente para que la presión sobre el mosaico no decaiga, para mantenerte en el ambiente insano en el que tarde o temprano va a pasar algo…
Toni Collette, actriz todoterreno pero ya musa del género después de ser la icónica madre de El sexto sentido, por la que recibió una nominación al Oscar, vuelve a brillar de nuevo como madre en otro trabajo que le está dando muchas alegrías. Si la Academia no fuera tan alérgica al terror, aunque ella no puede quejarse por ello porque es de las pocas afortunadas que han sido reconocidas en él, Toni podría tener asegurada otra candidatura, esta vez como mejor actriz.
Lo merece. Está sublime. Llena de matices, de sonrisas nerviosas, de momentos duros. Se luce gritando, chillando, enfadada, dolida… su personaje pasa por tantas emociones que, como suele decirse, ha tenido que acabar agotada pero feliz. No se tiene todos los días la oportunidad de interpretar a esta Annie. Y menos de recibir los piropos que le están llegando por ello.
Junto a ella está Gabriel Byrne, un irlandés que se prodiga poco por estrenos mediáticos y que es una gozada volver a ver en la primera línea de actores a tener en cuenta, esta vez en un personaje comedido, el más difícil del reparto porque es en el que menos vamos a fijarnos. Y Alex Wolff, uno de los hermanos Tsarnaev que pone la bomba casera en la maratón de Boston en Día de Patriotas, que en Hereditary tiene el papel del hermano mayor, un chico que sufre a todas horas y en todos los sentidos.
Pero la gran revelación de la película es Milly Shapiro, una joven que salta de Broadway a la gran pantalla en un papel inolvidable. Su debut es asombroso: intenso, terrorífico y también muy triste. Porque lo que le ocurre a esta familia es un drama. Un drama continuo envuelto en piel de terror con un maquillaje exquisito, unos efectos nada efectistas y un aroma malsano y cruel en los límites de lo soportable para aquellos a los que el género no les llame tanto la atención cuando se trata en serio.
Porque esta no es una película más de las de ir a pasar el rato con el miedo accesible que dan los asesinos en serie atacando adolescentes en bosques mal iluminados por una luna que no nos acaba de dar la claridad que nuestro morbo necesita. Aquí hay un director que además de proponer temas como la integración social nos lo hace pasar mal mediante la elevación del género de terror a la altura del arte. Solo por eso Hereditary ya merece estar entre las mejores películas del año.
Silvia García Jerez