15:17 TREN A PARÍS
15:17 tren a París es la última película de Clint Eastwood. Hasta hace diez años ese dato sería más que suficiente para despertar el deseo de todo cinéfilo de ir a la sala de cine más cercana en que la cinta se proyectase.
Pero desde que Gran Torino llegara a nuestras vidas para quedarse como título icónico de la filmografía del director, Clint ha ido sorteando una marea de films irregulares que han reflotado gracias a la fabulosa Sully, el anterior trabajo de Eastwood previo al que ahora nos ocupa.
Y así, como un Woody Allen que, cinematográficamente hablando, convence cada vez menos, su trayectoria nos ofrece ahora otra historia real, como hizo con la olvidable J. Edgar o la sobrevalorada El francotirador, y basándose, al igual que en el caso de Sully, en un hecho concreto cuya duración fue más bien escasa pero cuyas consecuencias se recordarán siempre, aborda en 15:17 Tren a París la hazaña de los hombres que en agosto de 2015 evitaron una masacre en el trayecto iniciado en Amsterdam con parada en la cuidad del título.
Eso sí, partiendo de una base semejante en tiempo y en resultados, si en Sully toma el hecho concreto para desmenuzarlo en los distintos puntos de vista de aquellos que se vieron involucrados en el suceso, en 15:17 Tren a París opta por una narrativa lineal para situarnos en el momento en que los héroes se conocen en el colegio y van forjando una amistad que aunque la vida separe Skype se encarga de reunir.
Todo para llevarnos a ese punto en el que Spencer (Spencer Stone), Alek (Alek Skarlatos) y Anthony (Anthony Sadler) hacen frente al terrorista, pasando por su instrucción y el viaje por Europa que los hace tristemente célebres. Los vamos a ir conociendo, sabiendo sus puntos débiles y vamos a aproximarnos a sus mejores habilidades para que cuando estemos situados en el clímax de la cinta sepamos cuáles van a ser sus movimientos y entendamos por qué son capaces de reaccionar de esa manera.
Clint Eastwood hace gala en este nuevo trabajo de una sabiduría extrema como director. A sus casi 88 años sigue siendo un narrador ejemplar que domina las elipsis como pocos y mueve la cámara con la precisión que le pide la historia. Además de ser un director de actores inconmensurable, obteniendo de sus tres intérpretes, los auténticos ejecutores del heroico episodio, unas interpretaciones veraces al nivel de las que podrían ofrecer los profesionales más experimentados.
Sí, fueron ellos los que llevaron a cabo los hechos que se cuentan, pero no es lo mismo vivirlos que recrearlos y el cine es muy esclavo en lo que a credibilidad, o a la falta de ella, se refiere. La verosimilitud de cuanto encontramos en la pantalla depende, en el mundo de la ficción cinematográfica, más del director que de aquellos que hicieron posible que la historia pueda ser contada. Y Clint consigue de cada uno de sus actores auténtico oro hecho celuloide.
La parte negativa de una propuesta como 15:17 Tren a París es que el espectador va a ir al cine a ver la recreación de un atentado fallido. Y eso lo va a ver. Pero va tardar en encontrárselo. A lo largo de la película tendrá pinceladas que lo van a ir situando, también respecto a personajes secundarios de la subtrama, de cara a cuando llegue el turno del atentado. Pero la trama principal es y será el camino a este.
Por lo tanto, para aquellos que esperen algo parecido a lo narrado en Sully, un intento de atentado contado a lo largo de todo el metraje, 15:17 Tren a París será una auténtica decepción.
Pero si miramos con los ojos del proyecto distinto que es en realidad la película, en el que una historia conjunta nos envía a una meta histórica, entenderemos que estamos ante una película interesantísima, por momentos muy absorbente, y capaz de ser entrañable con unos personajes a los que vemos crecer y con los que, si nos convertimos también en sus compañeros de viaje, nos vamos a poder identificar. Como espectadores que se identifican con el héroe, tampoco ninguno de nosotros seremos nunca Indiana Jones.
No es 15:17 Tren a París una película fácil. Porque cuando no esperamos una determinada narrativa ésta nos inquieta y a menudo nos aleja de ella. Pero Clint Eastwood ha firmado uno de sus mejores títulos de los últimos diez años, aunque tal afirmación no signifique demasiado dentro de una trayectoria que ya no puede presumir de ser perfecta.
Silvia García Jerez