100 METROS: retrato de un superhéroe
100 metros habla de la esclerosis múltiple. Una enfermedad dura, degenerativa, que avanza a base de brotes, que pueden ser poco importantes y permitirte seguir contu vida hasta el siguiente, que es de esperar que sea tan leve como el anterior, o puede destrozar de manera significativa tu existencia, disminuyendo tu calidad de vida e incluso su longitud. Pese a todo, lejos de lo que podría imaginarse, 100 metros no es una película demoledora que conciencie, por medio de un elevado tono dramático, de lo que le ocurre al paciente cuando la sufre. Por el contrario, se trata de un film positivo, lleno de esperanza gracias al afán de superación de su protagonista, Ramón, interpretado de manera sublime por Dani Rovira, en un cambio de registro que dejará sin habla a quienes solo lo tienen por comediante.
El monologuista que revolucionó la taquilla con las dos entregas de Ocho apellidos vascos, se mete en la piel de Ramón Arroyo, un joven al que le es diagnosticada la esclerosis a los 35 años y que, frente al pesimismo que lo rodea y que le asegura que en un año no podrá caminar ni 100 metros, se decide a llevar a cabo un hito digno de Iron-Man, una triatlón, con el esfuerzo que eso supone y le supone.
Pero para él la enfermedad, lejos de ser un obstáculo en el camino de lograr su propósito, no es sino un incentivo para sortear las dificultades. Y así, con ayuda de su suegro Manolo, (sí, de nuevo Karra Elejalde y una vez más en estado superlativo), comienza a entrenar de cara completar el trío de carreras que tiene por delante: la de natación, de 3,8 km, la ciclista, de 180, y la pedrestre, que conforman 42 km corriendo.
Ilusión, ganas y sobre todo, necesidad. La de demostrarse a sí mismo y a quienes comparten con él sus momentos más dolorosos, que es capaz de conseguir algo que a priori se antoja imposible.
Ramón y Manolo, juntos a su pesar por sugerencia de Inma (Alexandra Jiménez, en otro extraordinario trabajo), esposa e hija respectivamente, forman un tándem entrañable, de los que se recuerdan con el cariño que emana de una relación que se verá obligada a pulir sus roces si quieren conseguir sus metas, ya que no solo el primero las tiene, como de manera muy inteligente va mostrando el desarrollo del largometraje.
El nivel dramático de 100 metros está tan bien equilibrado con el grado de comedia que lo aligera que ni el primero resulta insoportable ni la segunda introduce ápice alguno de irreverencia. Al contrario, resulta tan respetuosa con la enfermedad que por encima de ambos géneros se alza la emotividad que su director y guionista, Marcel Barrena, en la que es su ópera prima para la gran pantalla, consigue darle en todo momento.
Motivos, excusas, sentimientos en estado puro… 100 metros es un abanico de emociones en el que nada está colocado al azar. Cada aspecto de la película está meticulosamente cuidado, desde la banda sonora, tanto la música como las canciones, hasta el montaje, que mide con precisión el tiempo necesario de cada plano en pantalla.
De esta forma, nada más concluir la proyección, nos damos cuenta de que hemos asistido a un precioso homenaje: el de un hombre que dio lo mejor de sí para demostrar que no hay nada imposible ni siquiera cuando casi todo parece haberse puesto en contra.
Silvia García Jerez