THE FLORIDA PROJECT: colorida infancia
The Florida Project es un film de ficción porque cuenta una historia narrativa con personajes imaginarios interpretados por actores a los que no les está pasando realmente lo que la película está contando. Todo es fingido para que parezca lo más verosímil posible.
Pero si nos atenemos a la definición de que un documental es la expresión de un aspecto de la realidad mostrada de forma audiovisual, The Florida Project lo tendría muy mal para escapar a ese género, ya que se acerca de tal modo a cuanto se esconde en el Motel de la periferia de Disneyworld en el que transcurre que sería difícil encuadrarla fuera del mismo.
Y es que, The Florida Project, perteneciendo de lleno al terreno de la ficción roza por momentos la veracidad que no es propia de él. Por muchos momentos, gracias a su naturalidad y a la denuncia, o exposición, según se quiera ver, que hace su director, Sean Baker, del lado oscuro de ese parque temático tan famoso y apetecible para niños y adultos.
Detrás del glamour del mundo mágico de Disney, sus atracciones y sus simpáticos personajes dispuestos a saludar y a hacerse fotos con los visitantes, Baker pone el foco en la marginalidad de un complejo hotelero en el que entre otros inquilinos vive Moonee (Brooklynn Prince) con su madre, Halley (Bria Vinaite), una joven desempleada que pasa sus días sobreviviendo como únicamente se le ocurre, mientras su pequeña hija, de vacaciones de verano, juega con sus vecinitos de formas cada vez más revoltosas. Solo la coherencia del gerente del Motel, Bobby (Willem Dafoe) es la que mantiene la cordura y la paz del complejo. Si es que algo semejante es posible.

Hasta que conocemos a Halley la estrella de The Florida Project es Moone, la espléndida Brooklynn Prince que ha resultado ser la revelación femenina del pasado año durante el recorrido de la película por los distintos festivales, y que lo será también este, ya que la película se estrena por fin comercialmente.
Es imposible no amar a esa pequeña, y por extensión a sus amigos, que cometen las trastadas más dispares, propias de su edad y de una falta de vigilancia propiciada tanto por el asueto del verano como por el comportamiento negligente de su madre, una Bria Vinaite a la que el director encontró en Instagram, que brilla también desde que aparece hasta su desgarradora escena final, y que supone otro prodigioso acierto de casting.
El tercero, con nominación al Oscar incluida, es el fichaje de Willem Dafoe para el papel de Bobby. Los actores siempre dicen que interpretar al malo es muy divertido pero en lo que todos, actores y directores están de acuerdo, es en lo difícil que es dar vida a un personaje común, tan cotidiano que no tiene nada que sobresalga en su carácter, en sus movimientos o en las decisiones lógicas que toman.
Y que con todos estos elementos Dafoe haya construido uno de los personajes más icónicos de su carrera tiene el mérito de un actor con oficio que sabe poner de manifiesto su talento. También es cierto que él representa el oasis de la cordura en medio del desierto de desenfreno que supone el día a día en ese emplazamiento. El contraste que supone Bobby, dulce, paciente y siempre dispuesto a echar una mano, queda expuesto, en tan pintoresco cuadro, como el ser que aporta luz al retrato.

The Florida Project comienza con una chiquillada infantil muy molesta para los adultos pero en el fondo inofensiva que dará lugar al primer enfrentamiento entre inquilinos con el que cuenta la película.
Los niños, ajenos a la visión adulta de las turbulencias de la existencia, siguen su curso en lo que a diversión se refiere. No hay límites, pero tampoco los encuentra Halley para lograr su supervivencia. A cada edad un desafío. Y el pobre Bobby, un poco el Chanquete en este Verano azul que también cuenta con sus momentos amargos para los niños, igual que en la mítica serie española, utiliza su mano izquierda para controlarlos a todos.
The Florida Project es un film deslumbrante en su originalidad a la hora de poner de manifiesto una realidad a la que el cine no acostumbra a mirar. Su frescura, su aire de ejercicio cinematográfico travieso, su planificación destinada a que el Motel parezca siempre un lugar distinto respecto al ya visto en escenas previas logran que The Florida Project sea un espectáculo visual sin estridencias ni efectismos.
El único problema, que no es precisamente nimio, es que la cinta se estanca narrativamente cuando todavía queda proyección por delante. Si The Florida Project durase media hora menos en vez de las dos hasta las que llega, estaríamos hablando de una obra ejemplar.
Pero saber medir los tiempos es tan importante como el resto de los componentes técnicos y artísticos de cualquier título que se precie. Nada puede fallar para que perdure, y en este caso la continuidad de hechos sin repercusión dramática lastran un conjunto que vuelve a subir en su tramo final pero ya sobre un error que este acierto no puede enmendar.
Aún así, The Florida Project queda en el recuerdo como una cinta insólita que crece debido a lo novedoso de su propuesta y a la simpatía y admiración que despiertan en nosotros todos esos personajes tan diversos, tan cuestionables como personas pero tan entrañables como seres de ficción a los que la vida ficticia que se ven obligados a vivir los trata de manera tan singular. Personajes que, en ocasiones, también se merecen ver el arcoiris.
Silvia García Jerez