THE DISASTER ARTIST: James Franco consagra a Tommy Wiseau
The Disaster Artist cuenta la historia real del cineasta del siglo XXI que con mayor ahínco se propuso demostrar que era un genio, por muy lejos que estuviera de merecer tal halago, y de su mejor amigo, que lo ayudó en todo para que consiguiera su sueño.
Éste se hizo realidad, pero no de la manera en que el primero imaginó. Porque el director en ciernes, Tommy Wiseau, se puso tras la cámara, toda vez que ningún proyecto hollywoodiense contaba con ellos, y decidió rodar The Room con él mismo y Greg Sestero de protagonistas.
En The room, Tommy, convertido en Johnny para la ficción, vive feliz con su prometida, Lisa (Juliette Danielle), hasta que ésta pasa a aburrirse con la relación y decide seducir a Mark, el mejor amigo de Tommy, lo cual constituirá el principio del fin para él.
Así contada puede ser una película más sobre amores extremos, engaños y celos, aunque Tommy pretendía haber logrado una obra digna de arrasar en los Oscar. Pero lo que podría haber pasado desapercibido de haber tenido un nivel hasta cierto punto tan aceptable como la mayoría de cintas mediocres que deambulan por la cartelera, se convirtió en un ejemplo a no seguir dentro de la industria.
La película resultó ser tan sonrojante, tan esperpéntica desde todos los puntos de vista, incluido el cinematográfico, de una falta tan absoluta de narrativa aceptable, de coherencia interpretativa y de lógica, que las risas la hicieron crecer del placer culpable a la obra de culto.
Su intento más que claro de obtener una historia de amor en tono erótico mezclado primero con la amistad y después con la traición que desencadena el drama, no fue sino un desatino poblado de escenas imposibles que dieron pie al público a una diversión involuntaria.
Así nació el mito de The Room, y James Franco, cineasta, éste sí, con una carrera forjada a base de títulos arriesgados de los que ha obtenido un enorme prestigio, da un paso más en su recorrido kamikaze para abordar el rodaje de una película que solo por su leyenda se puede calificar como tal. Y le ha salido, una vez más, estupendamente.
Franco, que en el cine ha sido Scott Smith, el amante del Harvey Milk que le dio el segundo Oscar a Sean Penn, que fue nominado al Oscar por la durísima 127 horas y enfundado en la piel de Alien, el traficante de drogas de la película, sacó de la cárcel a las Spring Breakers de Harmony Korine, retoma su prolífica filmografía como director para, sin apartarse de la interpretación, adentrarse en la jungla de Tommy Wiseau y consolidar un nombre conocido en el cine minoritario llevándolo a la estratosfera del comercial.
The Disaster Artist, rescata para el público generalista que no acude a sesiones golfas a un hombre cuya ambición es indirectamente proporcional a su talento para crear cine brillante. Y no solo eso, además el título se escoge para la sección oficial del festival de San Sebastián y obtiene la Concha de Oro a la mejor película, algo tan poco probable para una comedia en una competición cualquiera como que Pedro Almodóvar se quedara este año fuera de la carrera al Oscar. Pero también pasó y Julieta no consiguió estar entre las finalistas. A veces lo evidente tampoco encuentra su sitio en el orden aparentemente natural de las cosas.
Además, The Disaster Artist ha elevado al cine cutre situando a su responsable entre los nominados al Globo de Oro al mejor actor y a la película como tal entre las cinco aspirantes a ganar como mejor comedia o musical en la gala del próximo 7 de enero. Entonces sabremos si James Franco se alza con más premios y, como es de imaginar que se preguntan los fans de The Room, si irá acompañado por el hombre sin el cual The Disaster Artist no habría sido posible: el mismísimo Tommy Wiseau.
Porque la mayor grandeza de The Disaster Artist es el aura deudora del fenómeno fan que la vio nacer. Probablemente sin el misticismo que rodea a Wiseau no habría gloria para la cinta que se deriva de ella, ya que el trabajo de James Franco, pese a lo loable que resulta que en ningún momento desfigure al personaje para transformarlo en una sátira, tampoco brilla más allá de su admirable mimetismo.
Esto es, James Franco logra un Tommy Wiseau apabullante, como veremos al final con los momentos reales de The Room que lo hemos visto rodar en este ejercicio de cine dentro del cine, pero así como la perfección en dicha ejecución queda palpable, ésta no se traslada a un conjunto que, como cine, pierde fuerza y se queda en anécdota.
Más de uno recordará Ed Wood mientras contempla la odisea de este segundo Wiseau. Es inevitable. Los oficialmente reconocidos como los peores directores del pasado siglo y del presente deberían tener esa conexión por parte del público.
Lo malo es que donde Ed Wood es, tal vez, la mejor película de Tim Burton por su simbiosis de drama y comedia, por su elegancia cinematográfica o por las capas narrativas que la componían, la cinta de Franco no puede situarse entre sus mejores obras precisamente por los aspectos contrarios.
En The Disaster Artist la comedia resulta más bien escasa y donde uno suponía que tanto iba a reírse, lo hace lo justo, la elegancia cinematográfica se sitúa al mismo nivel moderado que otras películas convencionales a las que el cine nos tiene acostumbrados y las capas, que en Ed Wood eran parte de su excelencia, aquí se torna en una narración lineal que nos acerca a un rodaje sin épica, compuesto únicamente de unos cuantos momentos, más o menos desafortunados, a retratar.
Cabe admirar, no dejo de insistir en ello, la audacia de James Franco para saber buscar en lugares sin glamour y convertir en oro lo que no llegaba a bronce, pero no solo hay que hacerlo, también hay que homenajear con la destreza que te permita crear algo que resulte sobresaliente no solo para los fans de una obra detestada con gusto sino para los que sin conocerla se enamoren de ella porque su némesis lo merezca, no porque una sea buena por comparación con la otra.
Si se premia algo por la inercia de lo que significa, no porque su valía la haga merecedora de los tributos, se consigue una visibilidad momentánea que a todos favorece pero que a la larga a quien mantiene en la historia es a la cinta que la generó. Porque que se hayan fijado en ella para hacer una película ha sido motivo para consolidar un amor que tiene su gracia, por el frikismo que implica, pero que no debe ser dogma para ensalzar otra obra que por sí misma no alcanza los kilates que se le suponen.
Silvia García Jerez
Las ganas que tengo de ver esta pelicula son impresionantes! Me gusta que en tu comentario menciones que no necesariamente explotaremos cuando la veamos, ya que por muchos lugares he leído que las carcajadas son imparables. Siempre me pareció algo exagerado, pero supongo que cada uno recibe una pelicula de forma diferente, ¿verdad?
En cuanto a Franco, lo que he visto en los trailers es algo dificil de creer. No se si describirlo como una metamorfosis o qué, pero su retrato de Wisseau es una cosa de otro mundo. Incuso leí que hasta detrás de camaras a la hora de dirigir mantenia su personaje…increíble.
Es raro pensar que el exito que tan esquivo se le hizo a Wisseau en 2003 lo gane ahora casi 15 años después con una adaptacion del proceso de filmacion de su película que no fuera aceptada en aquel entonces, ¿no?
Confío en que The Disaster Artist será una de las mejores películas del año y no me defraudará! Pero esperar a que estrene en Uruguay será un martiriooooo!
Saludos, y me gustó mucho leerte!
Hola Fabian, nos alegra que te gustara el artículo, y esperamos que nos sigas leyendo.
Saludos.