ZONA HOSTIL: España en la guerra de Afganistán
Zona hostil está basada en hechos reales y cuenta la historia de un convoy norteamericano escoltado por la Legión española al que, tras estallarle una mina y quedar heridos los soldados estadounidenses, tiene que auxiliar el equipo médico de la capitán Varela (Ariadna Gil). Pero por complicaciones del terreno también éste queda atrapado y todos han de esperar a ser evacuados.
Zona hostil (No confundir con En zona hostil, de Kathryn Bigelow) sitúa al cine español en la guerra. Pero no la civil, como tantos temen y de la que tan hartos están buena parte de los espectadores, cosa que no sucede cuando la película está localizada en la II Guerra Mundial. No, en esta ocasión de trata de la de guerra de Afganistán y en concreto de un hecho ocurrido en agosto de 2012 al norte de Bala Murghab y está protagonizada por el equipo médico del Ejército español.
Con el apoyo total de dicho Cuerpo, con helicópteros y contingencia real, se ha reconstruido, con una verosimilitud admirable, todo lo sucedido en aquel momento. Y lo cierto es que, al ser la primera vez que el cine español logra poner en pie una producción de este calibre, resulta espectacular ver el resultado en la pantalla, tanto como en su día lo fue ver Black Hawk Derribado, de Ridley Scott.
La secuencia en la que el Comandante Ledesma (Antonio Garrido) hace lo posible por levantar el helicóptero siniestrado, sin palas puesto que están rotas, es de una brillantez sin precedentes en nuestro cine. Pero la ópera prima de Adolfo Martínez demuestra semejante solidez debido a que su director no es un recién llegado al mundo del cine: ha trabajado en el departamento artístico de cintas como Superman Returns, Terminator: Salvation u Oblivion, entre otras muchas producciones norteamericanas.
Ahora se ha puesto detrás de las cámaras para ser él quien grite ¡Acción! y seguir manteniendo en lo más alto el nivel de las óperas primas de nuestro país. Y en esta ocasión no se trata de una película intimista con pocos personajes en escenarios pequeños y fácilmente manejables, sino de una macro producción que ha costado 5 millones de euros y de los cuales se nota en la pantalla cada uno de ellos.
El complicado rodaje, con un tiempo terrible en las localizaciones de Tabernas, en Almería, que no ayudó demasiado en las dos primeras semanas, contó con un entusiasmo tan grande tanto por parte del Ejército como de los intérpretes, interesándose unos por el trabajo de los otros, que aligeraban las contrariedades y les daban las fuerzas necesarias para conseguir la mayor verosimilitud en la narración.
Y es que Zona hostil no se limita a retratar lo ocurrido con los helicópteros y la infraestructura sanitaria que operó en el lugar sino que expone con sencillez, claridad y mucha tensión los peligros a los que estaban sometidos por la insurgencia afgana, debido a la cual toda precaución a tomar era poca.
El conjunto de actores, por mucho que sea un reparto coral, es de primer orden y lo encabezan Ariadna Gil, que vuelve al cine a lo grande tras años de papeles casi invisibles, Antonio Garrido, rostro conocido por La playa de los ahogados o por la serie de televisión El caso, Crónica de sucesos o Roberto Álamo, el último ganador del Goya al mejor actor por Que Dios nos perdone, que en esta película pone de relieve su indiscutible presencia y su contundente magnetismo, a la altura del de Eduard Fernández o Luis Tosar, actores que gozan del privilegio de ser el centro de atención cuando están en escena.
A todo lo dicho hasta el momento se le suman aspectos técnicos, como la fotografía, de Alfredo Mayo, quien ya realizó una excelente labor en la cinta de reporteros de guerra Territorio Comanche, o el montaje, de Manuel Bauer, frenético en los momentos en que el film lo necesita, lleno de tensión cuando la acción lo requiere, así como la banda sonora del siempre brillante Roque Baños hacen de Zona hostil no solo un ejercicio de homenaje a quienes allí combatieron y lucharon por su supervivencia sino un entretenimiento cinematográfico mayúsculo y de lo más recomendable.
Silvia García Jerez