UNA NOCHE CON ADELA: Luz en la oscuridad del ser humano
El pasado de Adela es oscuro, pero es que en el presente no hay mucha más luz. Una noche con Adela, ópera prima de Hugo Ruiz, nos muestra a una mujer abatida por la vida en un trabajo durísimo y en jornada nocturna. Las luces de las farolas son lo más parecido a la iluminación que va a tener en todo su recorrido. Luces artificiales, como la falsa alegría que muestra en los retazos de humor rebosantes de cinismo de los que va haciendo gala. Porque más que cinismo es rabia, y nada contenida. Con toda la razón, por cierto.
Adela (Laura Galán) es una mujer de la limpieza que un día cualquiera va terminando su turno. Hasta que una pandilla de graciosos que pasa por su recorrido comienza a burlarse de ella. Porque Adela está muy gorda y eso es un blanco fácil para quienes no tienen otra diversión que hacer escarnio de lo obvio. Y para quienes van muy bebidos. Porque la gordura siempre ha figurado en el podio de motivos para ejercer acoso sobre quien la padece. Pero hoy no es el día para reírse de Adela.
Tras su encontronazo con esos tipejos, se dirige a hacer las funciones pertinentes a su cierre de turno, todo ello con el acompañamiento del programa de Gemma Nierga. Pero es que Adela no se limita a ser una simple oyente, también llama y cuenta en directo sus problemas. A la manera de Adela. Con su rabia, con su cinismo. Y con su reto: Gemma Nierga no va a olvidarlo… y nosotros tampoco.
Adela es una superviviente de la calle y su fuerza y su vitalidad también son artificiales porque vienen de las drogas a las que es adicta. Una vez más, su existencia se desenvuelve en lo más marginal de la sociedad. Ella considera, con razón, que es una ruina humana, y precisamente por eso dice ‘basta’. Y una noche, ésta noche, va a vengarse de quienes hacen de su… no tanto día a día, casi mejor noche tras noche, un auténtico infierno.
Una noche con Adela es una película que no te esperas. No la esperas así, no esperas que te cuente lo que te va a contar ni cómo lo va a hacer. Porque si uno cree que la protagonista de Cerdita volverá al mismo registro que la catapultó a la fama, lo cierto es que va a quedarse impresionado por la capacidad de Laura Galán para dar un giro a las expectativas sobre su personaje. Y eso que la película es también terrorífica, pero no de la forma en que lo era Cerdita. No podéis ni imaginar hasta qué punto no es lo mismo ni hasta dónde consigue llegar. No hay límites en Una noche con Adela, y eso es una gozada.
Todo en la película tiene su sentido, sólo hay que ir recopilando datos, que tener paciencia, que ir escuchando. Por eso también es importante la radio. La radio, la noche, la basura entre la que la protagonista se mueve. Prestar atención a cada detalle. Nada es baladí en este relato que nos va a dar una lección de narrativa, de cómo se va creando tensión con la cotidianeidad hasta hacer de una situación normal algo insoportable.
En Una noche con Adela la historia se va cociendo a fuego lento. Vamos a ir conociendo a Adela poco a poco. Sus filias, sus fobias, sus adicciones. Ya no le importa nada, por lo tanto qué más da. La noche también es suya, por qué no. Y se la va a comer.
Qué bonito es que se puedan hacer películas tan arriesgadas como Una noche con Adela. Son complicadas, de bajo presupuesto y de difícil distribución en salas, pero son carne de cine de culto y eso es muy importante. Que vayan generando conversación, un boca oreja que les dé el aura que necesitan para hacerse respetar, para conseguir ser relevantes en el mar de cintas sin mucha visibilidad pero tan rebosantes de talento y de ideas de los estrenos de cada semana. Que se hagan irresistibles de cara a que cuando tengas la oportunidad de explorarlas lo hagas con ansia.
Laura Galán demuestra una vez más que es una actriz de muchos kilates. Es hipnótica, no puedes dejar de mirarla. Tampoco de admirarla. Posee un carisma apabullante y una contundencia fabulosa a la hora de dominar el espacio. Sabe perfectamente cómo moverse para atrapar tu mirada, para crear la atmósfera inquietante en la que se regocija siendo consciente de que estás pendiente de ella, de qué va a hacer a continuación, de qué será lo próximo que diga. Que un actor logre eso es apoteósico.
Qué pena no poder hablar con más profundidad de lo que supone Una noche con Adela, del tipo de película que en realidad es, de lo que esconde, del gran mensaje que transmite. Porque Una noche con Adela es una barbaridad, como lo fue Stockholm, la ópera prima de Rodrigo Sorogoyen. Es ese mismo juego, esa misma opresión, ese mismo dominio del tempo narrativo para hacer la denuncia que pretende llevar a cabo. Ni entonces ni ahora se puede hablar de lo que fue Stockholm; ni ahora ni en el futuro se debe revelar lo que Una noche con Adela quiere contarnos.
Lo que es seguro es que Una noche con Adela no dejará a nadie indiferente. Es un mazazo que se te queda grabado en la memoria. Qué buen tándem han formado Hugo Ruiz y Laura Galán para darnos una película oscura pero que arroja luz entre las sombras siniestras que pertenecen a lo más hondo del ser humano. Una película pequeñita en su concepción pero inmensa en sus resultados.
Silvia García Jerez