TWISTERS: A la caza de tornados

Twister se estrenó en 1996. Una película de acción producida por Steven Spielberg, dirigida por Jan de Bont -que había sido el artífice de ese bombazo que fue la brillante y apabullante Speed-, y protagonizada por Bill Paxton y Helen Hunt, una actriz que estaba en el cenit de su popularidad, a punto de ganar el Oscar a la mejor actriz por la comedia -rápido, pedid un deseo, la Academia de Hollywood premiando una comedia- Mejor… imposible. Y Twister triunfó. Funcionó como se esperaba y la secuela podía empezar a cocerse. Pero el horno no estaba encendido, en aquellos años no se llevaban las secuelas como ahora, y no hubo, nunca hubo una segunda parte.

Ahora, casi treinta años más tarde, lo que sí se ha hecho ha sido un remake. Las nuevas generaciones piden nuevas películas sólo para sus ojos porque todo el cine rodado aunque sea un año antes ya les parece viejo… así que Hollywood complace la petición y vuelve a contarnos la historia de unos personajes persiguiendo tornados. Cambian al matrimonio a punto del divorcio por una pareja que no lo es, porque al comenzar la película ni se conoce, y que va a andar a la gresca en una pura competición: ella por estudiar el comportamiento de estos fenómenos tan dañinos y él por ser una estrella en Internet con su canal de YouTube, en el que miles de seguidores son testigos de los shows que puede llegar a montar cuando tiene a los tornados justo encima.

Los tres protagonistas de la película del remake Twister
Los tres protagonistas de la película

Agua y aceite. Así son Kate (Daisy Edgar-Jones) y Tyler (Glen Powell), los protagonistas de la entrega de 2024. Retratan una mala relación de manual dentro del cine romántico, paso por paso. Casi frase estereotipada por frase estereotipada. No se saltan ni una coma. También le ocurrió a Glen con su personaje de Cualquiera menos tú, uno de los éxitos de taquilla de principios de año. Pero es que el estereotipo funciona, por eso se muestra una y otra vez. Es calcar caracteres, formas de comportamiento o situaciones. Salirse del esquema no es bueno, por muy original que quieras ser. El público no pide eso y los grandes estudios de Hollywood le suelen dar al espectador lo que quiere ver. Por eso existe el cine independiente, para quienes quieren separarse de este manido esquema.

Pero Twisters no lo hace. Para muchos será un acierto, para otros una pérdida de tiempo, un cine mil veces visto, bien hecho pero incapaz de aportar nada, entretenido pero vacío.

Lo que sí hace este Twisters es darnos una visión curiosa, para tratarse de un blockbuster, un punto de vista que conviene resaltar y que no podía estar, por motivos evidentes de los tiempos en los que vivimos, en la primera entrega. Y es que esa agua y ese aceite al que aludía el párrafo anterior no son casualidad. Ella es la que ha estudiado los fenómenos meteorológicos en la Universidad, la profesional del tema, que trabaja en un Instituto propio de su campo de cara a alertar a la población acerca de los peligros que pueden venir si el tiempo trae tornados muy grandes, que en Estados Unidos son muy frecuentes. Él es un autodidacta sin una pizca de formación más allá que lo investigado en las redes que no necesita más que una sonrisa bonita y una personalidad descarada para convertirse en una figura mediática con miles de seguidores. La crítica a la sociedad actual es clarísima y la defensa del feminismo, de la figura de la mujer como el personaje inteligente, capacitado y más válido dentro de la narración está servida.

En cuanto al aspecto técnico, Twisters cuenta con escenas espectaculares, con unos efectos visuales muy creíbles que nos meten de lleno en cada tornado, en su fuerza espeluznante, capaz de llevarse por delante todo y a todos los que va encontrando a su paso. Si no te agarras bien vas a ser succionado por él. Y esa tensión la sabe crear, esa angustia, esa lucha por no ser engullido por la naturaleza la muestra de maravilla. El sentido del espectáculo está presente en su máxima expresión. Y en realidad, admitámoslo, es para lo que vamos al cine, la historia personal es un aderezo para darle a las escenas de acción una base sobre la que ir desplegándose.

Y funcionan muy bien. Sobre todo en el último tramo, cuando Twisters toma cuerpo y se convierte en la película que queremos que sea. Lo hace tal y como esperamos de una producción de gran estudio. Por eso no falla y el público debería salir encantado de una cinta veraniega de este calibre, con todos los ingredientes para encandilar a la audiencia a la que va dirigida.

Silvia García Jerez

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