TICK, TICK… BOOM!: El musical inesperado
Tick, Tick… Boom! es el título de uno de los musicales que escribió el compositor Jonathan Larson y que, junto con el famosísimo RENT, que estuvo representándose durante 12 años sobre las tablas del Off Broadway, forma parte del legado de este genio que nos dejó justo antes de conocer el éxito por el que tanto había trabajado.
Tick, Tick… Boom! es la ópera prima del actor Lin-Manuel Miranda, al que todos recordamos por haber sido Jack, el mejor personaje de El regreso de Mary Poppins si no contamos con la participación del primer deshollinador de este universo, Dick Van Dyke, y su baile encima de la mesa de su despacho.
Sus apariciones desde entonces han sido básicamente en series de televisión, pero la fama de Lin-Manuel está ligada sobre todo al éxito imponente de los musicales In the Heights, de 2005, del que fue compositor, y Hamilton, en el que interpreta a Alexander Hamilton, uno de los padres de la Constitución americana, y del que Lin-Manuel es autor también de su libreto. Su estreno en 2015 fue uno de los acontecimientos de Broadway. In the heights fue recientemente llevada al cine pero no tuvo el éxito que se esperaba para un musical que sí había triunfado sobre las tablas.
Ahora llega Tick, Tick… Boom!, primero a algunas salas de cine, apenas 4 el pasado 12 de noviembre, y a la plataforma Netflix el 19 del mismo mes. Es la historia del joven Larson, compositor que ansía el éxito de su obra Superbia, en la que lleva 8 años trabajando, pero de la que no consigue la aprobación de los productores para financiarla y llevarla a los escenarios.
Está a punto de cumplir los 30 y está desesperado porque a esa edad Stephen Sondheim ya había conseguido lo que él no, y piensa que tiene que ser ya cuando él lo logre también.
Su obsesión por el trabajo lo va apartando poco a poco de su maravillosa novia, Susan (Alexandra Shipp), a la que adora pero a la que le dedica menos tiempo del que debería. Su mente está en Superbia y en su aprobación para que dé el salto a una producción real.
Todo esto lo cuenta Lin-Manuel Miranda con el apoyo asombroso de un Andrew Garfield descomunal que canta las canciones e interpreta de manera espectacular a Jon, diminutivo del nombre de Larson, al que vamos a seguir en su angustia y su pasión por el trabajo al que se está dedicando.
Lo malo de Tick, Tick… bom! es todo lo demás. Un libreto con canciones que no acaban de ser pegadizas, que no pertenecen a un universo comercial tal y como conocemos este concepto, con rimas que no riman y con números musicales que tampoco enganchan.
Tick, Tick… Boom! despega tras una hora de desconcierto en la que no acabamos de entender el éxito que logró, pero a partir de la escena de la piscina, en la que todo funciona como se espera en un musical, éste levanta el nivel y comienza a encajar las piezas hasta su conclusión. Pero ya es tarde, porque previamente hemos intentado abrazarla, aprobarla, admirar su propuesta. Y no lo hemos logrado. Nos cuesta demasiado llegar entusiastas al momento de la piscina y es una pena que la genialidad que le sigue no haya estado ahí antes. Por eso Tick, Tick… Boom! es un musical tan inesperado.
Quienes entren en el universo de Jonathan Larson estarán encantados y disfrutarán de su adaptación al cine, pero una vez vista, se entiende que Netflix no haya apostado por un estreno masivo en salas. Y es que se trata de un musical para fans acérrimos del compositor. Eso sí, quien no conecte con la película está claro que sí lo hará con el trabajo de Andrew Garfield. Tick, Tick… Boom! es suya desde el primer plano hasta el último, y eso sí es digno de elogio.
Silvia García Jerez