SUPERNOVA: Terrenal amor eterno

Una Supernova es una explosión estelar que puede manifestarse de forma muy notable en el espacio. Incluso a simple vista. Y las constelaciones son lo primero que vemos en la película que lleva a este fenómeno astronómico por título.

Mirar a las estrellas es también una de las pasiones de Tusker (Stanley Tucci), un hombre que ya en su madurez comienza un viaje por Inglaterra en su vieja caravana, conducida por Sam (Colin Firth), su pareja desde hace 20 años, y con el que la vida le está dando su última oportunidad de ser feliz porque le han diagnosticado una demencia precoz que le hace estar perdiendo facultades. Y empezar a olvidarlo todo. En breve, Tusker mirará a Sam y no sabrá quién es.

Tusker y Sam no quieren perderse el uno al otro pero saben que les queda poco tiempo juntos, algo que tienen pensado aprovechar al máximo, viajando en su caravana, viendo las estrellas por la noche, grabando cintas de mini casete, un antiguo hobby que Tusker sigue manteniendo en su rutina, y viendo a familiares y amigos a los que saben que no volverán a visitar. No los dos juntos.

Sam (Colin Firth) y Tusker (Stanley Tucci) en Supernova
Sam (Colin Firth) y Tusker (Stanley Tucci)

Supernova es una ruta de despedida, una road movie convertida en carta de amor mutua, la de una relación sin fisuras a punto de concluir porque la vida no va a permitirles continuar. Un drama romántico en el que sus dos protagonistas se van a demostrar tanto amor como miedo. No quieren perderse mutuamente pero son conscientes de que no pueden hacer nada por evitarlo.

Supernova rebosa buenas intenciones, un cariño y un respeto inmenso por las relaciones LGTBI+, mostrando su día a día en la pantalla, normalizando el concepto de las parejas del mismo sexo, y haciéndolo a una edad madura, avanzada, nada de un descubrimiento adolescente que te margina en el instituto, sino una visión actualizada de la vida en la que dos personas ya maduras conforman un matrimonio consolidado.

Supernova es cine romántico adulto, que también hace falta, no solo el que representa a los jóvenes que se dan cuenta de que no son heterosexuales y lo pasan mal porque su opción sexual no es bienvenida en su entorno social. No, aquí dos adultos son pareja y sus familias y amigos lo saben, y tienen… tuvieron su bendición, porque ya llevan juntos muchos años, y su día a día no se compone de lograr que los demás asuman que es así. Mostrar en el cine una relación homosexual adulta, comprendida e integrada también era necesario.

Y además, la pareja no está interpretada por unos actores desconocidos sino por dos de los más prestigiosos del cine. Colin Firth, ganador de un Oscar, y Stanley Tucci, merecedor de varios, ganador de ninguno, nominado a uno, se meten en la piel de estos dos personajes tan humanos y tan reconocibles. Y está bien. Tanto como cuando lo hizo Tom Hanks en Philadelphia y ganó un Oscar por ello.

La cena con los amigos, en Supernova
Una cena que es más una despedida

Lo que ya no está tan bien es que Supernova sea tan plana y tan aburrida. Eso es menos positivo. Porque por muy romántica que la cinta sea, si no engancha, no transmite correctamente su mensaje. Una pareja de señores mayores gays aburridos. Eso es lo que percibimos.

El tono es continuamente el mismo. Parece que no está pasando nada. El viaje comienza y todo se desarrolla sin ningún cambio. Charlas en la caravana, miradas a las estrellas por la noche, una cena común y corriente con los seres queridos. Poco o nada avanza narrativamente hablando. La vida pasa sobre la pantalla. Y eso no es precisamente absorbente.

El tramo final sube un poco el nivel. Ahí descubrimos algo, la película nos ofrece un giro interesante en el que la relación recibe un sobresalto. Pero nada que no pueda devolver a la película su tono primigenio. En realidad es un diario de una relación normal, como cualquier otra, de cualquier género. Y normalizar tanto algo que ya debería ser la tónica habitual de la sociedad hace que cinematográficamente la película pierda enteros. No porque la causa no lo merezca sino porque la rutina no es interesante.

El día a día no es cinematográfico. Por eso los directores tratan de encontrar historias más electrizantes, con personajes homosexuales, por qué no, no tienen que ser siempre heteros. Sin ir más lejos Los chicos están bien, con Annette Benning y Julianne Moore, ya lo hacía en 2010, en lo que fue una de las más olvidadas y mejores películas de su año, igual que lo fueron Las horas, donde el personaje gay se diluye en la normalidad del relato, o Call me by your name, una joya en la que la comprensión hacia la homosexualidad es más evidente de lo que inicialmente pudiera parecer.

Todas ellas tienen en común una garra, una fuerza de la que Supernova carece. Aquí Harry Macqueen, su director, nos sostiene una nota al piano y la toca de manera continua durante el tiempo de la proyección. Y en un piano hay más notas, como bien comprobamos incluso en una de las tramas de la película.

La que mejor suena, por supuesto, es la que se refiere a la química entre Colin Firth y Stanley Tucci, actores sublimes que se reencuentran por tercera vez en su carrera, tras La solución final y Un plan perfecto, ambas rodadas seguidas hace ya 10 años. Aquí son una pareja entrañable, creíble y llena de emoción. Sus charlas en la caravana, sus silencios, sus gritos, sus miradas… su relación es auténtica, y eso le otorga a Supernova el valor que tiene, la escasa nota que puede ponérsele. Solo por los actores vale la pena verla. Pero una película es mucho más que actores. Siempre. Y si solo tenemos a los intérpretes para aplaudirla el aplauso sonará escaso, muy bajito. Porque la nota sostenida conseguirá sonar aún más alta.

Silvia García Jerez

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