SINTIÉNDOLO MUCHO
Aranoa y Sabina. O viceversa.
Comenzar un documental desde el backstage, siguiendo a un tipo con bombín que se enfrenta al humo de los focos y de su pitillo antes de salir a actuar, ya dibuja al personaje que el público espera. Un tipo con sombrero british, por aquello de homenajear su juventud, más de Chaplin y de payaso que de copa y mago, diferenciando así al artista que él mismo ha creado del tipo normal que se baja de cada escenario.
Ese tipo tan delgado y de voz ronca que fuma sin parar, y atiende al nombre de Joaquín Sabina, aunque le griten torero. Un cantautor por derecho propio, que ha condicionado a la mayoría de cantantes y poetas de nuestro país.
Cuando algo se hace esperar o tarda en llegar, la expectativa suele arrastrar cierta decepción. Pero no es el caso. Sintiéndolo mucho, el documental sobre Joaquín Sabina que Fernando León de Aranoa ha tardado en estrenar más de diez años, es un retrato identificable y lo que deseábamos ver del artista.
Apuntando hacia una road movie y con recortes de álbum personal, el documental permite conocer al Joaquín de estar por casa, al que va de bolos y al amigo de sus amigos. También, al histérico camino a un concierto y al que canta canciones de otros para relajarse.
Y al Sabina que compone solo o acompañado, ya sea durante un fin de semana non stop de hace bastantes años, entre muchos colegas, muchas rimas y bastante coca. Ya sea con la música en otra parte y de viaje con Benjamin Prado, ese poeta y casi hermano que siempre quiso ser rock star, mientras él soñaba con ser poeta, pensando siempre que terminaría siendo un buen profesor de instituto, quien se ha convertido en cantautor famoso, en el tipo con bombín y hasta en el hombre del traje gris. Quien dice no tener tanta imaginación y que solo escribe sobre su vida y alrededores.
Y Sabina confiesa que es ateo y que su primer dios fue Dylan. Y luego, Serrat, porque escribió Mediterráneo con solo 19 años y por padre protector, con quien ha hecho un buen tándem de gira y con un platito de sal entre bambalinas para salivar, alejándose ya de las noches pardas y los retos al amanecer que siempre ha buscado.
Como su amor y respeto por la tauromaquia. Y de ahí, su gran amistad con José Tomás que también queda mostrada y demostrada con ese paralelismo de actuar ambos en los ruedos de aquí o allá. Coincidiendo en la palidez del rostro justo antes de salir a la plaza, arriesgando luego en una cogida o una caída.
Sabíamos lo del sexo, drogas y rock and roll de Sabina, quien cuenta que le duró hasta los 50 años –y no esta mal, ¡eh!-. Pero ahora, pasados los 70, dice entregarse a la vida domestica, aunque eche de menos la canalla y le cueste más encontrar a las musas. Aceptando que tras su rebeldía acallada, ya no escribirá la canción más hermosa, que para eso están los tangos y las rancheras con las mejores canciones, que siempre son de desamor.
Y es que Sabina es un clásico que ha pasado de la juventud a la vejez, sin parase en la madurez –me voy convirtiendo en un viejo, en el viejo verde que he querido-. Y van quedando pocos de su especie.
Mas de mujeres poco habla, pues lo hace más del amor y entre melodías, aunque 5 parejas ha tenido y un par de hijas.
Y como no hay quinto malo, como en los toros, es Jime (Jimena Coronado, fotógrafa peruana con quien se casó en 2020), su última mujer, a la que vemos y nombra constantemente, necesitándola en cada momento como apoyo y compañera, como ese definitivo gran amor.
Sintiéndolo mucho tiene algo de road movie y de salto en el tiempo. Intercalando recuerdos y años entre Úbeda -su pueblo natal con trenecito turístico incluido, indicando la visita a la casa familiar, cuando era el hijo del policía que le gustaba escribir-, pasando por Madrid -hogar e inspiración- y llegando hasta México -recordando a Frida, Chavela y José Alfredo-, yendo de cantina en cantina, donde se cruzan el mayor romanticismo y la más alta cursilería con la verdad de lo popular. donde se brinda el trago por la vida, sea la que sea, y siempre con tequila. Ese mismo que todavía pide Sabina para aclararse la garganta -habiendo superado un ictus- y que Aranoa también practica, incluso nombrando Reposado a su productora.
El director, presente en el documental como co-protagonista, va apareciendo con cámara visible y junto a Sabina cual acompañante y entrevistador. Cómplice de lo que ocurre, sin ser cameo ni sombra del artista. Quien consciente del rodaje o casi sin darse cuenta, muestra su verdad; tanto la del escenario y la de después de un show, como la de más pose para las charlas en su casa.
Contando su vida, el documental interfiere en la misma hasta tener una canción ad hoc para el doc, compuesta junto a Leiva y formando ya parte de su discografía. Y de esa biografía que siempre canta con algo más de drama, para hacerla más leyenda.
Y emociona.
Sabina y el documental.
Y resulta que el documental se parece mucho al Sabina, ese que canta…
Con la voz rota y la mirada traviesa, cuando lo hace con Llegó borracho, el borracho. Y conmoviendo con Érase una mariposa blanca de Lole y Manuel. También cuando le vemos leer los poemas de su padre, al que cada día se parece más su propio reflejo. Y cuando asistimos a un reencuentro casi mágico, regresando con su banda a ese teatro que luego fue cine y más tarde, centro comercial, donde vivió una de sus mejores actuaciones con Viceversa.
Sintiéndolo mucho es un formidable documental que ya tocaba hacer. Y León de Aranoa lo ha logrado. Afinando…
Se necesitaba saber más sobre el autor de Calle Melancolía, Y nos dieron las diez, Pacto entre caballeros, Pongamos que hablo de Madrid, 19 días y 500 noches… Faltaba un buen retrato de Joaquín Sabina y este filmado es todo un regalo para el artista, el amigo y el poeta. Para ese tipo con o sin bombín; con sus miedos, gritos y pasiones de toda una vida. Y ese hacerse mayor, sintiéndolo mucho.
Se estrena hoy en San Sebastián, en el Velódromo, contando con la presencia de Sabina, León de Aranoa y Leiva.
No es la primera vez de Fernando León de Aranoa en Zinemaldia. Ni su primer documental, que fue Caminantes, hace más de veinte años, sobre la marcha zapatista pro derechos indígenas mexicanos. Y luego, Política, manual de instrucciones, con la llegada de Podemos al Congreso.
El director y guionista ya tiene su Concha de plata por Barrio y la Concha de Oro por mejor película con Los lunes al sol.
Sintiéndolo mucho conseguirá premios. Seguro. De cine y de música. Y sin duda, lo festejaremos con un tequilita reposado.
Salud.
Mariló C. Calvo