SIN COBERTURA: Viaje a la Edad Media

Que los móviles se queden sin cobertura. Que su familia, debido a tal circunstancia, no tenga más remedio que hacerle caso. Eso es lo que Rita (Amaia Miranda), la pequeña de una familia de 5 miembros, le pide a una pitonisa en la feria medieval del pueblo de su abuela (Petra Martínez). Está harta de que sus padres (Alexandra Jiménez y Ernesto Sevilla) y sus hermanos mayores (Luna Fulgencio y Aimar Miranda) no dejen de mirar a la pantalla del móvil. Que si llamadas, que si videollamadas, que si conversaciones por WhatsApp… ¡Que levantéis la cabeza de ese trasto!

Y la pitonisa le concede su deseo. La única peculiaridad es que lo hace de una manera inesperada: al salir del pueblo la familia cruza el puente en el coche y éste sirve como portal para viajar en el tiempo a la Edad Media. Efectivamente, allí no había móviles, pero tampoco había que tomarse el deseo de esa forma tan drástica…

La familia protagonista de la película

Inicialmente todos creen que están en una performance especialmente lograda. Qué buena ambientación, qué vestuarios, qué actores más bien metidos en sus papeles de lugareños sin asear y sin formación alguna en los adelantos del s. XXI. Hasta que la familia comprende que no es una representación, que no están en una performance ni nada parecido, sino en la auténtica Edad Media, con personas que vivieron muchos siglos atrás. Ahora, a ver cómo regresan al presente. Pero hasta que Rita vuelva a dar con la ‘fórmula’, los cinco tendrán que acostumbrarse a un tiempo en el que no es que no hubiera cobertura, es que ni siquiera había móviles.

Sin cobertura es la nueva producción de LaZona Producciones junto a Atresmedia o Sony Pictures Entertainment Iberia, empresa que además es la responsable de distribuirla en los cines. Es decir, que Sin cobertura es el nuevo título, planeado por grandes empresas dedicadas al entretenimiento, destinado a hacer disfrutar a toda la familia. Otra cosa es que lo consigan. Porque la película tiene sus cosas buenas y sus cosas malas y lo cierto es que las malas tapan bastante a los logros obtenidos.

Para empezar, el cartel promocional es tan común que no engancha. La gran mayoría de los carteles de comedia familiar hechas en nuestro país son tan parecidos que ya han entrado en un bucle en el que situar los rostros de actores conocidos con expresiones de estar viviendo situaciones comprometidas que se supone que son muy graciosas por lo mal que lo están pasando se han convertido en el denominador común del diseño gráfico. Y ya cansa. Da la impresión de que es una más que sale de la fábrica de películas iguales nacidas al albur del éxito de las cinco Padre no hay más que uno. De hecho, Luna Fulgencio, una de las actrices de Sin cobertura, es una de las intérpretes de la saga. Esa no es un crítica, simplemente es un dato: el de que, a sus 12 años, una de las niñas más conocidas del cine esté presente en una película que sus responsables quieren que vayan a ver también los niños. Todo bien si su familia -al ser menor-, los productores, el equipo y el público están de acuerdo.

Otro aspecto en el que la película falla es en la dirección. El guión es espléndido. Está escrito por Olatz Arroyo, responsable del de El mejor verano de mi vida, comedia que protagonizó Leo Harlem y que era, en términos generales, magnífica. Sin cobertura plantea una situación ya manida en el cine, la del conjuro que cambia aspectos de la realidad de los personajes, ya sea respecto a personalidades o en cuanto al espacio o el tiempo. Este mismo año lo hemos visto en ¿Quién es quién? y en Ponte en mi lugar de nuevo. Sin demasiados buenos resultados artísticos. Así que exponernos una vez más al mismo punto de partida ayuda más bien poco a que el proyecto sea atractivo. Pero el gancho de que sea a la Edad Media al lugar donde van a parar los protagonistas lo cierto es que le otorga al film un punto de novedad que llama la atención. Se podría obtener una comedia simpática de la idea, sobre todo porque eso incide en el hecho de que entonces no existían los móviles, y hacer crítica sobre ellos es ahora mismo una prioridad de la comedia debido a las situaciones surrealistas que el género puede plantear con tan, dependiendo del momento, irritante objeto que no se deja a un lado ni a la hora de comer.

Pero, e insisto en lo que comencé esbozando en el párrafo anterior, la dirección de la película es tan floja que la comedia se diluye en cada gag, en cada chiste, en cada situación. Mar Olid, responsable de la reciente Al otro barrio, se hace cargo también de Sin cobertura, y más allá de los aciertos del guión éstos no se trasladan a la pantalla como deberían. Ni una risa en la sala, ni una carcajada. No, ni la cobertura ni la comedia funcionan en este film de aventuras medievales tan acertado, por otro lado, en su ambientación y su traslación a nuestro tiempo.

Ese es uno de los aciertos de Sin cobertura. No sólo la familia, nosotros, como espectadores, también viajamos en el tiempo. Es fabuloso el trabajo de dirección artística de la película. Vestuario, maquillaje, peluquería, atrezzo… a nivel de producción es impecable. Cada departamento merecería una nominación al Goya, pero la comedia no suele entrar ni siquiera en esas categorías.

Y los actores secundarios. Menudo prodigio de interpretación realiza Carmen Ruiz, la aprendiz del personaje de Alexandra Jiménez, una lugareña que apenas sabe hablar pero que en otro tiempo, y con mejores medios a su alcance, habría sido una mujer prodigiosa. Está llena de talento aunque sólo sea capaz de gruñir. Es posible que en la Edad Media a nadie se le entendiera mejor, aunque los actores hablen un perfecto castellano imposible para la época que se retrata. Y su compañero, el de Carmen Ruiz en la ficción, Salva Reina, también está espectacular. Su personaje es el de su marido, un hombre hosco que tampoco goza de locuacidad, pero que se revela como una de las figuras fundamentales de la trama. Supone un alivio cómico, el suyo sí, que realmente funciona entre tantos intentos de comedia que no logran expandir la sonrisa en la sala.

Es una lástima que Sin cobertura no consiga ser la gran comedia que promete porque la intención de lograrla es evidente, con esa estructura ya aprendida de tantas otras películas que sí funcionaron antes, y por eso se repite, con esa acción imparable, con situaciones propias del género, con ese nivel de producción exquisita, con actores aparentemente infalibles en su vis cómica… Pero hacer cine no es fácil y conseguir que todo cuadre tampoco. Hay títulos que no acaban de ser todo lo espectaculares que a uno le gustaría encontrar en ellos. Más allá de una comedia familiar que sólo tiene tono de comedia y que, en eso sí que no falla, es plenamente familiar, no encontramos nada más. Sin cobertura no es un título a reivindicar, es, simplemente, un pasatiempo de verano del que esperábamos más. Mucho más.

Silvia García Jerez

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