ROOM, la HABITACIÓN
EL TIPO DEL PERRO
Todo comienza con un cumpleaños. La fiesta íntima y privada, de sólo dos, se celebra con una tarta como en cualquier familia, aunque falten velas e invitados.
Tener cinco años es ya una aventura y a esa edad, todo parece más grande y mamá lo sabe todo. Pero para el niño de Room llegar a los cinco es toda una hazaña; todo es sólo cuestión de tamaño y su madre, de verdad, es la única en el universo.
Jack lleva toda su vida con la que le parió hace cinco años, encerrado entre cuatro paredes con puerta de contraseña que se abre del otro lado. Y ese su hogar.
Con razón, sus únicos conocidos son las sencillas cosas de la habitación -con nombre común y propio- que junto a Joy -su Má-, son todo su mundo y el mundo entero. Literalmente. Realmente.
En su extraordinaria rutina, ambos hacen ejercicio, se bañan juntos, cantan, pintan y ven la tele. Jack, cada mañana, saluda a sus amigos invisibles en los destartalados objetos que forman Habitación: Lavabo, Váter, Armario, Planta y por supuesto, Claraboya, por donde puede ver el cielo. Mientras Má cual buena madre, le cuenta historias disfrazando su asfixiante día a día de fantasía y como una buena Alicia, le expande Habitación hasta el infinito; convirtiendo su estremecedora forma de vida en el mejor lugar para los dos, celebrando el cumple como en una casa cualquiera.
Dura y tensa. Optimista y luminosa. Veraz. Aún tratándose de un secuestro y la posterior adaptación a la realidad exterior, esta pequeña producción sobre la libertad y el cautiverio -dentro y fuera de una choza- es una excelente película… de Oscar.
Room es el coraje de un madre más allá de la imaginación de un niño y la fuerza de un hijo como Sansón, por encima de edades y roles establecidos; porque todo esta en la cabeza y nadie es fuerte por si mismo. Quédense con esas grandes enseñanzas. Pase lo que pase en la vida.
Ese es el espíritu de esta valiente, emocional y genial película de Lenny Abrahamson -director que ya deslumbró en Frank con un Fassbender con cabeza de muñeco-, arriesgando a contárnosla de principio a fin; en tres ubicaciones y dos mitades, con un ritmo preciso para cada parte de la historia. Basada en hechos reales que inspiraron un libro de Emma Donoghue que también está nominado como mejor guión adaptado este año. Inmenso.
Nos lo cuenta Jack en off en determinados momentos y durante todo el metraje, con la complicidad en los pequeños detalles que componen las apabullantes personalidades de los dos protagonistas y sus excelentes interpretaciones.
Prodigiosos los personajes de la madre (Brie Larson) e hijo (Jacob Tremblay) pero igualmente magníficos todos los que aparecen en pantalla, desde los abuelos (William H. Macy, Joan Allen) hasta la policía (Amanda Brugel) que recoge a Jack, tras toparse con un tipo paseando al perro. Ya que tras el cumpleaños, el peque se hace mayor y los dibujos planos del televisor ya no contestan sus preguntas y los recuerdos a Má le duelen el juicio -de muela y mente- y le angustian más que desde que fue amable con el tipo del perro… que la raptó.
Poco más voy a contar de la cinta porque si es fascinante la primera parte -en la realización, las actuaciones y el sentimiento-, la profundidad de la segunda es portentosa.
Y sí, a pesar de su dureza, disfrutarán de esta agridulce película.
Se ha abierto la puerta y vemos el mundo con el mismo cielo de la claraboya de Jack…
Les va a encantar.
Mariló C. Calvo