RAMONA

Todo es Lourdes, que enamora.
Y un amor al cine que fascina

Tras un discreto paso por salas de cine, llega a Filmin el estreno de Ramona. Una película pequeña que es una cautivadora sorpresa con aires vintage, espíritu indie y guiños cinéfilos. 

Una deliciosa historia de amor al cine y a las comedias románticas, rodada con mucho gusto, humor y una debutante que enamora. 

Entre los grandes filmes de este pletórico año y comenzando la temporada de premios, Ramona recién ha sido galardonada con el Premio del Jurado en el Roma Film Fest, así como a la mejor actriz y mejor comedia en el Brasilia Internacional Film Festival, colándose como cinta independiente con otras 13 merecidas nominaciones a los próximos Premios Goya, incluyendo la de mejor película, guión, reparto, producción, fotografía, arte, sonido y dirección novel, para Andrea Bagney que debuta en el largometraje a la par que la protagonista, la ex-cantante Russian Red, Lourdes Hernández, fascinante como actriz. 

Con la clásica premisa de “chico conoce a chica”, o mejor dicho, aspirante a actriz conoce al director de su próxima película, Ramona nos lleva de paseo por las calles de Madrid en un delicioso juego de metacine, metaficción y cinematografía, que no deberían perderse. 

Rodada en 16mm y con un atemporal blanco y negro, en la mayoría del metraje, Ramona es una historia de amor a tres bandas y un encantador homenaje al séptimo arte, desde su mismo inicio, partiendo de la Filmoteca Doré. 

Practicando la comedia romántica, la cinta igual nos traslada a aquel cine independiente de los noventa con pocos medios y grandes resultados, que recupera el espíritu de Manhattan de Woody Allen, la frescura de aquella Ópera prima de Trueba, y el costumbrismo hipster de su hijo Jonás con Los Ilusos. Como también encontramos ecos de Frances Ha y Antes del amanecer, incluso reminiscencias de personajes femeninos tan inolvidables como Annie Hall, muy presente en Ramona. Sin embargo con todas estas referencias o influencias, desde todo el conocimiento y el corazón, Bagney sorprende con un encanto inesperado, creando una entidad propia como cineasta y enamorándonos como si fuera la primera vez. 

A través de una mirada tierna y socarrona al oficio, y al amor de pareja, Ramona discurre entre diálogos divertidos de crisis existencial y cástines, cuando salta a la pantalla el color, lanzando esos monólogos que aún siendo de comedia ella los vuelve hipnóticos y de gran drama queen. 

Y mucho tiene que ver Lourdes Hernández, quien fuera Russian Red y musa indie, debutando como una actriz que antes cantaba, vivió en el extranjero y ahora, se centra en interpretación; haciendo de sí misma o jugando a la ficción.

Lourdes Hernández, Ramona

Pizpireta, espontánea. Y auténtica, ya sea escuchando música clásica o buscándose canas frente al espejo, que bailando con peluca y haciendo playback.
Fascinando en cada plano con esos enormes ojos que parecen escaparse de una fotografía de Man Ray.
Y de fiesta con zapatos de flamenca, o siguiéndola por las calles de Lavapiés y entre ese museo al aire libre y bajo el puente de Juan Bravo, enlazando diálogos divertidos y hasta cantando por la Jurado, Ramona es ella. Y “Esta película es por ti”. 

Lo dice Bruno, ese director de cine en el cliché del artista enamorado de su protagonista, que va desplegando un pulso de sentimientos hasta conquistarnos, alcanzando un abrazo al salto que conmueve y una cautivadora secuencia en el metro Plaza España, que trae a la memoria aquel maravilloso corto de El columpio de Fernández Armero. 

Claro que todo empieza cuando “Ramona conoció a Bruno”. Y desde ese primer encuentro de bar, cual reflejo generacional, hablando de ansiedades, okupas de barrio y verdaderos antisistema, CDB, o el timo del reciclaje, les acompañamos gustosamente durante todo ese día juntos entre cervezas y merluza de mercado, y hasta fumando un cigarrillo a medias, reivindicando la rebeldía y la decadencia de ese gustoso vicio, también tan cinematográfico. 

Cuando Ramona conoció a Bruno (Bruno Lastra).

Y compartiendo nombre de pila con el personaje, Bruno es Bruno Lastra, a quien reconocerán de algunos papeles secundarios en La valla, Élite y Entrevías, y quizás le recordarán de Los Simuladores, aquella serie a lo Equipo A con buenas intenciones y planes que salían bien. 

Funciona la química entre ambos, pero también con ese novio que además tiene Ramona. Un tipo tranquilo, de esos que te llevarías a cualquier lado, encarnado por el estupendo Francesco Carril, quien ha aparecido últimamente en Intimidad, tras su éxito teatral con El bar que se tragó a todos los españoles

Un buen trío, pues, que entra en Los Goya este año de buena cosecha y mucha competencia, entre tanta vuelta a lo rural y demás asombrosos dramones, siendo un gusto esta sorpresa de comedia y encuentros de ciudad, que como buena película termina pero no acaba, quedándosenos esa mirada final de Ramona, de esas que no se olvidan, en el mismo cine Doré del comienzo y atrapando el momento, dejándonos con una sonrisa ladeada. Dejándonos con mucha emoción. 

Lo dicho, un gusto. 

Mariló C. Calvo 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *