PIG: En busca de la cerda trufera
Pig, cerdo, o cerda en inglés, que ese idioma no distingue géneros, supone la demostración de que no se necesitan grandes presupuestos, ni efectos especiales descomunales, para contar una buena historia. Para eso solo se requiere de una buena historia. Y si tienes un buen actor para darle cuerpo y un director que le aporte personalidad, vamos completando una ficha técnica mucho más interesante. Y Pig los tiene a ambos, a Michael Sarnoski como coguionista junto a Vanessa Block de una historia llamativa a la que sabe imprimirle un tono de director curtido, aunque se trate de su primera película, y para liderar un acertado reparto, un actor como Nicolas Cage, que está teniendo una madurez cinematográfica asombrosa.
Cage interpreta a Rob, un chef que cuando trabajó en Portland dejó su impronta en la cocina local de tal manera que su nombre aún es mítico, pero que ahora vive como un ermitaño aislado en el interior de Oregon con una cerda con la que sale a coger trufas, las mejores del lugar, gracias al olfato maestro del animal.
Pero una noche un par de tipos entran en su casa y la secuestran, así que desde el día siguiente Rob se pone en marcha para volver a Portland a localizar a la cerda, y para ello cuenta con la ayuda de Amir (Alex Wolff, el protagonista adolescente de Tiempo), un joven admirador de las trufas que Rob coge y que se ofrece a llevarlo a la ciudad a modo de chófer.
Es decir, un tipo buscando a su cerda. Pig no es otra cosa. No sé hasta qué punto fue fácil poner en pie una producción así, con esta historia como base dramática, pero visto el resultado hay que aplaudir a quien decidiera darle luz verde, porque no puede ser más apasionante ni, aunque no lo parezca, una película mejor.
Sí, Pig sabe a cine clásico, a ese hecho con rigor, con épica, con una sabiduría y un tempo fuera de este, muy alejado de lo que estamos viendo, con tanto metraje urgente, lleno de diálogos sin fundamento. Aquí todo cuenta: los silencios, las miradas, las reflexiones. Y el tiempo. No necesita sino hora y media para llevarnos al universo de Rob, para que entendamos sus motivaciones y queramos apoyarlo, acompañándolo también en esta travesía personal de amor y honor.
Ni que decir tiene que Nicolas Cage está espléndido. Es, de hecho, uno de los mejores trabajos de su carrera y así quedó patente en la pasada temporada de premios, en la que tuvo candidaturas a ser el mejor actor del año en varias asociaciones de críticos que se decantan por sus favoritos cuando da comienzo la carrera al Oscar, allá por el mes de diciembre. Will Smith fue el favorito desde el principio de la misma, pero la inclusión de Nicolas Cage entre los posibles contendientes fue, durante un tiempo, una posibilidad de la que quienes habían visto la película no renegaron. Y tuvieron razón. Está más contenido que nunca, intenso en su viaje para lograr su meta, con una caracterización de hombre descuidado y desaliñado, pero siempre centrado en que esa es la vida que quiere llevar, por mucho que haya quien no sepa que es capaz de todo por recuperar a su cerda.
Pig es una gran película. Y una de las grandes de ese actor que cada día es más un mito y que cuenta con unos fans incondicionales que le aplauden desde las locuras más extremas (Mandy, El insoportable peso de un talento descomunal) a sus obras más exquisitas, caso de la que nos ocupa, una joya que ya es de culto, una cinta que le dará a Cage un prestigio aún mayor que aquel del que ya goza.
Silvia García Jerez