NOMADLAND: La América de los desterrados

Nomadland es una de las películas más esperadas de la temporada.

Primero porque es una de las favoritas, si no la más, a hacerse con los Oscar importantes de este año, abarrotado de cine espléndido, por mucho que en su mayoría, en lo que a producciones americanas se refiere, las hayamos tenido que ver en plataformas.

Y segundo porque siendo un título tan importante ha tardado en llegar a nuestras salas, habida cuenta de que lleva ganando premios, o siendo finalista a ellos, varios meses, desde que en enero, este año algo más tarde que habitualmente debido a la pandemia del covid-19, los círculos de críticos norteamericanos la han tenido como un título recurrente a la hora de destacarla. Y claro, cuando se lee tanto sobre una película, el público quiere verla cuanto antes, aunque nos vaya a llegar con algo más de un mes de antelación con respecto al día que se celebra la gala, parece que presencial, de los Oscar 2021.

Nomadland, volvamos a su estreno, llega esta semana a las salas, en concreto el 26 de marzo, y ya el público puede disfrutar de la historia basada en la novela de Jessica Bruder, protagonizada por Fern (Frances McDormand), una mujer que a su edad, que no es precisamente joven pero aún está lejos de la jubilación, ese momento de la vida tan complicado para el mercado laboral, a su edad como decía, se queda sin trabajo, y habiendo perdido a su marido, no teniendo nada a lo que aferrarse, decide coger su camioneta y recorrerse Estados Unidos para intentar salir adelante allí donde encuentre un lugar donde la acojan y le den un trabajo aunque sea precario.

Fern se convierte en una nómada dentro del país de las oportunidades, en busca de una para ella, tanto a nivel laboral como humano, rodeándose de otros nómadas que como ella tratan de sobrevivir fuera de un sistema que ya ha decidido expulsarlos de él.

Los atardeceres de NOMADLAND merecen verse en pantalla grande
Los atardeceres de NOMADLAND merecen verse en pantalla grande

Nomadland, precioso e ingenioso título, es la tercera película de Chloé Zhao, directora nacida en China que ha llevado a cabo su carrera en Estados Unidos, con un primer trabajo, Songs my brothers taught me, inédito en nuestro país pero cuyo segundo sí pudimos ver en cines, The Rider, aquel en el que un cowboy quería seguir practicando el rodeo que tanto amaba antes de sufrir un accidente cuyas secuelas iban a ir a más con el tiempo y lo iban a apartar inexorablemente del citado deporte.

Por descontado, con tantas alabanzas reunidas hacia la tercera obra de Zhao y siendo una de las más fuertes candidatas al Oscar, Nomadland iba a llegar de una manera u otra a nuestro país, y lo hace en salas gracias a la distribución de Disney, que desde que se hizo con el catálogo de Fox, incluyendo la división Searchlight, al cerrar en España la compañía como distribuidora, no como productora en Estados Unidos, es la empresa del ratón más famoso del cine la encargada de ofrecernos las películas de la recientemente desaparecida.

Y hay que agradecerle a Disney que la estrene en salas y no se ciña a su plataforma, Disney+, como ha hecho con algunos de los estrenos de su sello, caso de Soul, la cinta de animación, porque el mimo con el que Nomadland está realizada merece apreciarse en una sala oscura y silenciosa de todo lo que no sea la proyección de la película, con su sonido envolvente y su estupenda banda sonora, firmada por Ludovico Einaudi. Además, claro está, se podrá admirar en toda su plenitud la fabulosa fotografía que llena la pantalla de atardeceres y hogueras que Joshua James Richards retrata con verdadero arte.

Swankie, auténtica nómada es, junto con Frances McDormand, el alma de la película
Swankie, auténtica nómada es, junto con Frances McDormand, el alma de la película

Nomadland es un fresco de la América apartada, marginada, la desfavorecida por un sistema capitalista que exprime la juventud y deshecha a quienes ya no están en situación de darle lo mejor de sí al Estado. Fern se queda en el paro y a su edad eso es un lastre ante el que lucha para defenderse pero para el que no existen recetas de larga duración. El futuro está condenado al aquí y ahora, a lo que puede meter en una caravana en la que recorrer los kilómetros que sean necesarios antes de encontrar otro trabajo inestable.

Nomadland se fija en esos desfavorecidos por el sistema y los sitúa en un constante atardecer, tanto físico como moral. Sus expectativas se ciernen a lo poco que puedan encontrar dándose ayuda unos a otros.

Ese sería el concepto de una empresa, pero cuando lo has perdido todo tu empresa son los platos calientes que te pueda dar una comuna improvisada de gente en tu misma situación.

Nomadland retrata esta América llena de desterrados, de perdedores, con Frances McDormand al frente de todos ellos, una Frances McDormand descomunal, contenida como pocas veces ha estado, alejada del todo de la sobreactuación a la que a veces tiende, para centrarse en lo básico, en el alma de una mujer devastada que solo busca una sonrisa. Esa Frances McDorman sí merece el Oscar al que es candidata, lo gane, para unirlo a los dos que ya tiene como mejor actriz, o no.

Pero Nomadland, al contrario que The Rider, no alcanza la perfección. La segunda obra de Chloé Zhao era también un retrato de la América de los perdedores pero no desde el punto de vista del sistema sino del intimismo de un cowboy que trata de recuperar lo que tenía e intenta avanzar en su recuperación aunque el horizonte se situara cada vez más lejos de él.

The Rider tenía una progresión dramática de la que Nomadland carece. Y no la tiene porque por muy positiva que quiera mostrarse con las esperanzas de estos nómadas, no hay razón para estarlo. La nueva estabilidad a la que se enfrentan es un monstruo que detiene la progresión del relato. Cuando das vueltas alrededor de un destino tan precario como el sistema que lo mantiene no hay narración que avance, solo elementos que se unen a lo ya experimentado, caras nuevas o conocidas que vuelven a tu día a día, algo que acaba convirtiendo el drama en algo parecido a un documental de tu rutina.

De este modo, Nomadland se estanca en sus pretensiones, en su propia espiral de salto al vacío, y emocionalmente no nos lleva más allá de la tristeza de un futuro sin horizonte porque hace tiempo, media hora en el metraje, que ya llegamos a dicha meta, y cuando nuestra alma ya ha empatizado con la lástima no hay más oscuridad con la que sentirse identificado. No por muchos atardeceres que veamos la metáfora va a incrementar su poder.

Nomadland pierde en su reiteración su condición de obra magna, aunque mantiene con honores sus méritos, porque los tiene, los de ser una cinta técnicamente impecable o mostrar con realismo pero sin crudeza la vida de los nómadas, unos con rostros de actores legendarios, caso de David Strathairn, o de auténticos seres cuya existencia itinerante no es ficticia, como Swankie, actriz y personaje, una de esas mujeres que nos dan auténticas lecciones de vida cuando nos las encontramos y nos tomamos el tiempo para escucharlas y aprender de lo mucho que tienen que enseñarnos, a nosotros, que tan por encima de los demás tendemos a creernos.

Nomadland es un film lleno de aciertos, pero también una película sosegada, de mirada austera y tranquila. Puro cine de autor, de ese que en un año de estrenos convencionales habría pasado desapercibido en premios, relegado a ser, como suele ocurrirle a muchas producciones de corte independiente, solo citado en nominaciones sin posibilidad de materializar ninguna por el temor de la Academia a que una película tan íntima hiciera desconectar de su narrativa a quienes esperan del cine americano un tempo en el que se moviera algo más que las ruedas por el asfalto.

Pero con la pandemia han cambiado algunas cosas, y en plena ola del Me Too, que no por ya asumida deja de estar presente en la industria en la que se originó, Chloé Zhao es la favorita para que una película pequeña mantenga en marcha el motor de un vehículo con muchas posibilidades de llevarla a la gloria.

Silvia García Jerez

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